Los silencios históricos: ¿De quién es la culpa?


Algunas veces los libros no son ninguna casualidad, y en este caso creo que la lectura de Silencios de Tillie Olsen, de la editorial española Las Afueras, fue una introducción que me permitió darle contexto a mi lectura del libro ¿De quién es la culpa?, publicado en septiembre de este año por la editorial chilena Banda Propia.

El proyecto ~Lee como niña~ nace a raíz de estos silencios que señala Olsen y que en su texto expresa de manera tan clara. Las mujeres en todo orden de cosas nacemos con barreras, no se nos educa de la misma forma, tenemos que responder socialmente de maneras más amplias y más exigentes que los hombres, y aunque los contextos cambian, el fondo de esta desigualdad se mantiene.

Y a la hora de dedicarnos a trabajos que se basan en procesos creativos, como el de escribir o incluso leer, esta desigualdad pesa aún más en los hombros de nosotras. Olsen señala: “existe un apoyo familiar en el proceso creativo que vuelve ese pulso fluido de la vida cotidiana silencioso, vigilante, incansable”, pues ese apoyo familiar somos nosotras, las que fuimos criadas para anteponer las necesidades de otros por sobre las nuestras. 

Sofía también se lo cuestiona: “Para él —Tolstói— el mundo es simplemente el medio que rodea su genio y toma de él lo que puede ser útil a su obra. El resto lo deshecha. Coge de mí, por ejemplo, mi labor de copista, mi preocupación por su bienestar físico, mi cuerpo. Mi vida espiritual no representa nada para él […] Ni siquiera se ha molestado nunca en entenderla. Y, sin embargo, el mundo entero venera hombres así”.

¿Esto, acaso, no sigue pasando?

Las reflexiones de Sofía en su diario pueden seguir interpretando a miles de mujeres en el mundo, a pesar del movimiento feminista, a pesar de ser conscientes del “problema”. Y en la línea de Olsen, me pregunto: ¿En el ciclo del libro estos silencios, estas barreras, desaparecieron? ¿Fue la conferencia “Una de doce” un punto de inflexión en el mundo de la literatura? Por supuesto que no.

Por eso trabajos como el de Banda Propia y la colección Perdita son tan relevantes, por eso con Mujeres Bacanas nos aliamos para relevar a mujeres son su primer libro publicado, porque no existen los mismos medios, no corremos la misma carrera.

Hace unas semanas en la librería Escorpión Azul, con Javiera Tapia, Alia Trabucco e Isabel Suárez conversamos sobre la colección mencionada más arriba. Y sin mencionar a Olsen, prácticamente, nos hicimos las mismas preguntas, ¿cuántas autoras más, incluso autoras sin una “gran obra” (¿quién define qué es una gran obra? adivinen) han sido olvidadas, no pudieron escribir, no encontraron cómo y dónde publicar? Porque tuvieron que ser madres a tiempo completo, porque tuvieron que cuidar de su marido, por distintas razones: carrera profesional, enfermedad, porque era un niño más; porque tuvieron que salir a trabajar, y las jornadas laborales y luego la jornada de cuidados, no dejaba energía para dedicarse a el proceso creativo.

Olsen señala que no es sino hasta que se ganó una beca, que no pudo dedicarse por un tiempo determinado a escribir. Releva incluso a aquellas autoras que ya longevas pudieron dedicarse a escribir, algunas con escaso éxito, con el último aliento.

La vida de Sofía Tolstaia es un ejemplo vivo de las reflexiones de Tillie Olsen, una mujer dedicada a la vida de un hombre trascendental, a la crianza de trece hijos, y aun así con inquietudes y con una vida rica en talentos y dones, opacados por él, por la vida cotidiana, escribiendo cuando le era posible.

¿De quién es la culpa? termina siendo una autobiografía ficcionada y Selva Almada —en el hermoso prólogo de esta edición— señala, ante el rechazo de la novela por parte de los hijos de Sofía: [que] “probablemente escribirla fue un acto íntimo de victoria, una pequeña justicia poética que nosotras seguimos actualizando con nuestra lectura, más de un siglo después”.

Porque la elección de qué libro leemos también es política. Elegir leer mujeres no es una maña, no es porque sí, es tratar de hacer retroceder años de invisibilización (aunque nunca será suficiente), es poner en discusión libros, autoras e historias, voces nuevas que crecen, mientras que en otra vereda nos hacemos mejores lectoras.

Yo las invito a leer y a leer, y a no dejar de leer, un libro bueno o malo: ¿quién determina eso? Como lectoras tenemos la posibilidad de abrir estas categorizaciones, de conversar el libro que estamos leyendo con nuestras amigas, simplemente porque nos pareció interesante, no es necesario elaborar una crítica literaria para recomendar un libro que te removió. Aún hay mucho que aprender de estas lecturas, mientras haya mujeres escribiendo.

Termino con una cita de Olsen, para animar a quienes navegan la escritura. “No importa si, al principio, no surgen obras maestras, o incluso – tal y como suele decirse – libros bien escritos […] La grandeza de la literatura no solo reside en las/os grandes escritoras/es, sino también en aquello que dice y explica muchas cosas y que también forma parte del suelo fértil de la gran literatura”.

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