Mujeres ansiosas que sobreanalizan todo: Sobre “Frágil, Expuesta”


Parece que vivir es difícil. No porque esté lleno de obstáculos, sino porque hay que hacer mucha “hora” entre cada acontecimiento que nos da energía vital. 

Romina nos presenta a una mujer viajera donde ninguna ciudad puede saciar la soledad. Donde ningún amor será jamás suficiente para quitar ese estado letárgico que se asoma cuando los veintitantos comienzan a abandonarnos. Donde la teleserie del momento o el drama personal —inventado o no—, se convierten en los asuntos que nos anclan al presente. Donde se agradece la emoción fuerte, sea por algo bueno o malo, para chasconear un poco la rutina, para sentir dopamina o por último, estrés… estrés es mejor que nada.  

El cuerpo es el único hogar posible, es nuestra casa rodante o carro de feria. Los amores y la amistad, las calles, los letreros, las tazas, las mesas, los olores, nada puede anclarse tan profundo o por tanto tiempo. Tener esa conciencia es quizás propia de nuestra generación. Sospecho que Romina pertenece a la tribu urbana de “mujeres ansiosas que sobreanalizan todo —pa’l hoyo— porque al menos ya tienen las necesidades básicas cubiertas, así que ahora queda lidiar con las emociones y sentirse queridas”.

Romina nos recuerda que aunque se esté dando besos en la playa, tomando copete, o viviendo con su deseada amiga en Buenos Aires, el cuerpo femenino siempre debe estar alerta. Hay un ocio frágil. Sabe que salir a caminar de noche sin rumbo es una actividad riesgosa más que bohemia existencialista. Fugazmente un pensamiento cotidiano es atropellado por la tragedia del machismo. Imaginar a la mujer de una noticia lanzándose de un taxi para sobrevivir a un secuestrador irrumpe como hacer zapping en la costa y toparse con la noticia de Fernanda Maciel. Es imposible escapar de las fantasías catastróficas. La entiendo y conecto con Romina: me he desvestido frente a otro imaginando “te cachai este Tinder fuera un psicópata” y sintiéndome loca por estar pensando eso en ese momento contradictoriamente vulnerable y caliente. Es parte de la mochila invisible que solo los bailes frenéticos, las droguitas, el enamoramiento o el alcohol apaciguan. 

En los pasajes de “Frágil, Expuesta”, pareciera dibujarse un mapa, grietas, cicatrices o arrugas, es decir, pistas pero que no nos llevan a lugares definidos. La adultez se convierte en un eterno campo exploratorio, la identidad e ideas estáticas ya pasaron de moda. Quizás hasta viejitas no sepamos bien quiénes somos, siempre estaremos atravesando ciclos de aprendizajes, tormentos y valles. Quizás “Frágil, Expuesta” pueda ser perfectamente la mirada de una jubilada de 85 años que debe aprender nuevamente a encontrarle sentido al día a día. O puede ser perfectamente la de un alma que reencarna una y otra vez y ya está harta de seguir explorando las emociones humanas y cada vez que nace, apenas sale del útero piensa “por la chucha, ¡¡¡otra vez mujer en Latinoamérica!!!”.

Pero es en realidad la fragilidad de una autora que desea en secreto, como una influencer, que “se vengan cositas”.

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