FFL s01e17: Te meo el asao, me cago en tu bandera
Todas las semanas estaremos presentando Famosa Feminista Local, un fantástico programa de feministas duras y estupendas. Hoy, compartimos su última edición, sobre lo pésimo que es adorar a una patria que te odia, lo bacán que es el antiespecismo, el Santuario Igualdad Interespecie y en la música, las fabulosas canciones de Indomitamorfosis, Yini Yan y Me llamo Sebastián. Además, la bruja del día fue Violeta Parra. No sabemos qué puede ser mejor. A continuación, la editorial del capítulo 17 y más abajo, el podcast.
Desde que nos empezamos a acercar al feminismo que iniciamos un camino de profundos cuestionamientos a particularmente todo. Y quizás, son esas tradiciones más normalizadas en nuestras historias, las que se hacen más simples de criticar, pero más difíciles de escapar. Están en todos lados, los asados, las banderas, los bailes nacionales, el ce hache í.
El 18 de septiembre, y sus feriados, son la fecha favorita de la mayoría de la población chilena, implica por supuesto, detener todo lo “productivo” y enfocarse a celebrar la patria. Los días libres nos invitan a viajar, juntarnos con la familia y amigas. Descansar. Pero a la vez, se refuerza la noción de que somos parte de una patria, a la que hay que amar. Y por favor, ya lo decía Violeta Parra en 1959 en su canción ‘Yo canto a la Diferencia’, la bandera es un calmante. No nos pidan tener ganas de celebrar una patria que todo el año nos violenta, nos humilla, nos segrega, nos mata.
Como mujeres, colas, tortas, travestis, trans, nos violenta con particular fuerza el discurso oficial en estas fechas. Las cuecas machistas, la mujer sumisa y abnegada, relegada a la cocina en esta entrega al trabajo que significa la celebración nacional. La carne de animales destrozados al servicio de la celebración. ¿No somos acaso parte de esta historia que celebramos? No, no lo somos. Y por eso necesitamos cuestionarla, de donde viene, a quien apela. Por supuesto apela al hombre, al poder, a quienes son el sujeto protagonista de la historia oficial. Es la única fecha en que los hombres cocinan masivamente, porque hacer un asado es un acto sumamente masculino y heterosexual. Donde por supuesto el resto de las tareas quedan en manos de las mujeres, el lavado de la loza, el orden, la limpieza.
La crítica antiespecista nos muestra una memoria distinta, nos plantea una relación posible, una posición de lucha, una vía de acceso a una historia invisibilizada, a experiencias corporales que exceden el límite de la humanidad que es siempre blanca, siempre masculina y siempre humana, tensionando las tradiciones en sus matrices colonizadoras, racistas y patriarcales, otorgándole cabida a cuerpos invisibilizados, imposibilitados de memoria, destrozados en industrias, tecnológicamente torturados, mutilados, desmembrados, confinados, segregados, sexualmente mecanizados, existencialmente neoliberalizados.
La experiencia del cuerpo en el escenario neoliberal es desoladora. Hacer producir a un cuerpo, investigado científicamente para maximizar su utilidad. Medirlo, triturarlo, exprimirlo, exhibirlo sin esa memoria, despojado del sufrimiento. El antiespecismo exhibe una cultura de la violencia y de la violación. Del asesinato y del campo de muerte o concentración. Es una estrategia de lectura que confronta el silenciamiento y el imaginario de sangre.
Con ocasión de las fiestas que una determinada historiografía reconoce como punto de partida de la nación, los medios de comunicación han acogido el debate sobre el rodeo, práctica que sus defensores catalogan como esencial del campo chileno. La afinidad de la derecha golpista, terrateniente, machista y misógina es absoluta. La discusión se ha intentado relegar al ámbito de lo que es “cultura chilena” y qué no. Como si lograr ese lugar en “lo cultural”, en “las tradiciones” les permitiera seguir torturando animales en su espectáculo.
El machismo es una tradición, el especismo también. Y por estos días, que somos bombardeadas por estos discursos, sabemos también que tenemos no solo el derecho sino que el deber de desmarcarnos. Y cuestionamos las formas en que celebramos, las comidas que ponemos en nuestras mesas, reconocer las fábricas de muerte rodean las ciudades, no aceptar ningún pacto de silencio. Contra toda opresión, dominación y explotación.
Acá comienza Famosa Feminista Local, episodia 17: “Te meo el asao, me cago en tu bandera”.