La tristeza es una forma de saber
“La tristeza es una forma de saber, un acto de inteligencia porque quiere decir que estás analizando. Estás en desacuerdo con el mundo y te da pena saber que hay posibilidades que no se pueden dar o que hay cosas que nunca se podrán solucionar”.
Lita Cabellut
Algo te sucede. Un viejo se puso detrás tuyo en el autobús y cuando bajaste en el paradero cercano a tu colegio, viste tu uniforme manchado de semen y te devolviste llorando a la casa, no sin antes vomitar en un basurero en la calle. El cura de tu escuela, en medio de esa confesión que le hacen a los niños de once o doce años antes de hacer la primera comunión te tomaba de las manos y a ti te incomodaba. Caíste en una relación con ese compañero que todos pensaban que era un hombre sensible y amoroso, pero te controlaba las horas, el teléfono y cualquier tipo de contacto que tuvieras con otras personas. Decidiste abortar y te dejaron sola haciéndolo.
Todas esas situaciones son reales y les han sucedido a mujeres que quiero.
Cuando una llora, no lo hace sólo por tristeza. Muchas veces también llora de rabia, llora por impotencia. Por ver una situación que se escapa de nuestras manos. Nuestra existencia es tan intrascendente, tenemos tan poco poder, que al ver una injusticia, da lo mismo lo que tú pienses o hagas, porque seguirá sucediendo. Eso es lo que piensas. Eso es lo que te hace llorar.
Muchas veces una llora en la micro, en la calle, sentada en una banca de la plaza. O llora en su casa. A veces estás cocinando con la radio de fondo y escuchas algo que te hace llorar. Tus amigas te cuentan cosas y lloras con ellas. Y llorar por tristeza es una cosa muy diferente a hacerlo por rabia. En ese instante, el sentimiento es el mismo que aparece en las peores pesadillas, en las que corres para escapar y no te avanzas. O como me pasa desde que tengo memoria, mi pesadilla favorita: estar metida dentro de una caja negra con una rueda gigante de madera que me aplasta. Sólo despierto antes de sentir dolor.
Algo te sucede. Te impacta. Sufres. Te callas. Con el tiempo, te atreves a hablar. Piensas en los feminismos, descubres tu feminismo. Te relacionas. Llegan compañeras e intentas por todos tus medios, a partir de tu feminismo, contribuir a tu entorno. Es parte de tu agenda cuando escribes o algo que aplicas en las clases que haces en un colegio. Pero sientes que nada es suficiente. Entras a una organización, tratas de articularte para conseguir juntas algo. Marchas, haces talleres, ayudas a tus compañeras.
Pero nada es suficiente.
Nada es suficiente porque Lucía Pérez murió después de ser violada y torturada a los 16 años. Nada es suficiente porque a Nabila Riffo le sacaron sus ojos. Nada es suficiente porque en Brasil, una quinceañera fue violada por treinta hombres en una cárcel.
¿Qué hacemos? Porque por más que intentes que la violencia, el machismo y la discriminación dejen de existir, siempre sucede algo más horrible. Si te articulas, quizás puedas conseguir algo más. Mientras tanto, en medio de tus horas de trabajo te topas con noticias informativas de más mujeres muertas por crímenes pasionales o por animales que no son animales, sino hombres nacidos y criados en un sistema que avala ser asesinos. Y lloras. Lloras porque piensas que no puedes hacer nada.
Frente al crimen de Lucía, diferentes organizaciones de mujeres argentinas han convocado a un Paro Nacional para la próxima semana, bajo el lema “si mi vida no vale, produzcan sin mí”. Atacar directamente al capital no parece errado si es este el sistema que permite con vehemencia las atrocidades a las que estamos expuestas todos los días. Pero, a pesar de lo potente de este mensaje, no puedo dejar de pensar en la realidad de las mujeres obreras de países como Chile y Argentina. Yo podría parar. Muchas podríamos. ¿Puede parar ese día una trabajadora de casa particular? ¿Puede arriesgarse a decirle a su empleador que no va ese día? ¿Qué pasará con ella? ¿De qué manera nos articulamos desde una perspectiva que aborde y proteja a todas las mujeres, incluyendo a las obreras? Porque a pesar de que pienso que el feminismo es lo más maravilloso que podemos descubrir en la vida, muchas veces veo que todos sus movimientos se sustentan o apoyan en base a las obreras. Acciones que sin ellas no existen, pero que pocas veces las protegen. A esas mismas que no pueden parar.
¿Cómo lo hacemos?
Hoy siento que estamos acorraladas. Ayer y hoy, como tantos otros días, lloro por ese sentimiento y de forma autocomplaciente prefiero pensar en lo que dice Lita, que esta tristeza es una forma de saber. Y que, el algún momento, la tristeza que sentimos muchas, ese saber colectivo, nos ayudará a saber cómo lo hacemos.
Portada: una de las pinturas de Lita Cabellut.
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