¿Qué sentiste y pensaste cuando supiste el veredicto del caso de Nabila?
Convocamos a colaboradoras de Es Mi Fiesta a contarnos qué pensaron y sintieron cuando supieron del veredicto del caso de Nabila Rifo. En la opinión de mujeres con diferentes edades y ocupaciones, se cruzan algunos conceptos comunes: el desprecio a los medios de comunicación, la rabia frente al Estado y el Poder Judicial. La fuerza. Les invitamos a leer y contarnos también, en comentarios, qué fue lo que sintieron y pensaron ustedes.
LA RESISTENCIA
Cuando supe el veredicto del caso de Nabila, no pude respirar aliviada. Mauricio Ortega estará 27 años en la cárcel pero ¿y eso qué? si el machismo y las conductas seguirán en impunidad mientras sean avaladas por el Estado, la justicia, la educación, los medios y la sociedad. No basta con que Ortega esté 27 años privado de su libertad si una parte de la sociedad aún cree que Nabila se lo buscó.
Siento que nada será suficiente para hacer justicia por Nabila ni por todas las mujeres que han muerto en manos del machismo y de los hijos sanos del patriarcado. Les quitaron la vida, se las arrebataron de golpe sólo porque a un hombre se le dio la gana de hacerlo y se sentía con el poder sobre una mujer para cometer estos actos. No debemos olvidar que el comienzo de estas conductas tiene su lugar en el cotidiano, en la justificación e invisibilización de la violencia. No puede ser que aún el caso de Nabila sea tratado como “violencia intrafamiliar” por los medios. No fue violencia intrafamiliar, fue violencia de género, violencia machista.
Nabila es nuestro ejemplo vivo de lo que es la resistencia. Por Nabila, por todas las compañeras que ya no nos acompañan y por nosotras: contra el patriarcado y contra todo quién intente ocultar la verdad.
LA VERGÜENZA
Esperé el veredicto con el estómago apretado. En un país que no garantiza los derechos humanos básicos de las mujeres, cabía la posibilidad de que Mauricio Ortega saliera libre de polvo y paja. Una vez que se determinó su culpabilidad en el delito de femicidio frustrado (no así en el delito de amenazas), tampoco respiré tranquila; el tratamiento que tuvo la prensa en base a este caso fue nefasto. Cuidaron en todo momento la integridad y presunción de inocencia de Ortega, por un lado, pero exhibieron los detalles más íntimos de la víctima, por otro. ¿Qué ganas les quedan a quienes siguen sufriendo de violencia de denunciar, si éste es el trato y escrutinio que van a recibir? Me sentí personalmente avergonzada con lo que hizo Bienvenidos, me dolió el cuerpo pensar que hay quienes justifican lo que le ocurrió a Nabila, como si existieran razones válidas para dañar a tu pareja. Creo que como productoras de contenido, nuestro deber es (por lo bajo) condenar y cuestionar públicamente a quienes denigran a las víctimas de violencia para que, algún día, éste sea un país donde a los potenciales agresores no les queden ganas de dañar al resto.
LA FUERZA
Cuando conocí el caso de Nabila, pensé instantáneamente en las torturas propias de la inquisición, pensé en que aún están aquí y se esconden debajo de la biblia en el velador, en las canciones de amor (romántico) que no paran de sonar en la radio, en el miedo que tenemos las mujeres de no volver a querer a alguien luego de vernos destruidas por el ego masculino.
Leí una frase que decía: “Nabila es más fuerte que todas” y eso quiero resaltar, la sentencia de culpabilidad del agresor es lo mínimo, ya que ¿quién le devolverá a ella todo lo que perdió?. El poder judicial no da el ancho, el dictamen final no paga lo que la violencia patriarcal significó en la vida de ella y tantas más. El peor juicio no fue sólo ese, sino que además el de toda la sociedad que se atrevió a dudar y culpabilizar a la víctima, como fue el caso de Rosita Alvarado, quien fue el peor rostro de la misoginia entre nosotras.
