Visibilidad lésbica: Nuestra memoria no depende de una ley

<<Mirar por el rabillo, no es vivir en paz>>

—Rucitama, “Ayuquelén”.


Este miércoles fue tendencia #visibilidadlésbica en Twitter, luego de que la bancada de diputados de derecha se opusiera a dar urgencia al proyecto de ley que busca declarar el 9 de julio como el Día Nacional de la Visibilidad Lésbica, pues coincide con el Día de la Bandera. 

Este proyecto, presentado en 2022, ante la Comisión de Cultura, Artes y Comunicaciones de la Cámara de diputados y diputadas, pretende instaurar de forma oficial en el calendario la fecha en que se recuerda el asesinato de Mónica Briones, artista y lesbiana visible, durante la dictadura militar. 

Hace casi cuatro décadas, en el invierno de 1984, cerca de la intersección de Irene Morales con el parque Forestal, fue encontrado el cuerpo de Mónica Briones. La historia de la pintora y escultora de 34 años se transformó en el primer caso de lesbicidio –como se denomina al asesinato por motivo de orientación sexual– documentado en Chile. Lo que se sabe es que era un día lluvioso, que salió del bar Jaque Matte en que celebraba su cumpleaños que había sido el 7 de julio y que murió sobre el pavimento, tras una brutal golpiza que le produjo un traumatismo encéfalo craneano. 

En plena dictadura y en memoria de Mónica, surgió el Colectivo Ayuquelén (que en mapudungun quiere decir alegría de ser), configurándose como la primera agrupación de lesbianas en Chile y que más tarde, en 1992, organizaría el Primer Encuentro Nacional Lésbico. “La bella Mónica, como recordaba la Su entre cervezas y fotografías de mujeres y la voz incansable de Chabela Vargas que timbraba de boleros el testimonio horroroso de aquel asesinato”, cuenta Pedro Lemebel en la crónica sobre la artista Las Amazonas de la Colectiva Lésbica Ayuquelén. Se investigó su caso, pero se cerró sin culpables en 1993

Ante las presiones de la ultraderecha, se abrió el diálogo público sobre la relevancia o no del reconocimiento oficial del Día de la Visibilidad Lésbica en el calendario, pero esto no solo dio pase a la mirada conservadora y patricarcal, hétero y cis en redes sociales y medios de prensa, si no además abrió espacio al lesbo odio manifiesto versus la defensa de la agenda de seguridad pública. Para los diputados de derecha es más pertinente cuidar sus intereses patriotas. Este sector argumenta que “la mayoría quiere vivir en paz”, pues a través de este proyecto de ley y, por medio de la “ideología del gobierno” –que ha declarado sus aspiraciones–, se estaría favoreciendo a una “minoría” en lugar de proteger a la población. No solo queda al descubierto su ignorancia y negacionismo histórico, si no que se evidencia que la validez de sus símbolos radica en lo concreto de estos, pues cuanto más tangibles parecen, más orgullo sienten sus adeptos. En contraposición los grupos marginados, como la comunidad lésbica, conocen bien que la memoria no reside en aquello material y que la falta del reconocimiento institucional, pese a que podría traducirse en un gesto importante, no determina su significado. Sería lindo, claro, pero ¿garantiza que no nos maten?

¿Son acaso las lesbianas, bisexuales, trans, no binaries sujetes no merecedores de seguridad? ¿Qué cabe entonces en esa agenda? 

Este es un asunto público delicado, ya que se trata de la memoria como derecho humano, de reconocer la visibilidad lésbica, y que las lesbianidades hasta hoy se exponen a diferentes violencias. Por eso es pertinente preguntarse si con la institucionalidad de esta fecha cambia en algo o no la participación histórica de la comunidad lésbica. 

¿Qué cuerpos y qué grupos de la sociedad merecen protección y cuáles no?

Las lesbianidades han sido violentadas, perseguidas y vulneradas por la sociedad heterocentrada, pero también por los gays, discriminadas al interior de organizaciones feministas históricas, e incluso utilizada como forma de transar los intereses de la clase política con fines electorales. Ante la desidia y la posibilidad de ceder a las presiones conservadoras que deslegitiman la importancia de conmemorar el 9 de julio, la indignación es insuficiente, pues continúa siendo invisibilizada la existencia lesbiana.

¿Alguien nos va a considerar? ¿O lo que les molesta es que las lesbianas tengan el mismo día que la bandera? ¿En qué radica la institucionalización de una fecha que venimos conmemorando como comunidad hace casi 40 años? Si tanto la producción cultural, como la organización lésbica conoce los márgenes y probablemente seguirá funcionando desde ese lugar, ¿es necesario que se reconozca? La sola definición antojadiza en el calendario daría cuenta de una cosa: si mueren o no lesbianidades, no tiene mayor importancia. Pero a nosotres nos va a seguir importando y el 9 de julio será con o sin ley.

El problema que encierra el no reconocimiento institucional también es muestra de cómo se mantiene intacta la impunidad, y que la historia, la justicia, mucho menos la reparación, no son una prioridad, ni siquiera cuando se tiene frente a frente al fascismo. “A mi no me sorprende, las peores cosas no me han pasado por ser mujer, sino por ser mujer y lesbiana”, leí hoy. 

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