No Tonka, no es fácil

Estoy en mi cuarta semana de cuarentena. Un estado que muchos durante las primeras semanas de marzo decían que era un privilegio absoluto, una opción casi solo para los dueños de medios de producción. En primer lugar, creo que eso no es del todo ajustado a la realidad, sé que hay muchas personas que están pudiendo hacer cuarentena simplemente porque están sin trabajo. En mi caso -y el de muchos, estoy segura- esta cuarentena es posible solo gracias a una forma más de trabajo precarizado que a veces podía verse cool cuando lo acompañabas de una taza de café, en una terraza del centro (antes de la pandemia), pero que en el fondo es solo eso: trabajo precario. Buscarte la vida todos los meses, intentando hacerte un sueldo para pagar las cuentas ofreciendo temas y escribiéndolos cuando alguien los acepta. 

Si es por encierro, en realidad, estoy confinada desde diciembre. Me despidieron de mi trabajo como editora en una radio a inicios de ese mes junto a muchas personas más y volví a mi vida anterior, a la que llevaba años teniendo, la de periodista independiente. Algo que no significa más que armar un escritorio en tu casa (en el mejor de los casos) y ponerte a escribir, por si alguien quiere publicarte. 

Evidentemente, no me estoy quejando. Tengo una vida sencilla que puedo hacer aún más sencilla si es necesario (ya lo hago) porque no tengo hijos, por ejemplo. Ahí es cuando me siento culpable por sentir angustia, por quejarme internamente por mi trabajo precario. No tengo hijos. “Si me muero de hambre, me muero sola”, pienso. Y en ese momento me entra otra rabia diferente, porque nadie debiera vivir pensando así. Entonces, a ratos creo que sí, estoy en todo el derecho de sentir la ansiedad que siento, porque a todas luces vivo en la precariedad al igual que muches otres. Porque no sé qué se siente tener ahorros o casa propia, sé más de lagunas que de cotizaciones rigurosas en la AFP, porque no sé cómo será el mes que sigue en términos económicos y ni hablar de enfermarme. En Chile ninguna persona con trabajo precario puede permitirse una enfermedad. Ni siquiera en una pandemia. El que no funciona no come. 

Es por todo esto y más que cuando encendí la tele el otro día en la mañana y vi un spot de consejos por el Coronavirus, me enojé mucho. Aparecía Tonka Tomicic diciendo “quédate en casa, es fácil”. 

“Es fácil”. 

Mi estado de precarización me obligaba a estar en mi casa desde antes del Coronavirus, es por eso que la cuarentena me pilla encerrada. Un privilegio sostenido en una casita de naipes, digamos. Encerrada escribo, encerrada pienso, encerrada ofrezco temas en pautas que aceptan o rechazan por una cantidad de dinero que, generalmente, no compensa el tiempo (y nivel de especialización) que le dedicas a esa tarea. Encerrada hago los cálculos para pagar el arriendo. Pero así como para mí el encierro, desde hace meses, es el medio para poder trabajar, para muchas otras personas, el encierro es una sentencia de hambre (y de peligro). Si no pueden salir de sus casas, no comen. Entonces Tonka, no. No es fácil. 

Y me doy cuenta que hay muchas otras cosas que no son fáciles, partiendo por la capacidad de las personas a cargo de los medios de comunicación para liberarse de cualquier pudor (o simplemente vivir en la inconsciencia e incapacidad de reconocer su rol y ver más allá de sus experiencias) y transmitir una frase como esa en este contexto. “Quédate en casa, es fácil”.

En mi cabeza resuenan esas palabras, con esa vocecita estúpidamente optimista que tiene y que no tranquiliza a nadie, mientras veo imágenes de colas eternas en las oficinas en las que se cobra el seguro de cesantía. Pienso en ella cuando escucho en la radio a una dirigenta de la Federación de Trabajadoras de Casa Particular, diciendo que tienen un catastro cada vez más extenso de compañeras cesantes junto a sus maridos, que a veces también trabajan en casas como jardineros, por ejemplo. La escucho cuando llega un mensaje de una amiga que avisa que tiene fiebre y le cuesta respirar, pero que la clínica que está más cerca de la casa no la va a atender si tiene Fonasa. 

Hay algo más que no es fácil. No es fácil aguantarse las ganas de tirarle un zapato a la tele cuando aparecen las personas que trabajan en el gobierno y creen estar dando un aleccionador y republicano discurso, cuando en la realidad solo son unos ignorantes que piensan que se han ganado el puesto de autoridad simplemente por ser ellos, tratando a todos como monitos irresponsables que no saben quedarse en casa. 

¿De verdad no entienden que hay millones de personas en Chile que sobreviven al día? (otros millones más solo sobreviven por su capacidad de endeudamiento). ¿Tanta beca de especialización en universidades extranjeras para nada? Y vuelvo a la misma reflexión de octubre y de antes de octubre. Lo entienden todo perfectamente, pero es la manera en la que quieren que vivamos.