Conversemos y discutamos cada hecho en el que nos sentimos mínimamente pasadas a llevar, éste caso ya pasó a ser parte de nuestra historia, no volvamos a repetirla, que quede en letras grandes y negras que nos recuerden que es parte de una realidad sobre la que queremos construir otra totalmente distinta, por todas las asesinadas, Macarena, Berta, Micaela; la lista sigue y no da señales de detenerse, a Nabila le sacaron los ojos y a todas nos quitaron el velo sobre los nuestros, ahora nadie nos hará retroceder.
LA PALABRA
Escuché el veredicto de Nabila en vivo y en directo, por la página del Poder Judicial. No estaba en modo True Detective con un checklist a mano para verificar que todo fuera coherente con su primera declaración o lo que aparecía en la prensa. Sólo veía y escuchaba atentamente a esta mujer, cargada de dolor y valentía (una mezcla de la que, creo, podemos hablar las mujeres con conocimiento) ¿Cómo es posible que alguien viva algo así? Un relato desgarrador, sacado de una película de terror y un thriller sicológico.
Yo le creí y le creo todo a Nabila. Su palabra es la más importante y también la más dolorosa, ¿cuántas veces ha tenido que revivir esta escena y todas las anteriores de violencia en su vida? El año pasado yo tenía 29 años y mi máxima preocupación era tener un trabajo entretenido y cambiar las cortinas de la casa, mientras que Nabila, a la misma edad, tiene 4 hijos y está en pleno espiral demencial de la violencia de género, del sistema judicial, la prensa, las redes sociales. Que nadie se atreva a decir que esto no es un tema de clase, de pobreza, de inexistencia de privilegios. Como feminista creo en ti, Nabila, y como periodista no voy a descansar hasta que podamos terminar con el entramado del patriarcado y capitalismo, en la figura de Mauricio Ortega y todos los que te han hecho daño, que te quitó la vista.
Simplemente te creo, Nabila.
EL DOLOR
Al escuchar el caso de Nabila Rifo, no me queda más que sentir pena, dolor, rabia e impotencia. No entiendo el machismo ni el sistema patriarcal en el que estamos, no comprendo de qué forma es posible aquel nivel de violencia, no solo lo cometido por Mauricio Ortega, sino también la violencia institucional y social a la que Nabila fue expuesta. Porque los medios de comunicación se aprovecharon del caso como si fueran puntos de rating. No entiendo cómo es posible que el poder judicial se preste para desacreditar a la víctima si su mayor finalidad es la justicia y satisfacer el bien común. Aún más, me duele que la justicia no sea ciega, sino que vea con los ojos del machismo.
Me pregunto cómo aún no existe una ley de prevención a la violencia de género y espero con fuerza que no deba ocurrir otro caso terrible para obtenerla. Me duele que hayan tratado de justificar un femicidio frustrado diciendo que se lo andaba buscando, que tomaba de más, que era mala madre. Me duele que vivamos en un mundo donde personas como Mauricio Ortega piensen que su forma de actuar es la correcta y que haya un sistema detrás actuando con ese objetivo, pero por sobre todo, me aterra pensar que no es un caso aislado, que Nabila es una y como ella, existen muchas más.
LA INCREDULIDAD
Creo que hace mucho tiempo que no sentía tanta ansiedad. Tenía la guata apretada, el corazón latiendo rápido y las manos temblorosas. Miraba una y otra vez la página del Poder Judicial, esperando que comenzara la transmisión. Era una espera amarga, por mi mente pasaron los cientos de veces que he tenido que ver como los agresores femicidas salen libres, las órdenes de alejamiento son desestimadas y las vueltas a cero.
Era una espera por mí también, porque alguna vez estuve en vivo en una sentencia, contra un agresor contra el cual no pude valerme del VIF por no haber sido convivientes o con hijos de por medio. Creo que ni esa vez había sentido tanta ansiedad. Al menos yo tenía unos padres respaldándome, a muchos amigos y amigas increíblemente apañadores. Nabila tiene muy poco. Perdió uno de sus sentidos, ha sido sometida al escarnio público, la gente se ha sentido con el derecho de cuestionarla, de burlarse de ella, de justificar la infame agresión, la televisión hizo un festín de ella, utilizaron su cuerpo como un territorio de conquista, en vez de haber sido responsables y éticos con ella y con las miles de mujeres e identidades no binarias que han sido vejados y desprovistos de su intimidad para el circo público. Los animadores de matinales y sus equipos tuvieron la oportunidad de hacer las cosas bien por una vez en sus vidas, sentar precedentes, pero eso no ocurrió.
