Los Débiles: sobre “La Uruguaya” de Mairal

(Si es sensible a una carga mínima de spoiler no lea)

La nueva novela de Mairal se trata de un hombre que, en sus 40 años, se da cuenta que la vida es difícil. Criar un hijo es difícil, sacar un matrimonio adelante es difícil, cargar el tanque de auto es difícil, pagar la obra social es difícil, ser fiel es difícil, llevarte bien con tu mujer es difícil y hacer dinero con algo de la cultura aparentemente también es difícil. El peso de la vida se desliza sobre sus hombros,  como una roca que lo empuja al fondo del mar. Esas instancias poéticas en la vida de los hombres que no saben ser hombres. La construcción de la mujer siempre fue un tema; mujer no se nace, se hace como mandato inexorable, pero podría comenzar a ser el tema de los hombres. Aparentemente hombre tampoco se nace y por lo que veo -en la vulgaridad de la vida cotidiana exhibida como obra de arte en las redes- tampoco estaría haciéndose. En ese sentido, el mérito de Mairal sería agarrar cierto airecito de época en el cual los hombres están en crisis con su masculinidad, y lo manifiestan siendo lisa y llanamente estúpidos o, como suelen decir ellos mismos, “mandandose una cagada”.

En lo que se refiere formalmente a lo argumental, no hay más en esta novela  que transcurre en un solo día y está narrada en formato confesión. Una larga carta en donde la auto compasión se cierne por sobre cualquier otro sentimiento o manera de vincularse con el otro. Ese otro, que es una mujer, no existe. Debe escuchar el largo soliloquio de la justificación de manera pasiva. No por nada al final del día el problema del matrimonio de Mairal es que su mujer es lesbiana. Sutileza que le dicen…

Tomando un poco del modelo americano, pero dejando de lado el talento, del hombre agotado en la crisis de los cuarenta, “La Uruguaya” construye un protagonista masculino que puede generar empatía, en tanto y en cuanto uno se conforme con que la vida es eso. Agotar la juventud con un débil, darle un hijo a un débil, mantener económicamente al débil y luego hacer el trabajo sucio por el débil. El trabajo sucio desde ya es dejarlo.

Franzen, Roth, Cheever, Updike, Chabon. Todos ellos recurrieron a este tipo de hombres. Hombres que engañan, hombres que se sienten incomprendidos, hombres que no se sienten valorados, hombres que creen que estaban para algo más, hombres que extrañan su juventud. Pero la complejidad de la literatura americana, la calidad con la que se describe la vida y la manera de pensar de los personajes y el subtexto salva el desastre. Detrás de la novela americana, hay una ambición por marcarle la cancha a la sociedad, no a la critica literaria y a los amigos. Hay hambre de construcción de obra, porque también hay mercado. Pero también hay otra cosa: un imbatible sentido del humor. Para reírse de los demás hay que tener el coraje de reírse primero de uno mismo.

 
La novela de Mairal navega en esos ámbitos. Los ámbitos en donde lo simbólico se ve implacablemente derrotado ante lo material. En dónde el peso de la cultura no es más que el peso de una pluma, y el peso de lo material es el que arma como legos la vida cotidiana. En dónde lo trascendente y relevante de la vida es tener con qué pagar la comida de tus hijos. Todo lo demás no importa, todo lo demás no se justifica, todo lo demás no interesa. En la vida adulta no hay espacio para el romanticismo y tampoco, cabe decir, no lo hay para los débiles.

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“La Uruguaya”

Pedro Mairal – emecé

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