El gesto del paco Rozas: honestidad brutal

Recuerdo que cuando era niña, en plena década de los noventa, la utilización de la palabra “gesto” la escuchaba con frecuencia, como una acción realizada para hermanar, reconciliar. Reconciliación. Esa también la escuché muchas veces en la tele, cuando entrevistaban a señores. Señores cuyos nombres no recuerdo, ni tampoco sus caras, me imagino que la poca consistencia y sinceridad en su discurso los hacían profundamente olvidables. Es probable que hayan sido los mismos que siguen ahora en el Congreso, después de treinta años, tapando con términos como “centro derecha” toda la basura y el horror que cometieron por ganar un poco más de plata en los años ochenta.  

Ya inicié mi treintena y siempre he vivido Chile escuchando la palabra “gesto” como algo que se supone positivo, como una acción que marca algún tipo de avance. Creo que de todas las fracturas que existen entre el discurso y lo práctico, en esa palabra se condensa todo, se transforma en la más evidente, la que envuelve a todas las demás. Debe ser esta la esencia del arte de la política. Gesto como acción vacía. Gesto como silenciador. Gesto como eufemismo para decir que nunca se hará lo suficiente, porque no está permitido. Porque no quieren permitirlo. 

En la mañana, mientras desenredaba mi pelo en la ducha, pensaba en la palabra gesto. Pensaba en el paco Rozas queriendo nombrar a la Academia de Carabineros “Rodolfo Stange”, el nombre de un miembro de la Junta Militar durante la dictadura (¿no les da risa que exista una escuela para egresar con cartón de asesino? A mí sí, debe ser el post trauma). 

Pensé en que por fin la palabra gesto cambiaba de estado y entraba en el mismo carril de la realidad. Juntas de la mano, como si fueran una sola, caminando en la misma dirección. Pocas veces en Chile hemos podido ver cómo los gestos dejan de ser un eufemismo, para ser una puntada directa. O una patada en la raja. O un balín en el ojo. Pocas veces vemos cómo lo que se dice es lo que es. O lo que alguien realmente tiene en su cabeza y lo desvela. ¿Se acuerdan cuando Piñera en el 2010 firmó el libro de oro de visitas ilustres en Alemania con la frase “Deutschland, Deutschland über alles”? Ya. Eso no fue ignorancia. Fue honestidad por impunidad.

Esta mañana sentí que el gesto del paco Rozas era de una sinceridad brutal. ¿Ponerle el nombre de un asesino, a una escuela para formar asesinos, en un país en el que los últimos meses no han demostrado nada más que ser asesinos?

Cuánta fortuna en gozar de momentos de tanta transparencia solo gracias a la exención que ostenta. Aunque luego se arrepintió. Olvidó las maneras, olvidó la política ¿Qué nombre querrá ponerle ahora? ¿Cuál uniformado ilustre de la historia de Chile será digno de titular la escuelita? O, ¿por popularidad quizás buscará a alguien del mundo civil que haya sostenido alguna relación valiosa con su jardín de pacos? ¿Pensará que quizás hayan personajes del espectáculo que estarían felices de tal honor? Mirando la tele pienso en que hay mucho para elegir. Desde los matinales a los noticieros. ¿Qué nombre le pondrían ustedes a la escuela de los pacos? Les permito honestidad brutal. 

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