No nos da risa, no tenemos tiempo

Ayer, de un segundo a otro, aparecieron unas Free en mi mesa y Pinochet seguía jurándose presidente. De repente abrí un link de Youtube, llegué a los ochenta y no estaba la Claudita ni su papá para salvarme. Ahí yo, sentada mirando un chiste sobre una violación en pleno 2016. Sin Censura, una sección del programa Mentiras Verdaderas retransmitía un chiste, en el que se supone que nos tenemos que reír sobre una mujer que es violada porque se emborrachó. Y, además, encontrar chistoso que al día siguiente, esa violación en realidad significa sólo dolor en el culo, porque obvio po. Chiste.

Bueno, ese chiste lo escuchamos en la misma semana en que supimos que una mujer de 16 años fue violada y empalada en Argentina y así muchas más, una tras otra, día tras día. Se supone que no tenemos que ser graves y reírnos, porque es talla. Pero más allá de lo triste que es el hecho, lo más grave es cómo llega a ser retransmitido. Hubo una pauta, hubo material para seleccionar y hubo un equipo que decidió que naturalizar la cultura de la violación era algo que valía la pena hacer.

Ninguno de los hombres que estaban en ese panel rememorando esas buenas tallas fue capaz de mostrarse -por lo bajo- extrañado frente a lo que estaban escuchando. Porque -aunque ya no podría asegurarlo, visto lo visto- jamás van a decir directamente que el relato de una violación les parece gracioso. Todo alrededor de ese momento está adornado y dispuesto a que de forma indirecta, ellos se rían pero nadie pueda mostrarse ofendido. Probablemente, ni siquiera lo pensaron. Obviamente, jamás se les pasó por la cabeza que reírse en la tele de un relato de violación disfrazado de chiste (porque más encima era fome), era una manera de validar estos discursos. Si la tele se ríe de situaciones como la violación ¿por qué no hacerlo todos?

Uno de los que se mató de la risa con este chiste, junto a Ignacio Franzani y Eduardo Fuentes, fue Jean Philippe Cretton, un animador de la tele que compartió pantalla en la campaña He For She de ONU Mujeres, con otras dos lumbreras que continuamente han usado sus plataformas de difusión masiva para ser machistas, Nicolás Copano y Martín Cárcamo.

Y, es muy gracioso cómo funciona todo. Recuerdo cuando esta campaña se publicó. En ese tiempo, conducía  Consejos de Belleza, un humilde programa en Injuv.fm (una radio a la que llegué porque me aseguraron que estaba usando un espacio público y no gubernamental), junto a la ídola Belén Roca. Comentamos la campaña y explicamos que nos parecía mala. Que en primer lugar, poner la cara de hombres famosos para combatir la discriminación por género era un flaco favor y, de pasada, estaban haciendo un lavado de imagen gratis a comunicadores que eran conocidos por ser machistas en pantalla (o radio). También dijimos que en ONU Mujeres, Michelle Bachelet hablaba de muchas cosas que en su gobierno aún no veíamos reflejadas.

Esta crítica significó que censuraran aquel capítulo, ya que desde La Moneda y ONU Mujeres reclamaron (no es broma, yo tampoco les creí al principio). Luego, eso significó que el Jefe de Comunicaciones me dijera que “no podían arriesgarse a que yo saliera de nuevo al aire”. Más tarde, en una reunión, esa misma persona me gritó: “¿acaso eres tonta? ¿se te olvida quién te está pagando?”. Renuncié, por supuesto. Y cuando lo hice, fui súper feliz.

Después de que pasó todo eso comprobé que ni al gobierno ni a ONU Mujeres en realidad le importa lo que pensemos las mujeres. Mucho menos si son críticas hacia cómo hacen las cosas. El gobierno, ONU Mujeres y la tele funcionan igual. Mientras todo se disfrace en tallas, mientras todo se disfrace de campaña publicitaria con lavados de imagen de por medio, todo lo que queda por abajo no importa. Si decido contar todo esto ahora, es porque la rabia que he sentido estos últimos días -tal como muchas otras- se desborda y se transforma en lágrimas. Todos los malditos días, con las noticias, con llamados de teléfono de amigas, con todo. Lo cuento porque estoy aburrida de seguir sacándome la cresta -como todas- y que nada cambie. También siento que no tengo por qué cuidarle la reputación a nadie, sobre todo si actúan de formas asquerosas.

Desde que despertamos hasta que volvemos a dormir, si tenemos la suerte de volver, nos damos cuenta que nada importa. No importa que todos los fines de semana, mujeres sean violadas porque se les ocurrió curarse (o no). Obvio que podemos hacer una pauta en un canal de televisión y elegir ese contenido como algo destacable. No importa que hayan mujeres en organizaciones bacanes haciendo activismo, porque prefieren que Martín Cárcamo le hable de feminismo a las pobres miserables que habitamos este triste país.

Hoy, durante todo el día vi ese hashtag idiota de #nadiemenos, como una previa a la marcha de mañana en diferentes ciudades de Chile. ¿En serio? ¿Tenemos que leerte y más encima tener la voluntad de hablar contigo y explicarte? Mira, no. No tenemos tiempo para educarte a ti y a ninguno. Si un tipo que se supone educado, con recursos económicos, con la capacidad de pensar y más encima con la responsabilidad de comunicar se ríe en la tele de una violación, mira no. No tengo tiempo de decirte con buenas palabras que lo que estás haciendo es horrible. No tengo tiempo para enumerarte tus privilegios. No nos da risa lo mismo que a ti. No tenemos tiempo, porque nos están matando.

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