A un día de las elecciones en Argentina: Al fascismo se le nombra

Elecciones en Argentina: Al fascismo se le nombra

A un día de las elecciones, estamos quienes militamos que una persona como Milei no puede, ni debe gobernar la Argentina. Por contraste, estamos militando a Sergio Massa, sí, un candidato que puede gustar nada, poquísimo, poco, algo, mucho. Hoy lo estamos militando para Presidente y no significa ni más, ni menos que eso: no hay secta, no hay lavados de cabeza, no hay una idolatría descomunal por una figura, hay una reflexión sobre errores y aciertos, hay una lectura sobre su programa, hay una visión de proyecto de país, hay -por supuesto-, en esa visión, un margen que se corrió para muchos y muchas, un “vamos viendo”, una constatación constante del peligro que representa la otra opción. Primer punto: hoy, lo urgente, es defender la democracia.

Me considero una persona súper política, me gusta la política, me gusta pensar el mundo -aunque la mayoría del tiempo me pone triste-, me gusta hablar sobre política, me gusta escuchar a quienes hablan. Me emociona escuchar a mis amigas que la tienen más clara, que hablan más lindo. Me han hecho llorar esas personas que llevan nuestras convicciones en el cuerpo, en el territorio, en su propia historia: los obreros de la Escuela Santa María de Iquique, el pueblo mapuche, los Detenidos Desaparecidos, las abuelas de Plaza de Mayo, los pibes de Malvinas, mi tía y mi tío en la clandestinidad y en el exilio. Segundo punto: no podemos estar ajenos a nuestra propia historia. Y he estado dispuesta a conversar, a poner puntos en común y en debate, he tenido charlas con personas que piensan muy, muy diferente, a veces -debo reconocer- por la simple pasión del debate; otras, más dispuesta a lo didáctico, a educar; y por supuesto, otras en que he tenido que callarme y aprender. Con todo eso, voy a decir: quienes, hoy, militamos que una persona como Milei no puede, ni debe gobernar la Argentina, estamos en lo correcto. No hay otra. No hay grises. Queda un día, no es momento para cortesías, ni tibiezas.

Se hizo mucha campaña tratando de informar y educar. Los candidatos estuvieron en el territorio, en entrevistas, en debate. Las personas hemos estado en el territorio físico, digital, con nuestras familias, con nuestras amistades, con nuestros contactos, con desconocidos debatiendo durante varias semanas. De ambos lados. De nuestro lado vi compartir información estudiada, fiel, real: ¿Qué más real sobre las propuestas de un candidato que la plataforma que entrega a la Justicia Electoral? ¿Qué más real sobre las propuestas de un candidato que videos de él mismo hablando sobre su proyecto de país en entrevistas y discursos públicos?



Del lado de ellos, cada día se da cuenta de más y más fake news que ponen a viralizar. Donde no pueden sostener propuestas, recurren al miedo, inventan un enemigo. No es nuevo: lo hicieron las dictaduras cívico-militares en los años 70, lo hizo Margaret Tatcher cuando su aprobación estaba en caída inventando una guerra contra Argentina. Tercer punto: el fascismo se maquilla de democracia, se actualiza, pero jamás se renueva. Cuando ganaron las PASO amaban la democracia. Cuando no fueron la primera mayoría en la siguiente elección acusaron fraude, sin pruebas y por vías paralelas a las oficiales para una acusación de tal magnitud (nuevamente, estrategias ya vistas y, esta vez, no tan lejanas: lo hizo, también, el ultraderechista Jair Bolsonaro en la pasada elección de Brasil). Cuando una persona pública dice que no les vota (Lali, WOS, Paulina Cocina) la acusan de pagada, de adoctrinada, le escriben sin pudor que “el falcon va a empezar por ellos”. Cuando ellos defienden a viva voz a genocidas, vuelven a hablar en nombre de la democracia, del derecho a la libertad. Insisto, quienes militamos que Milei no puede, ni debe gobernar la Argentina, estamos en lo correcto. El horror de la dictadura no se debate, ni siquiera se cuestiona.

Queda un día. Se hizo mucha campaña tratando de informar y educar. La información está ahí. Las fake news del equipo de Milei se desenmascaran cada día. Hubo ciudadanos organizados en todas partes armando cuadros comparativos sobre los derechos y garantías sociales y económicas que planteaba cada candidato. Los datos de hoy están ahí. Los que propician el contexto actual, como para hacer una lectura un poco más profunda, también están ahí, e incluso siento que traerlos a colación, hoy, es hilar muy fino: hablo de la creación de nuevas universidades públicas y del préstamo pedido al FMI y la fuga de capitales.


Bastaría con decir que internet está lleno de videos de una persona que es como mínimo vulgar y desequilibrada, como máximo un fascista que propone destruirlo todo, que trata a la Argentina, el país que quiere gobernar, de “país de mierda”. Los que, aún hoy, votan a Milei no lo hacen como voto castigo, no es confusión, no es falta de información. Los que ven hoy su representación en Javier Milei se están aceptando como personas negacionistas de la dictadura, del cambio climático y de la brecha de género, misóginas, clasistas, racistas, homofóbicas, transfóbicas; que están a favor de la libre portación de armas, de la venta de órganos, del cierre de empresas públicas, de privatizar derechos sociales, de recortar jubilaciones, del “que explote todo”, “que se salve quien pueda”; del corte de relaciones diplomáticas y comerciales con países estratégicos, de ceder soberanía al mejor postor. A favor de que el representante de Argentina ante el mundo sea un tipo que no hila 3 frases sin ponerse a gritar, ofender, o sin hacer analogías sexuales para hablar de política, un tipo de que no tiene madurez emocional ni trayectoria.

Cuarto punto: Milei no puede, ni debe gobernar la Argentina. No hay excusa para no verlo. A un día de las elecciones quien vota a Javier Milei está avalando un gobierno fascista. Los que estamos de la vereda contraria, justamente por esto, sabemos que el verdadero juego apenas comienza el domingo, que el fascismo vino con todo y se quedó. Sabemos que mañana se juega algo crucial y que, a su vez, incluso sin perder en los votos, no habremos ganamos nada. Ya perdimos. Cada vez que se negó un desaparecido, perdimos.

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