Porque la fuerza del amor es grande (o me solté el cabello, me vestí de reina)

Mujer, semilla, fruto, flor, camino
pensar es altamente femenino
hay en tu pecho dos, dos manantiales
fusiles blancos y no anuncios comerciales

Amparo Ochoa – Mujer

Hace algunas noches hice por primera vez un show vestida de mujer, en un concurso de espectáculos para personas que desafían las barreras del género. Pasé semanas planeando qué era lo que iba a hacer, eligiendo una canción para bailar y revisando entre mi ropa qué cosas podrían verse femeninas si las ajustaba aquí, si las arreglaba acá; revisando cómo tenía que ir acomodada la esponja dentro de mis pantalones para tener caderas que parecieran de mujer, me gasté los pocos pesos que me quedaban en un género y unas cintas para hacerme una faja y que mi cuerpo tuviera forma de guitarra, pensé mucho en todas las mujeres que me inspiran y han sido un ejemplo para mí. Cuando llegó mi turno estaba temblorosa, me subí a la tarima, sonó la canción que había elegido y mágicamente todo fluyó, empecé a mover las esponjas que llevaba en las caderas y el pecho, pensé en todas las veces que había escuchado esa canción y en lo fuerte que hay que ser para hacer lo que estaba haciendo.

Para cualquier maricón, fleta o travesti ser fuerte no representa únicamente una conexión íntima con el poder interior, no simplemente significa poseer o canalizar algún tipo de fortaleza, sino que también representa una forma de comunicarse con los demás. Nosotros decimos que somos fuertes cuando “se nos nota” que no vemos conflicto en asumir gestos o símbolos que le están prohibidos a las personas de nuestros sexos biológicos. Cualquier persona que sea fuerte en estos términos de seguro tiene un millón de historias que contar sobre lo mucho que los molestaban cuando eran niños, sobre cómo en el colegio recibieron maltratos y fueron señalados como incorrectos por toda la estructura educativa sólo porque sus expresiones o forma de comunicarse era menos típica que la de los demás. Sólo por ser fuertes.

Elegí para mi espectáculo la canción Mujer, cantada por Amparo Ochoa, una folcklorista mexicana que escuchaba en cassettes cuando era chico. Desde chico fui fuerte porque crecí rodeado de mujeres que no tenían miedo de hacer cosas que el resto consideraba masculinas, entonces no le tenía miedo a que el resto de las personas creyeran que las cosas que yo hacía eran femeninas. Como desde chico fui fuerte tuve que enfrentarme a que otras personas me cuestionaran, que niños y adultos me dijeran fleto, maricón, cola, se te quema el arroz, se te apaga el cálefon, rarito, colepato, colisón o amanerado; cuando yo ni siquiera entendía cuál era la línea que separaba tan drásticamente a los hombres de las mujeres. Esas líneas son inventadas por las culturas y toda definición genera periferias descontentas o términos medios que plantean un problema para las clasificaciones.

Cuando me estaba preparando, le comenté a mi familia lo que iba a hacer, a sabiendas de que es algo que no les gusta, algo que no entienden. A mis 27 años no he logrado encontrar una forma de explicarle a mis papás y a mi hermana que en realidad me da una lata terrible decidir si soy hombre o soy mujer porque no creo que definirse como uno u otro sea siquiera necesario. Siempre me pasó que no sentía miedo de enfrentarme al mundo entero y a las únicas personas que me asustaba decirles que era gay era a mi familia, cuando hablé con mi mamá y mi papá no hubo grandes problemas, yo era la misma persona que ellos conocían y nos amábamos, la fuerza del amor siempre es más grande que cualquier otra.

Entre las fuertes nos decimos “primas”, porque hay lazos familiares también en la lucha por ser quien uno siente que es, y tengo la suerte de que algunas de mis primas biológicas tengan también instalado ese conflicto y celebren conmigo cada foto que subo a internet donde aparezco jugando con maquillaje o mostrándole a todo el mundo lo fuerte que soy. Pero no siempre somos comprendidos. Cuando estoy en los escenarios me llamo Rucitama, ya sea que esté cantando como hago hace años o haciendo fonomímica como empecé a hacer hace un par de noches, sin ningún apellido, porque la familia es una carga que a veces le cuesta a uno llevar. Cuando soy Rucitama no está el peso de mi tío Enrique diciéndome maricón y soy fuerte, cuando soy Rucitama no está más la profesora de Educación Física de 3º básico que me dijo que no podía integrar el grupo de baile de mi colegio porque tenía celulitis y soy fuerte, cuando soy Rucitama sólo tengo la fuerza de mi cuerpo y los kilómetros que he recorrido entre un escenario y otro. Cuando estoy en los escenarios nadie puede conmigo porque soy fuerte.

Al terminar mi presentación salí a tomar aire y una cola estupenda, maquillada como los dioses, me habló y me dijo que el maquillaje que andaba trayendo era bastante básico, pero cuando me había subido al escenario con la moica llena de laca y había empezado a mover las caderas ella me había creído, le había creído a esa pelá que estaba al frente. Yo había terminado ya mi participación esa noche pero seguía nervioso y ella me tranquilizó, porque me hizo ver que la fuerza de un montón de travestis estaba también dentro mío.

Un montón de gente dice que no nos entiende, que no cree que sea necesario ni bonito hacer una exageración de lo femenino, que lo que hacemos es una hipérbole innecesaria y burda, cuando en realidad el arte que cultivamos tiene que ver con representar realidades diferentes a las cotidianas, plantear otras posibilidades intermedias o divergentes, homenajeando de paso a las mujeres y su fuerza a lo largo de la historia. Desconocen también que Grace Jones, David Bowie, Annie Lenox o Boy George lo plantearon décadas atrás. Vienen y nos exigen explicaciones cuando todo lo que nosotras sabemos lo hemos tenido que buscar con dificultad y dedicación porque ellos mismos lo han intentado esconder. Quieren todo listo sin trabajar para ello y eso no es justo, es la misma exigencia que le hacen al feminismo sin estar dispuestos a buscar textos o documentales que les enseñen. Las mujeres y las travestis nos hemos sacado la cresta en las calles, conversando y cuestionando las injusticias cotidianas, hemos invertido un montón de tiempo en darnos cuenta por qué es importante que seamos feministas o seamos travestis, por qué las mujeres (biológicas o no) tienen que tener una participación activa en la sociedad y en todas las disciplinas, nosotras nos hemos formado conscientemente, porque vivimos a diario la discriminación y la marginación, nosotras cuestionamos la realidad porque la realidad nos oprime y nos maltrata.

La fuerza para nosotras no es una opción, es un impulso que llevamos grabado en nuestro interior y nos ayuda para poder seguir viviendo. Tener fuerza, de cualquiera de las dos formas de fuerza descrita, no es opcional: somos fuertes porque tenemos una historia de resistencia y de lucha, somos fuertes porque nos enfrentamos a las imposiciones de la cultura. Tenemos la fuerza adentro para cambiarlo todo y ya se nos quitó el miedo que teníamos de ocuparla. Tenemos adentro la fuerza para enfrentarnos al mundo porque descubrimos que nos amamos a nosotras mismas aunque nadie más lo comprenda, y la fuerza del amor es la más poderosa de todas.

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