Pienso que habrán dos caminos luego de que esta pandemia pase: el 18 de octubre habrá sido solo un ensayo del levantamiento popular que se viene o, por el contrario, el miedo, el hambre y la necesidad de tener un trabajo para sustentar a una familia va a ser el método de control más certero que tenga este gobierno. Espero que no sea así. Hay muertos en el camino. No puede ser así. 

Así que Tonka, no. No es fácil. 

Sobrevivir no es fácil. 

Yo sobrevivo encerrada desde antes de esta pandemia y te digo que no, antes de esto tampoco era fácil. La casita de naipes puede volar con un suspiro en cualquier momento y aún así en este contexto, la perversión de este sistema me hace verlo como un privilegio, sin duda.

Ahora, imagínate lo que significa tener que salir de tu casa para poder conseguir algo de plata para comer, sin saber si llegarás enfermo de vuelta. Sin saber que, si te enfermas, habrá un respirador para ti en la UCI. Imagínate salir a trabajar porque el gobierno ha sido incapaz de actuar como gobierno, sino que lo hace como una empresa. Los muertos no importan, la productividad sí. Imagínate salir a la calle todos los días por un sueldo que puede ser igual a lo que recibe en un día un rostro de la tele, enfrentando peligros, pero al mismo tiempo, en este contexto, mágicamente, eres calificado como trabajador o trabajadora esencial. Una trabajadora esencial con un sueldo de miseria. 

Tonka, ¿sabes qué es mucho más fácil que quedarse en la casa? Darse cuenta de los diferentes tipos de clasismo explícito que trajo esta pandemia, más, como si en Chile eso fuera posible. La clase trabajadora es la que deja su casa (que no siempre es un hogar ni un refugio, pero es lo que tiene). Ese trabajador o trabajadora “esencial” que gana una miseria y es quien hace filas para todo. Los primeros días para entrar al Metro. Los siguientes, para entrar al supermercado (muchos de ellos pagarían la mercadería con tarjetas de crédito). Ahora último, la fila es para cobrar el seguro de cesantía. ¿Cuándo aparecerán en tu matinal las filas para acceder a una atención de salud oportuna? Espera, esas ya las vimos. Cientos de abuelos en todo Chile con peligro de contagio por ir a buscar vacunas contra la influenza en los consultorios. 

Tonka, no es fácil. Imagínate estar encerrada con el hombre que te pega o te viola, porque para muches, una casa no es un hogar ni un refugio. ¿Te gustaría proponer eso en pauta? Si es así, ojalá no lo aborden como el caso de Nabila Riffo. Imagínate ser migrante y vivir hacinada con dos familias en espacios reducidos que también tienen que salir para comer todos los días. Imagínate no tener casa. Vivir en la calle.

Creo que hay algunas cosas que son más fáciles que exigirle a la clase trabajadora que se quede en casa, cuando vivimos en un país con un Estado casi inexistente y un gobierno que ha apelado a la buena voluntad de los empresarios, en vez de crear políticas públicas a la altura de la situación. Por ejemplo, es mucho más fácil contrapreguntar cuando una autoridad dice algo que derechamente es una mentira. Ojalá lo probaran, es útil.

También es mucho más fácil hacer algunas preguntas. ¿Qué pasa con todas esas familias que han salido, por los medios que tienen, a desmentir al ministro Mañalich? ¿Por qué lo desmienten? ¿Cuáles son los antecedentes que podría entregar el ministro? No una declaración, sino papeles, exámenes, certificados de defunción. ¿Qué están haciendo los militares en las calles además de videos ridículos? ¿Están desinfectando las micros? ¿El Metro? ¿Hospitales? ¿Las calles?.

¿Por qué si la pandemia mundial indudablemente va a hacer caer la economía no se dedican a evitar muertes y pobreza? La economía puede volver a levantarse, los muertos no. Aunque los ultra neoliberales ya se dieron cuenta de algo: el mercado no salva a nadie (excepto a ellos mismos), así como nunca se ha autorregulado y, atención, los empresarios no generan riqueza, la genera la clase trabajadora. ¡Un shock! Alguien anda buscando desesperadamente la ayuda de un entramado que detesta. 

Cuando dejo de escuchar en mi cabeza la frase de Tonka, pienso en cómo será el mundo cuando esto pase. Todo lo que haya que reconstruir, que será mucho, ¿lo haremos de la misma forma? El miedo y el control que están teniendo sobre nosotros y nuestras vidas a punta de precarización ¿nos convertirá en borreguitos? Espero que no. Sobrevivir no es fácil, ni en casa, ni afuera. Y ya tenemos muchos muertos. 

View Comments (0)

Leave a Reply

Your email address will not be published.

esmifiestamag.com 2013 - 2023