Dormir, tal vez soñar: La Princesa de Francia

Es muy común en el ambiente teatral de Buenos Aires el buscar formación a partir de los grandes nombres (Briski, Audivert, Bartís etc), hacerse de un grupo que combina por igual amistad y crudos enfrentamientos (jamás blanqueados), sacar adelante una obra de teatro y buscar posicionarse en el off como una promesa. En el medio, se dan diversos entramados, todos de carácter entre griego, shakaspereano y endogámico. En ese crecimiento, suelen darse pasos de drama y comedia, de mayor y menor calidad. No faltan las criaturas que creen que Tennessse Williams escribió para ellas El zoo de cristal o que tanto Ibsen como Strindberg dan cuenta de su convulsionado mundo interior. Las inferiores teatrales porteñas tienden a creer que descubrieron todo porque suelen venir, paradójicamente, con poca formación intelectual y artística. No es raro entonces que se sigan usando métodos que pasan por el cuerpo y lo que el actor siente, o dice sentir, o afirmar decir que siente, mientras el maestro en cuestión le enseña a salir del personaje. En esos vaivenes teatrales se desatan relaciones de amistad, pequeñas facciones enfrentadas con otras, noviazgos, engaños varios y roles asignados. Es un mundo habitado por gente que, por un largo período de su vida, incluso quizás toda, no reconocerá otras dinámicas.Contado así es un mundo con suficientes delicias y miserias que ameritan contar una historia. De alguna manera, eso viene contando Matías Piñeiro en su serie de películas marcadas por el teatro y soportadas bajo la obra de Shakespeare. Su nueva entrega es La Princesa de Francia y en 60 minutos vuelve a abordar ese mundo. La pregunta es ¿es necesario? o también ¿es interesante?.

Creo haber leído el nombre de Rivette asociado al de Pìñeiro más de una vez. En general, su saga Shakespereana me parece más cercana a Truffaut no así el resto de su obra. Ahora es interesante que un director de cine argentino sea asociado a nombres tan ambiciosos y no quede en ridículo frente a eso. Pìñeiro es superior a la media del cine argentino, no estoy segura de que eso sea un halago, y eso se nota desde sus influencias y desde su sensibilidad. Revisando la obra de Truffaut, podemos ver que hay cierto aire a Antoine Doinel y también un espíritu cercano a la vida alborotada de Jules et Jim. Pero yendo en profundidad, Truffaut narra la vida y Piñeiro muestra el artificio de la misma. Si uno permanece demasiado tiempo en el mundo de Truffaut, puede llegar a salir convencido de que la vida es eso e incluso desear que la vida sea eso, soñarla y robar un poco de ese mundo para el mundo propio. Si uno permanece demasiado en el mundo de Piñeiro. necesita volver a su propia vida y en lo posible lejos de ese mundo. Eso sucede porque Truffaut logra univeralizar su arte y Piñeiro en cambio la vende para pocos. El mundo de Truffaut esta muy lejos pero esta al mismo tiempo tan cerca. El de Pìñeiero es el de un Buenos Aires paralelos. Sabemos que existe, pero ni idea de donde esta. Quizás por el Abasto, por Palermo, por Chacarita.

Sin embargo el logro de Piñeiro en La Princesa de Francia es precisamente ese artificio. Es un mecanismo que funciona y funciona bien, es un mundo que conocer y parece no juzgar, hábito muy común en el cine argentino y en la idiosincrasia artística local. en el cual se siente cómodo. El artificio al que recurre Piñeiro es bastante real: Esa gente existe; por lo tanto, no es raro ver como las actrices continúan actuando una vez que abandonan los ensayos. Esa pose constante irrita, y mucho, pero es real y está bien resuelta. Esas tribulaciones, idas y venidas, abandonos de ensayos y de proyectos, engaños varios, forman parte de ese mundo. Alguien podrá decir que eso pasa en todos lados, que pasa en la oficina, que pasa en la facultad. Es verdad, pero el modo en que lo viven las personas vinculadas al arte, insoportable para que negarlo, le da un velo entre ridículo y gracioso, que bien contado es más interesante que un chisme de oficina.

¿Pìñeiro sabe hacer eso? Si, sabe. ¿Es interesante como lo hace?. No, no siempre es interesante como lo hace. ¿Hay una búsqueda personal en eso que lo distingue del resto de los directores de su generación?. Si. ¿Cuantas películas más podemos ver que crucen el mundo del teatro off y Shakespeare? Podríamos decir que ya está bien. ¿Es un cine para pocos el de Piñeiro? Si. Sería bueno, perdón el atrevimiento, que Piñeiro lograra en algún momento hacer accesible su universo y dejar ciertos artificios y no temer encontrarse con la vida humana.

De todas maneras: la base está. Y con esa base se podría esperar una entrega en donde la vida le gane al artificio o que el artificio nos permita al menos soñar un poco más. Un buen paso sería que este tipo de personajes que habitan el mundo y la dinámica Pìñeiro no busquen conexión con la vida real con frases del estilo “no tengo un mango”. Sencillamente no es creíble.

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La Princesa de Francia

Matías Piñeiro

 

 

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