El cuerpo como territorio político en Y tú, ¿tan feliz? de Bárbara Carvacho
Si tuviera que definir este libro en una palabra, diría conmovedor. La escritura de Bárbara Carvacho cala hondo, no deja inmune. Y tú, ¿tan feliz? es el título de este volumen testimonial, donde reconocemos una voz en primera persona que narra una experiencia propia, una voz que expone y garantiza su verdad (Morales 59)1. Por lo mismo, un relato testimonial debe acudir a la exactitud de los hechos narrados, describiendo escenas, situaciones desde una mirada minimalista (ibid. 60), donde cada uno de los elementos mencionados adquiere una dimensión gravitante.
Con una enorme potencia emocional, el relato construye un itinerario donde paso a paso vamos experimentando el proceso que vive Bárbara, la voz principal de este relato. Una joven estudiante de periodismo, de clase media, sociable, enamoradiza, carente de educación sexual, que sin planificación alguna se embaraza y que decide interrumpir la gestación. Estamos ante una joven consciente de vivir en un país que penaliza el aborto, pero que ante su desesperación, opta por abortar clandestinamente.
Como miles de mujeres, como todas en última instancia, Bárbara simplemente vive bajo un orden patriarcal, sin consolidar aun una conciencia política respecto a su condición de mujer. El aborto, expuesto de manera descarnada, dolorosa, le permite iniciar un itinerario hacia su autodescubrimiento identitario. Itinerario donde el cuerpo tiene un sitio fundamental. Es un territorio que provoca placer, pero también es castigo, sufrimiento. Por tanto, se trata de un cuerpo biofemenino, amenazado permanentemente por la posibilidad de engendrar. El relato nos aproxima al antes y el después de su toma de conciencia política respecto a su condición de género. Esto significa que Bárbara transita desde la naturalización del cuerpo subordinado hasta la adopción de una discursividad que asume la corporalidad como un territorio político, expuesto a la violencia, intervenido por otros, regulado por un orden legal que opera más allá de su voluntad.
En una segunda lectura, puedo decir que el tema central de este volumen no es el aborto, sino el deseo de emancipación de una mujer que tras el trauma del aborto advierte que es parte de un orden patriarcal que históricamente la ha visto y usado como objeto de placer. Manoseos en su infancia, constantes miradas libidinosas, agarrones en su adolescencia, relaciones afectivas donde la relación sexual era siempre la prioridad, al igual que una actuación en dependencia con lo masculino.
Quiero detenerme en lo que puedo denominar una estética del dolor. Bárbara incrusta en su escritura una cadena incesante de situaciones de marginación, carencias afectivas, sin embargo también alude a las marcas de la violencia en su cuerpo: hemorragia, dolor de útero, moretones. La violencia deja huellas indelebles que le permitirán no dejar atrás el dolor, pero sí abrirse a una experiencia comunitaria. La sororidad es parte de su proceso de reconfiguración. Bárbara, descubre que la afectividad entre mujeres resulta fundamental en su vida. Asimismo, encuentra un lugar, consigue situarse a partir de su experiencia y compartir con otras mujeres que estén pasando por su mismo trance. La narradora logra consolidar un discurso antiindividualista, sin rechazar tener hijos en el futuro o encontrar una pareja, otorgando a su experiencia una función solidaria, fuertemente sustentada en los afectos y el compartir.
La entrega del testimonio personal se abre hacia la presencia de una diversidad de voces que exponen sus historias de dolor, conformando una suerte de hermandad que apoya, sostiene, acompaña a todas aquellas que se sientan marginadas en su itinerario del dolor. La interacción entre la voz protagónica con el coro de mujeres, permite que se diversifique su experiencia la cual es acompañada con una nueva tonalidad del relato. La autora expone con rigor, estadísticas de organismos nacionales e internacionales respecto a la violencia hacia las mujeres, demostrando con ello que estamos ante una pandemia y que necesariamente requiere de nuestra intervención.
Y tú, ¿tan feliz? es un libro de múltiples matices, donde se conjuga el horror con la búsqueda de utopías, la pertenencia a una comunidad y el equilibrio personal. Uno de los términos que más me gustó de lo leído es el “nadie”. Bárbara se autocalifica como nadie de manera permanente, de igual forma, denomina a las mujeres que forman parte de su colectivo. Este término, confirma el habitar un lugar subalterno, así como carecer de voz y capacidad para intervenir en el gran mundo. La palabra “nadie”, sin embargo, tiene una segunda connotación, ruda, autodeterminada, valiente, y, por sobre todo, necesaria para hacernos reflexionar en torno al valor de las “nadies”.
Desde que oí por primera vez a Bárbara Carvacho en un taller literario bullente de entusiasmo, dirigido por el narrador Francisco Molina, advertí que en su escritura había algo que iba más allá de lo común. No recuerdo que en nuestro país se haya publicado un testimonio de esta envergadura. Bárbara está siendo pionera en romper los silencios y mostrar riesgosamente una zona inexplorada en la política de la mujer.
*Este texto fue presentado originalmente en el lanzamiento del libro “Y tú, ¿tan feliz?”, de Bárbara Carvacho, publicado por Editorial La Secta en agosto de 2019.
1 Morales, Leonidas. La escritura de al lado. Géneros referenciales. Santiago: Cuarto Propio, 2001.