Carta a mis familiares: Si me quieres, no votes contra mí (ti)
“No hay como la libertad de ser, de estar, de ir
De amar, de hacer, de hablar
De andar así sin penas”.
*Mientras escribo esto de fondo suena Juan Gabriel.
Desmalezar es una actividad que entrega tranquilidad para pensar, para darle vueltas a cosas que a una le aquejan. Desmalezar es quitar las hierbas nocivas para el sembrado, quitar de raíz lo que no deja crecer a otras plantas. La mala hierba que se roba nutrientes, agua y luz a flores y cultivos. En el patiecito de mi abuela en la región de Ñuble, la ruda, el toronjil, las acelgas, la albahaca, el romero, la menta, los gladiolos y las alegrías del hogar, cada cierto tiempo aparecen rodeados de correhuela –que también se conoce como suspiro blanco–, una especie vegetal trepadora que cada cierto tiempo hay que arrancar porque le resta espacio a las que son de consumo del hogar. Ayer, mientras me dedicaba a desmalezar, me acordé del día en que me dijiste ‘te llamé para saber de ti, no para cambiar tu pensamiento en política”, y no llamaste más.
Me acordé de las veces que cuentas anécdotas de mi infancia, te alegras cuando rememoras esos momentos. Me acordé también de las veces en que salimos a andar en bici, o cuando te acompañé al volley o al fútbol, de cuando fuimos a marchas contra las hidroeléctricas, y de cuando aconsejaste que no valía la pena llorar por quien no me quería. Me acordé de ti bailando cumbia en año nuevo, lo pasamos bien ¿te acuerdas?
Pero no entiendo, hay cosas que no entiendo. ¿Qué pasó en el camino? ¿Se nos olvidó la historia? ¿La Ley Maldita de Gabriel Gonzalez Videla? ¿La dictadura de Pinochet?
Pocas veces se habló de política en la mesa de la casa en que crecí. Cuando lo intenté me decían que era roja, que era comunista. El ambiente machista y patriarcal siempre ha primado, hay poco espacio o casi nulo para intercambiar puntos de vista. Cambian de tema, te dicen que no has vivido, se ríen de ti, te dicen colorienta, te dicen exagerada, pero la verdad es que todo es político, hasta esos mismos gestos lo son, así es que decidí hace años que no me iba a quedar callada y que iba a incomodar. No por mí, si no por las que vendrán.
Todo es político, familia. Desde ir a la escuela en lugar de trabajar a los 14 años como el tata, hasta las pensiones que perciben mi abuelo y abuela de más de 70 abriles, que las mujeres podamos votar, que podamos estudiar, que podamos trabajar, que mi abuela se pueda separar de mi abuelo, el pago por las tareas de cuidado a personas enfermas o adultas mayores como ella y él. La gratuidad a la que accedió una de mis primas al entrar a la universidad, la atención en salud que podríamos acceder todes, la protección del valle que tanto amamos, del agua de los ríos en que nos bañamos en el verano y de la sombra de los árboles nativos que nos da felicidad. Nada de eso va a ser preservado si votamos por el candidato que quiere que eso no exista, así de simple, así de corta. No olvidemos que el candidato de ultraderecha pone en duda el cambio climático, y quiere tributar sobre áreas verdes y animales para que paguen su derecho a existir (propuesta 559). No hay por donde perderse.
Sé que me van a decir que un presidente no gobierna solo, que para eso está el congreso, sin considerar que hay leyes que entregan la facultad al presidente para que dé urgencia a temas que le interesan.
Mientras más le doy vuelta, no termino de entenderlo, nos sentamos tantas veces en la misma mesa. Tú que siempre dices que los políticos quieren todo para ellas y ellos, cómo vas a votar por alguien que fue diputado y que tiene el récord de no ir al congreso. ¿Quién va a llevar a la sala las demandas que nos quedan pendientes? ¿En manos de quién o quiénes vamos a dejar nuestra representación?
Me acordé de ti porque decías que tenías miedo por las mujeres que te rodean. “Mis hijas, mi sobrina, mi esposa y mi hermana son mujeres, hay tanto delincuente por todos lados…”, te entiendo, es lógico preocuparnos por quienes queremos.
Si tu miedo es que las mujeres sean perjudicadas, entonces el camino es elegir una alternativa de proyecto político que las resguarde, una que plantee una sociedad en que se respeten y amplíen nuestros derechos que tanto tiempo ha tomado consagrar, no una donde se menoscaben o se anulen.
Hoy hay un candidato que quiere terminar con el Ministerio de la Mujer, que recién se constituyó como tal en 2016 (luego de 25 años como un “servicio”), reduciendo a la mujer solo a un rol de procreadora, además de derogar la ley IVE de interrupción voluntaria del embarazo en tres causales, esto significa que se retrocederia a un escenario en que un embarazo inviable, riesgoso para la madre o producto de una violación no podía realizarse en una institucion de salud y era criminalizado (propuesta 678), así como también subsidiar solo a parejas casadas (isapres y materias tributarias, propuesta 682) y aumentar a 80 años la jubilacion de las mujeres. ¿Te imaginas a tu mami trabajando todavía?
