Dos rosas espinudas atadas en el mismo ramo: Violeta Parra y Margot Loyola

Uno de los temas más fascinantes que se pueden encontrar al poner la lupa encima de las relaciones entre mujeres, es la sororidad. Tiene que ver con cómo se establecen estos entramados basados en cariño, compañerismo y empatía. No es necesario ser igual a otra para poder establecer este tipo de lazos, que nos enseñan de feminismo incluso más que lo que se puede leer en los libros.

En El Triunfo de La Masculinidad, la enorme Margarita Pisano lo señala perfectamente: muchas de nuestras reflexiones nacen a partir de la experiencia que no encontramos en la Academia y no por ello son menos válidas (amiga, adiós a todos aquellos que te mandan a leer cuando les hablas de feminismo y simplemente no están de acuerdo). “Es necesario buscar otras maneras de incluir estos mundos y modos no citables de construir conocimientos, para que no pierdan su capacidad transformadora (…) toda mujer debe conocer la historia de las mujeres, pues toda mujer es producto de esta historia de siglos, de las rebeldes, de las feministas, de esa genealogía de mujeres que se atrevieron a pensar”.

Margot Loyola y Violeta Parra, dos de las folcloristas fundamentales de la música popular chilena son una prueba de esto. Revisando este trabajo, no pude evitar pensar que en ellas podemos encontrarnos nosotras mismas. Ponerles los rostros de nuestras madres, abuelas, amigas y compañeras a sus palabras, aunque seamos de otro tiempo, con otras vidas -luchas similares- y otros quehaceres.

<<Margot Loyola, la conocida folklorista, acompañó a Violeta Parra hasta nuestra redacción, recomendándola fervorosamente como compositora, cantante e intérprete de la cueca campesina. “En Violeta hay un valor que tiene que ser reconocido”, nos aseguró Margot con entusiasmo. “Como letrista y compositora es excepcional, encuadrando sus composiciones dentro de los moldes folklóricos”. Tiene alrededor de treinta composiciones, que sólo ahora Margot le está escribiendo, pues Violeta no sabe música>> (Ecran, 22 de diciembre de 1953).

<<Cuando yo le oí cantar La Jardinera, [ella] me interesó y mucho. Inmediatamente le abrí mi corazón>>, dijo alguna vez Margot sobre Violeta.

¿Qué tan importante es admirar a otras mujeres? Sobre todo cuando hablamos de un espacio como el musical, dominado tradicionalmente por hombres. Pero sin ser música, creo que para todas, en cualquier área, es fundamental. Cuando empecé a trabajar escribiendo, tenía 19 años y era la única mujer periodista fija en el equipo. Esto significaba ser la única en la oficina o en las reuniones. Algo que en todos los niveles es un síntoma horrible. En esos tiempos, conocí las columnas de Carmen Duarte, escritas en años previos, y sentí que una parte de mí se sentía acompañada por ella, sin siquiera conocernos. El corazón se me llenó también cuando conocí a Marisol García y hubo admiración y apoyo. Análisis conjuntos de situaciones y consejos. Creo que en todas las áreas posibles este tipo de relaciones son fundamentales. Y así, con los años, encontrar a otras con quien poder conversar, a otras a quienes poder leer y aprender de ellas, siempre se siente como un abrazo.

Me imagino que en el caso de las músicas, después de realizar un trabajo tan personal como componer, el hecho de salir al mundo con ese material bajo el brazo está lleno de incertidumbre. ¿Qué mejor que sentir que tienes aliadas? Que existe alguien que maneja esos códigos y es capaz de entenderte a la perfección, a pesar de tener vidas diferentes.

Es necesario que existan mujeres referentes en ambientes en los que el camino es más hostil, para poder aprender de ellas. Pero por sobre todo, es necesario que existan pares que estén dispuestas a escucharte y crecer contigo.

