Mi apellido Catrileo
Por Daniela Catrileo
Iñche Daniela Catrileo Cordero pingen. Mi apellido Catrileo, viene de mi familia paterna, ñi chaw es Ernesto Catrileo Collihuin ka ñi laku es Segundo Catrileo Quilaqueo, ambos nacidos en el sector de Chañil Quilaco, al interior de Nueva Imperial. Yo nací en San Bernardo, una comuna que está al sur de Santiago. Me tocó nacer ahí por la migración de mi familia mapuche a la periferia santiaguina.
Mi apellido Catrileo, proviene de dos palabras: “katrü” que significa corte y “lewfü” que significa río. La primera vez que supe esto, tenía pocos años. Una profesora me lo dijo en el colegio. Luego, un poco más grande, un profesor de historia me lo reiteraba, aunque ya lo sabía. Ambos me dijeron que mi apellido significaba “río cortado”. Lo recuerdo bien, porque en ese entonces alguien bromeó con que mi apellido parecía “agua estancada”. Esa imagen del agua y del río, me siguen hasta hoy. Por eso no es azaroso que el primer libro que escribí lo llamé “Río herido”, resignificando poéticamente la escisión. De alguna manera, quise no ser agua estancada, ni agua cortada, sino que herida. Un afluente que porta la llaga y ambos elementos son los componentes de mi herencia.
Hago esta especie de genealogía para hablar de Matías. En el año 2008 yo estudiaba en la Arcis, me tocó estar allí para la difusión de su asesinato. Desde ese momento hasta hoy, recibo mensajes preguntando por mi hermano. También gente más desinhibida que sin conocer, me pregunta directamente por nuestro parentesco. Al principio, me daba una vuelta larga para responder. No era fácil explicarle a otro, nuestra relación comunitaria o “de familia” que siento hacia otro u otra lamngen, aunque no portemos el mismo apellido. Sin embargo, me he vuelto un poco más severa con los años, incluso conmigo. Creo que hoy, después de once años del asesinato a Matías Catrileo y con todos los muertos que portamos, no basta una chapita mapuche o agitar una Wenufoye de vez en tanto. También hay un deber en investigar, en hacer consciente los territorios que pisamos y los cuerpos que siguen habitando sus espacios. Los mapuche no somos un pasado, ni somos una comunidad aislada en el sur.
Ahora cada vez que me preguntan por Matías, siento que es ignorancia o ingenuidad. Muchas veces, bromeamos sobre nuestros parientes, dependiendo del territorio de donde venimos (tuwün) o el apellido que portamos (küpalme). Sin embargo, la sonrisa cómplice la comparto con el pueblo al que pertenezco. Cada lamngen que me encuentro en el camino, es un hermano o hermana para mí, tenemos una raíz y una memoria común, que podemos urdir por medio del nütramkan (conversación). Nuestras historias son similares, más allá de un apellido en particular. Hoy en día, Catrileo somos muchos, nuestro küpalme fue esparcido como el río que lo nombra. Matías Catrileo portaba este küpalme, que nos liga de otro modo, pero también fue un lamngen que nació en Santiago, cuya hermandad diaspórica nos hace enredar y acercar más en este witral. Matías no fue mi hermano, ni mi primo, de la manera en que se construyen las visiones chilenas de familia. Yo nunca lo conocí hasta que su rostro fue esparcido después de su muerte. Matías portaba también el río y la herida. Y cada vez que veo mi nombre en algún lugar, lo que resuena fuertemente es CATRILEO, como un significante que no sólo nos nombra como sujetos particulares, sino que habla más allá de nuestros cuerpos, habla de un pueblo que se percibe como colectividad, como familia, a pesar de su heterogeneidad.
Por eso, siempre digo que portamos muertos y para algunas familias ha sido muy difícil reconocer esos procesos, ya sea por la tergiversación de los medios o el dolor. Hay otros apellidos que no porto, pero también son parte de mi familia, Collihuin es uno. Ese linaje es el materno de mi padre, de mi abuela Juana Collihuin, hermana de Juan Collihuin. Durante fines de agosto del 2006, el lonko Juan Collihuin Catril era asesinado por la policía, también en un supuesto enfrentamiento. El lonko tenía 71 años cuando el sargento Luis Marimán Levío le disparó. Quizás su nombre no resuene tanto, pues ya han pasado más de doce años. Juan, fue quien se hizo cargo de mi padre, cuando mi abuelito se tuvo que venir a vivir a Santiago. Juan Collihuin era asesinado por la misma policía que lo había torturado en dictadura por organizarse junto a otras comunidades y oponerse al decreto de ley 2568, cuya jugada era modificar la ley indígena 17.729 promulgada por Salvador Allende. El lonko venía siendo detenido y torturado desde el año 1986, hasta su asesinato en el año 2006. Veinte años de una continuidad entre dictadura y “democracia”. Entre tantos puntos en común, también portaba el río y su herida: Juan Collihuin Catril. Catril de “katrü- lewfü”, de río cortado, de río herido. Juan y Matías, portaban ese río que hoy se levanta como un cauce que crece en cada uno de nosotros.
*Foto: Álvaro de la Fuente, Proyecto Diálogo