Ya No Hablamos #2: Tan sólo una chica
¿Escuchaste esa frase “nada de lo humano me es ajeno”? La revertiste: todo de lo humano me es ajeno. Cualquier forma de cariño que no tenga que ver conmigo es insoportable de presenciar. No me puedo sentar en un parque, el verano lo puebla de parejas que parecen no tener problema alguno en dejarme bien en claro que ellos sí se eligieron. No puedo ir a un bar porque los bares ahora son el centro de operaciones de los que deciden separarse, como si la vida privada no encontrara bien los límites con lo público. Las mesas están muy cerca y escucho todo. Más de una vez pensé en intervenir y pedirles que no se separen, sobre todo después de la devaluación del peso. Pero incluso eso me es ajeno. Me sacaron sangre y no me dolió. Me quemé con agua caliente y no me dolió. No hago nada con el corazón porque me lo dejé en tu casa y no me dejás ir a buscarlo. Sos un carnívoro todo terreno, sos un caníbal.
Estoy triste, vos me hablas en palabras y yo te miro con los sentimientos. No es lo mismo, no lo es, incluso en los sueños se mantiene esa dinámica, tan profundo es tu dominio sobre mí, a costas tan lejanas llega tu reglamento, es tu influencia una onda del más largo alcance. Me conquistaste en la vida para después hacerlo en mis sueños.
Soñé con un aviso en un diario: “busco chica entre 27 y 33 años para ser mi musa y mi novia”. Lo marcaba en rojo en un bar a la madrugada, buscaba un teléfono público y llamaba. Vos eras vos y yo era yo. Apenas hablamos en nuestro primer contacto telefónico, vos sonabas distante y ocupado. Yo me angustié, marcando el punto exacto en mis sentimientos frente a nuestras conversaciones telefónicas.
Así en mis sueños como en la vida. Me agité un poco y distraída te dije que llamaba por el aviso, pero que sin duda era un error, que yo no alcanzaba. No decías nada, se escuchaban conversaciones de fondo, tráfico, ruidos de una vida desconocida que aún así deseaba habitar. Voy a cortar, dije. No lo hagas, dijiste. Nos quedamos en silencio hasta que yo te dije que me estaba por quedar sin monedas. Me citaste en un bar y yo fui. Fui como los animales van al encuentro de la contingencia humana. Eras vos pero no eras vos, eras mejor. Como siempre, como en la vida, esquivé que me miraras a los ojos y que descubrieras, como en el sueño como en la vida, que tu presencia me causaba tanta emoción que me daban ganas de llorar.
Tomé café y no comí porque en la torpeza del deslumbramiento no hay manera de comer que sea elegante. Todo me iba a desbordar, todo se me iba a caer, todo me iba a manchar. Era invierno aunque, formalmente, era otoño, eso lo recuerdo porque así fue en la vida. Me preguntaste qué iba a hacer esa noche y yo dije que nada. Eran las siete y media de la tarde pero ya el sol se había ocultado para darnos la chance de no vernos los defectos tan rápìdo. Me preguntaste si quería ir al cine y te dije que sí. Si quiero, te dije. Y ahí mismo nos casamos. Como cuando me lo preguntaste en la vida si quería ir al cine y yo te dije si quiero. Fuimos al cine, que ahora es el lugar en donde intento olvidarte, y en el hall te abracé como rindiendome ante lo inexorable de la vida. Había entrado el amor. En el ascensor no nos tocamos pero sólo fue por esa vez, el resto de las veces lo aprovechamos como un prólogo para entibiar la intimidad.En el cine no me diste la mano aunque supe que querías.
Semanas después cuando juntos recapitulamos nuestro primer encuentro hablamos de todo esto. Me emociona tanto que empiezo a creer que fue un sueño que se escapó hacia la vida. Vimos una película que no se trataba de nada, en donde la belleza sólo estaba en las imágenes. Te miré disfrutar y entendí sin palabras el efecto espiritual de la belleza sobre los hombres. Más de una vez me miraste a mí de esa manera. Ahora esa luz está apagada. Como en la vida me recosté contra tu hombro y vos me acariciaste. Semanas después felices de hablar de todo esto, me dijiste que me acariciaste la cabeza para que me quedara tranquila, estaba todo bien, nosotros éramos nosotros y nosotros estábamos juntos.
Terminó la película y con un señor compartimos el ascensor. Y qué les pareció, nos dijo. Hablamos pero eso no importa, lo único que me importa es que en el mundo hay un testigo de que lo que pasó fue real. Debo buscarlo porque, en el sueño como en la vida, me negás y no es así, tengo un testigo. Yo estuve ahí y vos estabas conmigo. Fue real, lo sé, porque no me deja dormir, lo sé porque no me deja soñar. Después caminamos por el centro, tan real como en la vida, no nos dimos un beso. Fuimos a tu casa, miré por tu ventana la vida de tus vecinos, costumbre que mantendría siempre en la vida. Vengo por el aviso, te dije. Te reíste y yo también reí. Empecé a quererte, vos me empezaste a querer a mí. Nos fuimos a dormir juntos y para la sorpresa del público no hicimos más que conocernos. Te quiero te dije y fue como si brotara la primera verdad de mi vida. Me asusté, de verdad me asusté. A la mañana me seguías queriendo y yo te quería a vos más que nunca. En el sueño te pregunté si el aviso seguía siendo necesario. No, me dijiste. En la vida nunca te pregunté nada. Porque en la vida nunca alcancé.
Miré la bandeja de Gmail, entra un mensaje. Es extraño como sé que no sos vos, pero tengo la esperanza de que seas vos ¡Lo que puede la mente cuando se encuentra dominada por los arrebatos del corazón! De todas maneras, mañana pensaba escribirte para que hablemos de un tema de dinero. Me debes $375 y tenemos que ver cómo me los vas a devolver. Es que tuve que cambiar a delineador y máscara a prueba de agua. No puedo seguir desperdiciando productos que casi ya no entran al país en el llanto ¿entendés? Yo al final del día soy tan sólo una chica.
Me encanto. Tu reflexión me hizo acordarme de una frase de Smashing Pumpkins, “the imposible is posible tonight” que se refiere a que cuando uno esta mal, triste, en la oscuridad, se obtiene la capacidad de ver y descubrir cosas que en la normalidad uno no tiene. una conexión con uno mismo, con las demás personas, con el mundo, con lo que realmente importa.