En torno a disidencias sexogenéricas, no solo se opone al matrimonio igualitario, también al acuerdo de unión civil entre personas del mismo sexo registral, y sobre adopción homoparental y se refiere a la “ideología de género”, conceptualización de ultraderecha para justificar la biologización de los cuerpos y dogmas católicos. Yo no quiero otros derechos, quiero que todes tengamos los mismos derechos, pero primero quiero que nos dejen de matar.
He escuchado que te preocupa la seguridad, por los portonazos, por los asaltos.
Sé que temes por tu negocio, tengo claro que a ti y tu esposa les ha costado, lo veo en sus caras y en el cansancio que cargan a diario. Es complejo entrar a competir en el mercado con una empresa pequeña.
Vivir en un sistema como en el que vivimos da susto: es endeudarse por estudiar, endeudarse por acudir al sistema de salud privado, endeudarse por los derechos básicos para una persona. Y nada de esto es teoría sociológica, esto lo sentimos en la piel.
El miedo es muy efectivo, se cuela por las rendijas de las noticias y disemina en los medios masivos de comunicación, atraviesa con sus vástagos las redes sociales en forma de desinformación, fake news (o noticias falsas) y discursos de odio que atentan contra personas como yo, como las mal llamadas “minorías” porque la verdad es que somos más y si fuéramos pocas, ¿merecemos por eso una vida como personas de segunda clase? Siempre hemos sido diferentes, y eso es lo que deberíamos cuidar. Votemos, por ejemplo, para garantizar el derecho a la identidad de niñez y adolescentes trans o por tener un carnet no binario.
El miedo es la maleza que tenemos que quitar de la chacra, y aunque puedo hincarme y tomarla con la mano, no puedo hacerlo sola. Y no, no estoy hablando solo de diente de león, de la correhuela, o del maicillo. Ven, ayúdame. ¿Seremos capaces de ver más allá de la individualidad que este sistema se ha encargado de impregnar en nuestros corazones? Hazlo por mí. Si me quieres, no elijas el fascismo.
Si me quieres, no votes contra mí, ni contra ti.
Acostarse y despertar pensando que si el escenario político cambia a favor del fascismo tendremos que escondernos, tendremos que teñirnos el pelo, cambiar nuestra expresión de género, o que tendremos que evitar demostrarnos afecto en los espacios públicos es algo que me pasó el otro día. Después de las elecciones presidenciales en primera vuelta en Chile, ese temor se hizo más patente. Esa misma tarde vomité en la casa de amigas donde nos reunimos a ver los resultados. En la noche me dolía el cuerpo, estaba deshidratada, tuve diarrea y vómitos. Lunes y martes, también tuve diarrea, pudo ser una intoxicación alimentaria, pero bien pudo ser la somatización de la rabia que siento en la guata y el miedo que intento ocultar. El miedo a que agredan a alguien como yo, el miedo a que a mis amades les ocurra algo terrible, es algo que sobre todo los hombres hetero cis no logran comprender. Es difícil imaginarlo porque eres un hombre hétero cis y todo territorio es seguro para ti. Este es el temor de tu hija de caminar sola, temor a ser violada y terminar en una zanja o que no volvamos a verla. Es evitar en tu recorrido las calles oscuras, parques solitarios, los pasajes desconocidos. Es el avisa cuando llegues, que acostumbramos al despedirnos. Es ese temor y el paso rápido que he desarrollado para regresar pronto a la casa, que por lucir el pelo corto, o por llevar tatuajes, no importa si es de noche, no importa si es de día. Es ese temor de mirar atrás y los lados unas tres veces antes de darle la mano a une chiquille.
Nada es tan espeluznante hasta que te toca a ti. No había sentido tanto miedo hasta que estirade en su cama, mi compañere reveló que también está asustade, no sabe qué va a pasar. Yo tampoco sé.
¿Nos tendremos que ir?
¿A dónde me voy a ir? ¿Cómo me voy a ir? ¿Por qué me tengo que ir?
¿Por qué llega a ser plausible siquiera pensar en huir del lugar que habitamos?
Se me vienen a la mente escenas de las distopías de la tele, pero no es necesario evocar la ficción, porque la realidad es que nos matan por ser mujer, por ser negra, por ser trans, por no ser lo suficientemente femenina, ni masculino, o por ser algo diferente que no se ciñe al mandato patriarcal binario de cómo deberíamos vernos o vestirnos.
En Instagram vi que alguien que sigo compartía el pantallazo de una conversación con su mamá. Le decía que tenía miedo, que no conocía a nadie que votara por el nazi y la mamá respondía: “yo siempre les digo, ¿por quién vas a votar? Piensa en mi hija”.
Trato de recordar e imaginarme las caras de quienes me conocen desde que nací, que me saludan en mis cumpleaños, que se alegran cuando le preguntan a mi mamá qué es de mi vida, ¿cómo está la Rocío, cómo le va? Trato de pensar en ustedes que me quieren como yo les quiero. Creo –quiero creer– que nuestro deseo es que todas y todes podamos vivir tranquilas y dignas, sin miedo a un gobierno de ultraderecha, sin miedo a la restricción de nuestras libertades, sobre todo de las de niñas, niños, niñes, mujeres, lesbianas, bisexuales, no binaries y trans.
Hazlo por tus hijas, por tu esposa, por tu madre y padre, hazlo por tu hermana, hazlo por tu vecine, por la hija de tu amiga del trabajo, por el sobrino o sobrina con quien no hablas. Hazlo por quien más quieras tú.