<<A ella [Violeta Parra] no le gustaba nunca lo que yo hacía. Cuando [yo] cantaba cosas de salón me decía ¿Siempre estai cantando las mismas huevás? El salón no le gustaba. Ella pensaba que una folklorista que tenía una voz estudiada, estaba perdida como folklorista>>

Mientras leo declaraciones de Margot Loyola sobre Violeta, no puedo no detenerme acá. Es de madrugada y me río, haciendo ruido. Me imagino la escena, como si fuera una película. Por una parte, una investigadora que se nutrió de la academia, especialmente en lo que a su canto se refiere. La otra, una mujer campesina sin estudios formales pero llena del ímpetu necesario para recoger la tradición folclórica.

A pesar de ser muy diferentes, la relación de estas mujeres al igual que cada una de sus carreras por separado, afirmaron las bases de la Nueva Canción Chilena. Sin su trabajo de investigación y exploración del mundo campesino, la urbe jamás hubiese conocido ese mundo. Al mismo tiempo, ofrecían una alternativa, mermando ese aire bucólico casi de evangelio que representaban algunos del campo. Un aire que por mucho tiempo también se les intentó impregnar a sus propias biografías, por suerte, sin un éxito rotundo.

<<La Violeta representaba un tipo de mujer campesina, no todos los tipos que encuentras en los campos de Chile. Un tipo, el de la mujer aplastada por los quinientos años de latifundio, y que en el campo hay muchas […] Ella misma [Violeta Parra] era muy altiva, pero cuando bailaba cueca era una ovejita; muy modesta, bailaba mirando al suelo>>

El tipo de mujer. Una discusión que los feminismos llevan analizando década tras década. Y en Chile, es quizás la figura de Violeta Parra la que más se ha discutido, muchas veces por supuesto, con bases patriarcales de por medio. Pero lo cierto es que esta mujer escribió de todos los temas que aún nos mantienen en pie de lucha: la opresión en ciertas relaciones de pareja (‘Verso por matrimonio’), la maternidad que deja de lado cualquier derroche de ese idealismo en que las madres dejan de ser mujeres (‘Verso por la niña muerta’) e incluso a los cánones de belleza que las mujeres deben cumplir para ser aceptadas como tales dentro de la sociedad (‘No se escapó ni el vacuno (o Derrámase la noticia)’ y ‘La suerte mìa fatal’).

<<Ella estaba sola con una hija adolescente que tenía: Carmen Luisa. Por esos andurriales no llegaba el público. Veinte personas como mucho. Tampoco llegaban los artistas. Recuerdo que en los últimos meses de su vida estuvimos con Osvaldo ayudándola>>

Chile es injusto. Así lo demuestran las palabras de Margot Loyola sobre los últimos tiempos de Violeta y otros pasajes que se pueden encontrar en este trabajo. Pero no es la única figura a la que este país traicionó. Sin ir más lejos, está Víctor Jara, asesinado por personas que siguen manejando Chile hasta el día de hoy. En los colegios, a Gabriela Mistral nos la mostraban como la poetisa y profesora entrañable, sin nunca señalar sus reflexiones en cuanto a ser mujer. Violeta Parra se suicidó, sola en la carpa de La Reina. Chile es injusto con todos. Pero es más injusto con las mujeres incluso hasta el día de hoy. Una simple prueba: las letras de Violeta aún pueden calar hondo en nuestras vidas. Seguimos luchando contra los estereotipos de belleza que nos dañan e intentando dietas que nos vuelven estúpidas a causa de la inanición. Sólo hay una forma de ser madre y cuando no la cumples, fracasaste. Las relaciones de pareja siguen cayendo en modelos tortuosos y castradores para las mujeres. Los mapuche siguen siendo violentados. Nos siguen cagando. Nos siguen esclavizando. Lo bueno es que la música seguirá ahí para no desviarnos del camino.

«Me has convencido, eres la gran intérprete de Chile», dijo Violeta a Margot, luego de oírla cantar ‘Canción de Machi (Machi ül)’.

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