¿Por qué los medios omiten el nombre de las mujeres en los titulares? (parte 1)

El 26 de noviembre de 2019, Fabiola Campillai caminaba con su hermana en San Bernardo, en dirección a un paradero, para trasladarse al turno en la fábrica en que trabajaba. Ese martes, pasadas las ocho de la tarde, Fabiola recibió el impacto de una bomba lacrimógena en su rostro que fue disparada por una escopeta de 37 mm de carabineros. Según el relato de su hermana, Fabiola quedó inconsciente en el acto. Ella le pidió ayuda al mismo piquete de policías que accionó el arma, pero no la auxiliaron.

Fabiola perdió la visión de sus dos ojos, el olfato, la visión y el gusto como consecuencia de la represión policial durante el estallido social en Chile, y debió pasar por tres intervenciones quirúrgicas para reconstruir su cara y frenar una lesión cerebral. 

En una entrevista para Ciper, la periodista Ivonne Toro Agurto le pregunta cómo es no ver. “Es acostarte, levantarte y pensar que se te van a abrir tus ojos y vas a ver. Y no”, dice. También le pregunta si se olvidan las cosas, o los colores. A lo que Fabiola responde, resignada frente a esta situación que cambió su vida de forma repentina: “No se olvidan, no se olvida nada. Bueno, yo tuve la suerte, o no suerte, gracias a dios yo nací con mis ojitos abiertos y conocí la vida, conocí los colores, conocí a mis hijos. Estar así ahora igual es fuerte, pero tengo que aceptarlo, ya no hay ninguna solución, solamente que me van a operar para que este ojito no quede tan adentro”

Luego de ocho meses, este 14 de agosto se dio a conocer el audio de un video que registra lo que pasó cuando Fabiola fue impactada. “¿Se la pitió verdad?’ ‘El Matu parece que le pegó”, se escucha. Tras informarse este antecedente, El Mostrador tituló “Fabiola Campillai: ‘Para mí justicia sería que me devolvieran los ojos’”. 

Este viernes 28 de agosto, Patricio Maturana, ex capitán de Carabineros, fue formalizado por el hecho y quedó en prisión preventiva en el Anexo Penitenciario de Pudahuel Norte. Se dio un plazo de 90 días para continuar la investigación.

Basta una simple búsqueda de Google para saber estos detalles y el nombre de Fabiola Campillai es uno que la ciudadanía reconoce. A pesar de todo, este sábado La Tercera eligió titular en su portada “Prisión preventiva a oficial imputado por ceguera a mujer”, aludiendo a este caso. Una mujer que no se identifica, entonces podría ser cualquiera o ninguna. Entonces, ¿les importa a les editores? ¿Quiénes pueden ver a la mujer que ya no tiene vista?

¿Por qué los medios optan por omitir los nombres de las mujeres de forma recurrente? En este caso “la mujer” es Fabiola Campillai, y quedó ciega después de que una lacrimógena fuera lanzada directo a su frente, mientras esperaba la micro para ir a trabajar. No incluir su nombre, desde Patriarcado News creemos, es restarle relevancia a su caso. Tampoco se identifica al ex carabinero Patricio Maturana, que disparó. ¿No le daban los caracteres a quien escribió el titular? ¿Le faltó espacio o le faltó voluntad?

¿Se puede entrever un sesgo ideológico? Nosotras creemos que sí, y lo creemos porque lo hemos comprobado.

A menudo, en la prensa, se constatan situaciones similares, donde de forma deliberada el ojo de quien edita —sin una perspectiva feminista— olvida, omite o descarta incluir el nombre de las mujeres involucradas. Con ello se invisibiliza su protagonismo, su participación, su representación, se menoscaba su mérito, o derechamente se desconoce su trabajo. 

Le ha ocurrido a deportistas, a científicas, a políticas, a escritoras, y tantas otras de forma tan obscena que incluso la audiencia termina desconociendo su profesión u oficio. Muchas veces se les nombra por sus características físicas, por un apodo, o se utiliza la comparación con un ente masculino que haya realizado una hazaña similar.  Es posible encontrar una serie de ejemplos, como cuando en Emol se llamó “la Alexis Sánchez” a la goleadora de la selección femenina, María José Rojas. Ella misma denunció la situación en sus redes sociales: “Sería mejor si pusieran mi nombre”.

La práctica es, de hecho, frecuente en el periodismo deportivo.

También abunda en el mundo de las ciencias, dos espacios tradicionalmente dominados por prácticas machistas. Cuando se trata de un descubrimiento o una investigación, nunca sabemos quiénes son las mujeres detrás de esos avances.

Pareciera difícil para la prensa esconder la misoginia en el modo de comunicar un hecho, aun durante la crisis sanitaria que vivimos hoy, como consecuencia de la mala gestión del gobierno actual frente a la pandemia. Cuando en realidad la información podría haber apuntado a eso, en julio de este año, 24 Horas de TVN, decide plantearlo así: “‘La subsecretaria falta a la verdad’, aseguró la mujer luego de que Daza asegurara que para el plan habían tomado sugerencias que se hicieron en esa Mesa Social y del Colegio Médico”. En este caso, “la mujer”, es Izkia Sánchez, presidenta del Colegio Médico y una de las voces más potentes en medio de esta crisis. El tuit generó tanta molestia que 24H lo borró, sin pedir disculpas.

No es un fenómeno exclusivo de Chile. En medio de la expectación por las elecciones en Estados Unidos, en junio de 2020, una noticia hablaba de “una mujer negra” que acompañaría a Joe Biden en la misma lista. “Tensiones raciales en EE.UU. inclinan balanza hacia candidata negra como compañera de Biden”, era el título de la nota. También causó rechazo. “De nombre Mujer y de apellido Negra”, decían otras mujeres en redes sociales, y añadían que se trataba de Kamala Harris, senadora y ex Fiscal General del Estado.

La omisión, para nosotras, genera un daño adicional: no solo la historia hacia atrás ha pasado por alto la participación de mujeres y disidencias en la construcción de la sociedad, sino que en tiempo real las personas encargadas de dar forma a las noticias que recibimos siguen haciendo la vista gorda a sus méritos, su trabajo y sus denuncias. La realidad es lo que nombramos. Esta exclusión del discurso público, de la mano de periódicos y canales de televisión, es otro de los pilares que sustentan el robusto patriarcado.

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