La defensa del patriarcado
La justicia muchas veces me parece injusta, confusa, desigual y me da rabia no entender a cabalidad cómo funciona, por qué en unos casos pasa esto, y en otros aquello. Se supone que la justicia nos protege, nos blinda de hechos que nos dañan, pero no, ¿cuántas veces la justicia se ha equivocado, y en ese error, humano para muchxs, arruinado vidas? Muchas, demasiadas para no ser contadas.
Durante estos días se conoció que Francisca Díaz, egresada de Derecho, quien en el año 2016 denunció a Willy Fahrenkrog (en ese entonces, fiscal subrogante de Hualaihué) por agresión sexual, fue declarada culpable por “denuncia calumniosa“, mientras que el hombre fue sobreseído. ¿La condena de Francisca? Tres años y un día de pena remitida, además del hecho de que el Ministerio Público concluyese de que la agresión no fue tal, sino que una “relación consentida”. Entonces, cuando el Gobierno y la gente nos dice que denunciemos y “no lo dejemos pasar”, ¿qué hacemos?.
El lunes 26 de noviembre se supo que, en Argentina, Matías Farías, Juan Pablo Offidani y Alejandro Maciel, los tres acusados de la violación y muerte de Lucía Pérez (de dieciséis años) fueron absueltos por esto, pero condenados por droga. La vida de una joven vale menos que algo de droga.
El año pasado Joane Florvil, haitiana en Chile, fue detenida y acusada de abandonar a su hija. Miles de personas la juzgaron por redes sociales, y entre la angustia y la barrera idiomática, falleció. Meses después, resultó que el Quinto Tribunal de Garantía de Santiago decretó que no incurrió en abandono, es decir, que era inocente de lo que se le acusó. “Podemos decir finalmente que la señora Joane Florvil falleció siendo inocente”, manifestó la defensora penal pública Daniela Saba.
Hace varios meses, se conoció que cinco hombres españoles, José Ángel Prenda, Alfonso Jesús Cabezuelo, Jesús Escudero, Ángel Boza y Antonio Manuel Guerrero -autodenominados como “La manada”-, abusaron sexualmente y de manera continua -violación- de una joven española en la Fiesta de San Fermín del 2016, según arrojó la investigación (que se extendió por aproximadamente dos años). Quedaron en libertad provisional. Uno de ellos (Guerrero), incluso intentó conseguir pasaporte, algo que tiene prohibido.
Luego, se informó respecto a la condena de Nahir Galarza, la joven argentina que, según arrojó la investigación (que se extendió por aproximadamente ocho meses), asesinó a su novio de dos disparos. Cadena perpetua, se lee en varios titulares trasandinos, de otras partes del mundo, y de Chile también .
Poco después, acá en Chile, en la Quinta Región, destrozaron la animita que armaron para recordar a Nicole Saavedra a dos años de su asesinato. Quienes la asesinaron, siguen sueltos, y el crimen, impune.
Hace un año y un poco más, el delito cometido en 2016 contra Nabila Rifo fue recalificado como “delito de lesiones graves en contexto de violencia intrafamiliar”, desestimando el femicidio frustrado.
Y, a fines de julio, en plena marcha pro aborto libre, realizada el 25 del mismo mes, apuñalaron a tres mujeres, quienes se manifestaban ese día. Hasta la fecha, no sabemos de sospechosos, menos, de culpables. El Gobierno demoró en su respuesta, quizás es más “siniestro” para ellxs (como dijo Natalia Valdebenito) las patadas en la raja a Kast hace algunos meses. Hasta el periódico inglés The Guardian fue más enfático en criticar los ataques, y de igual modo, el actuar (o no actuar) de las autoridades.
En base a todos estos hechos me he preguntado mucho respecto a la justicia. Demasiado. Y bueno, no sólo respecto a ella, sino también a cómo la percibimos, cómo nos enteramos de lo que sucede en tribunales, ergo, respecto a cómo los medios de comunicación enfocan los temas. Porque no, no seré abogada, pero sí periodista, y en estas temáticas, el actuar de varixs colegas deja mucho que desear.
Y mientras más pienso, creo acercarme a una conclusión: mientras seas mujer, lesbiana, trans, migrante, o básicamente te identifiques como lo que sea, excepto hombre cis género, heterosexual, clase media-alta, la justicia se aplica como un mazo justiciero, como un imán gigante que nos pone en nuestro lugar, el cual, claro está, se encuentra bajo el sistema patriarcal que por siglos nos ha socavado.
¿Qué quiero decir con esto? quiero decir que aunque seas víctima (como Nabila) o victimaria (como Nahir), primero eres mujer, y sea lo que sea que hayas o te hayan hecho, tu historial de romances, tus publicaciones en redes sociales, tus hábitos, tus gustos, y hasta tu informe ginecológico serán utilizados para ponerte en tu lugar, para devolverte a la zona bajo el yugo de la cual jamás debiste salir. Porque sí, vimos en televisión abierta cómo Tonka Tomicic y lxs panelistas del matinal Bienvenidos discutían muy sueltxs de cuerpo respecto del informe ginecológico de Nabila, mientras, un año y unos meses después, al otro lado de la cordillera, en el proceso judicial del caso de Nahir Galarza y Fernando Pastorizzo se mostró un vídeo íntimo de la pareja, el cual fue filtrado. Respecto a Lucía, la chica argentina, se dijo tanto, y sobre todo, se la culpaba a ella por irse con esas personas. Para qué decir de la víctima de “la manada”, que andaba borracha, que se les insinuó, blá blá blá. Así podríamos seguir todo el día, con una lista de cómo se culpabiliza a las mujeres por sus devenires.
Los medios, en ambos casos (Nabila y Nahir), juzgaban el actuar de ambas mujeres en base a su comportamiento, en base a su apariencia, y la justicia, o los dictámenes de la misma, pasaban a segundo plano. Sin defender a Nahir, me pregunto, ¿en cuántas ocasiones supimos tanto de un feminicida? con “suerte”, recordamos sus nombres. Ojo, con esto no pido conocer más allá al feminicida, no pido publicaciones como la que hizo La Tercera en 2015 sobre Luis Reyes, asesino de Vania Tartakowsky, en la cual lo humanizó, y cito: “En la carpeta de investigación, amigos, colegas del hospital y familiares coinciden en que Reyes era un hombre tranquilo, de trato suave, que apenas levantaba la voz. Y todos dicen que lo ocurrido no les calza con la personalidad del doctor”. No, no queremos saber que los feminicidas son buenos para el fútbol, que son excelentes en sus pegas o que los asados les quedan ricos.
Pero pido que así como no se nos olvidan los detalles de la vida íntima de las mujeres mostrados por los tribunales y medios, no olvidemos los nombres de los asesinos. Pero sí quiero que la justicia y los medios actúen como deben, porque sí, aunque suene cliché y manoseado, crean realidades y quiero que el eco de sus acciones, muchas veces irresponsables, deje de vender la imagen que queda en muchas cabezas: que Nabila no encaja en el estereotipo de víctima perfecta, que Nahir es la victimaria femme fatale que Latinoamérica esperaba, que Nicole era una lesbiana que se lo buscó, que las tres mujeres apuñaladas son unas feminazis, que La Manada sólo quería pasarlo bien un rato, que Joane era migrante y debió aprender español, que Francisca no debió tener Tinder en su celular, que Lucía no debió disfrutar de su juventud. Quiero que la justicia, y los medios, dejen de fallar a favor del falo.