Con todo esto, cuando se declaró culpable a Mauricio Ortega, volví a respirar. A pesar de las dudas del juez Ríos-Moncada, a pesar de los cientos de hombres que creen saber más que la víctima lo que pasó esa noche (un saludo para el pésimo de Pedro Cayuqueo, que aún con sentencia emitida sigue hablando de que “algo raro hay”). A pesar de todo, siento que todas volvimos a respirar aquella tarde. Nabila más que todas, espero. Ahora que comience la vida nueva y lo prometido por el Gobierno, adaptar su hogar, que permanezca la compañía de terapeutas y especialistas. A Nabila le creímos y seguiremos haciéndolo.
LA SORORIDAD
El caso de Nabila me genera mucha angustia. Me hace pensar en todas las mujeres que no sobreviven a la violencia de sus parejas para responder a quienes justifican las agresiones. En las que nunca pudieron responderles a quienes necesitan averiguar sobre su vida sexual antes de posicionarse frente a un ataque machista. Nabila me emociona cada vez que habla, cada vez que se hace presente. No solo es el símbolo más reciente de la bruta violencia machista más arraigada en nuestro país, no solo nos une como feministas, no solo nos hace recordar lo urgente que es seguir luchando por cambiar esta realidad. Nabila no es una mujer como todas, a Nabila no “le arrancaron los ojos”, se los arrancó Mauricio Ortega y como si fuera poco, tiene que lidiar con los juicios sociales, con la violencia del matinal, con el rostro de He For She re-víctimizandola una y otra vez, mientras cobra su millonario sueldo de rostro de televisión.
No puedo decir qué me sucedió en el momento de la sentencia porque no creo que existan palabras para describir ese horror. Lo de Nabila me asusta, me deja pensando, tengo que procesarlo en más de un día. Desde México, un país con niveles altísimos de violencia contra las mujeres, pienso en si Chile está caminando estrepitosamente hasta una realidad como esta. Y que nos vamos a dejar de impresionar, de conmover y movilizar por cada vez que nos maltratan, o que nos matan.
Y pienso en la televisión, en los medios de comunicación en general, en la poca y nada preparación (o interés) en comunicar sin violencia, en educar para cambiar este sistema que nos posiciona como seres inferiores y desechables. Me indigna ver a los canales buscando rating a costa de Nabila. Y me enoja ver su noticia entre medio de otras que perpetúan la cultura de la violación, que entrega nuestros cuerpos al designio del hombre machista que nos topemos en el camino, ninguno enfermo, todos sanos hijos del patriarcado.
La pienso como sobreviviente. Necesito que esté rodeada de mujeres y que el feminismo pueda salvarle la vida nuevamente, tal como lo hicieron en el hospital esa noche en que Mauricio Ortega la dejó a su suerte luego de haber descargado su rabia y odio machista contra ella. Pienso en las amigas que soportan relaciones violentas, y qué es lo que falta para que a ellas no les suceda esto.
La sentencia de culpable me alivia, pero como feminista no tengo ninguna confianza en que le darán una condena justa. ¿Qué podría compararse a quitarle los ojos a una persona? ¿Cuál sería el castigo que podamos sentir justo para Mauricio Ortega? Todos los femicidios tienen detalles así de horribles, y pienso que el que Nabila haya sobrevivido nos obliga a mirar esto de frente, a dejar de buscar eufemismos y a exigir que nos dejen de matar, maltratar y acosar. Me alegra ver a Nabila junto a la Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres, me alegra ver cómo llena de coraje y razón le responde al juez, ¿cuando se acaba el horror? ¿En qué momento como mujeres podemos sentirnos seguras, si la justicia a la que nos invitan ir a denunciar nos pide el carnet de buena víctima?
Mauricio Ortega, Culpable. Lo supimos desde que escuchamos de este caso, y escucharlo “oficialmente” me alivió y activó, porque vinieron de inmediato los machos defensores a cuestionar ese veredicto. Nabila nos recuerda que a veces podemos sobrevivir a toda esta violencia, y que solo nos tenemos entre nosotras. ¡Pero que nos tenemos entre nosotras!
Imagen de portada* María Herreros