Del color rosa, las cursilerías y otras cosas de niñas

Hoy en los informativos de Antena3, han comentado unas fiestas para niñas, donde se visten de princesas, se decora todo rosa y ellas se lo pasan chupi. Por supuesto, con una psicóloga alertando del peligro de estas conductas si se perpetúan en el tiempo. Conozco muchas mujeres de mi generación que defienden orgullosas haber disfrutado de niñas con juegos tradicionalmente reservados a los varones. Muchas alegan que “eran brutas, decididas, o con carácter”.

A mí me duelen profundamente estos comportamientos, que en el fondo y de soslayo, tienden a ridiculizar los tópicos atribuidos a la feminidad. Nuestras abuelas y madres -es un decir, ni mis abuelas ni mi madre hicieron gran cosa al respecto- lucharon por la no identificación de un modelo patriarcal de poder. Huyeron de la sumisión para la que habían sido adoctrinadas, teniendo que demostrar su valía intelectual. Y lo hicieron estudiando, trabajando, penetrando en los ámbitos que les habían sido vetados hasta entonces.

Sin embargo, tras la falsa consecución de la igualdad, el terreno que ha quedado a las niñas de hoy y mujeres de mañana es acaso más duro y doblemente sexista:

Ahora, además de tener que ocuparse de las tareas más penosas e indignas y del cuidado de los demás; además de responsabilizarse de la cohesión familiar y las emociones de su entorno; además de tener que resultar atractivas sexualmente conforme a un canon rígido e imposible; además de ser voraces consumidoras; además incluso de ser cualificadas profesionales, madres displicentes y calculadoras; las mujeres tendrán que aportar dinero, estar depiladas, ser ocurrentes, despiertas y “estar en el mundo”. Estar en el mundo significa en el mundo conocido, en apariencia neutro, pero de facto masculino: empresas, economía, alta cocina, fútbol. Cosas como la maternidad, el color rosa, los abrazos, los lacitos, las mariposas, las dietas… son motivo de mofa, culpa y falta de rigor.

Les pongo un ejemplo: Cuando una joven se queda embarazada, es tachada de inconsciente. Cuando lo hace una mujer de 40 años, también. Todos juzgan con alegría sin conocer los motivos, la capacitaciones y la decisión de la madre. Se da por hecho que no es dueña de su cuerpo, ni de su vida, se pueriliza su comportamiento. Pocas veces se dice nada de la edad de un varón para ser padre.Alertar de los peligros de que “las niñas se crean estas historias” en la píldora de Antena 3, me parece tan absurdo como explicar que los niños que se disfrazan de superhéroes no deben creérselo demasiado, para que no se tiren por la ventana para echar a volar. Los niños (genérico, ellas y ellos) viven en un mundo de imaginación, con relativa libertad, eligen sus fantasías y se forman forjando sus gustos e intereses.

Mi hermana Isabel -racional, inteligente, sociable, centrada- se sorprende de que sus hijas de forma natural y sin presión de ningún tipo se sientan tremendamente atraídas hacia las princesas Disney o el color rosa. Son niñas muy despiertas, con carácter, cariñosas e igualmente inteligentes. Su película favorita es “Barbie, escuela de princesas”. Si mi hermana no las induce a ello, y ellas eligen esta peli antes que los Power Rangers o estas cosas que ven mis hijos, ¿Significa que son unas ñoñas o estúpidas? ¿Simplemente que se preparan para un mundo superficial? Sinceramente, no lo creo.

Lo que creo es que se hace daño con estos juicios tan gratuitos que menosprecian lo propio de la feminidad en aras del rigor tradicionalmente masculino.

Les pongo otro ejemplo relativo a la salud femenina (y aquí hay mucha telita que cortar, lectores míos, pero hoy no me voy a extender demasiado), que apuntó hace unos días una compañera de EPEN, la gran Patricia López Izquierdo, en un texto relativo al cáncer de mama. Copio sin su permiso sus palabras:

Las campañas contra el cáncer (…) las encuentro tan hipócritas y de puro postín que no puedo con ellas. Lo único que protege de verdad contra el cáncer de mama es tener hijos a edades tempranas y amamantarlos cuantos más años mejor… Aparte de llevar una vida y una alimentación saludable como para todos los cánceres, claro.

¿Alguien alguna vez lo menciona acaso? Todo el mundo se empeña en promover la mamografía de rutina, que por cierto cada vez está más demostardo que no tienen un efecto positivo sobre la mortalidad por esta enfermedad… sino más bien que causan una enorme yatrogania ,y parece que se curan muchos cánceres, simplemente porque se detectan muchísismo más tumores, todos se extirpan por si acaso, pero muchos de estos tumores son (serían) de desarrollo tan lento que en realidad nunca causarían daño a la mujer. En fin, que es todo-como siempre- un afán por super medicalizar la salud de la mujeres, y salvarnos de nostras mismas.

La mujer aparece no ya responsable de los males de los varones, como antaño, que representaba el pecado… hoy en nuestro atrofiado mundo ateo y mercantil, las mujeres son las responsables de los males que acechan a las propias mujeres, y las cosas propias de la feminidad son un engorro, una tontería, una irresponsabilidad o una cosa sucia.

Estoy harta de que “cursi” sea un calificativo negativo; estoy harta de que a una mujer inteligente se la llame “listilla”; harta de que se ningunee cualquier modo de vida/estética/rol típicamente femenina: monjas, princesas disney o lesbianas. Estoy harta de que el fútbol sea una categoría universal, de que se relacione la autoridad con el castigo, de que se cosifique a las mujeres hasta con el nombre (existe “la Esteban”, pero no “El Rodríguez Zapatero”), de que se considere obsceno amamantar en público, hartísima del victimismo femenino, de los juicios fáciles, de los señores calvos y con corbata que tratan el mundo como si fuera suyo y de la literatura infantil excluyente y sesgada.

Y ya que estoy, también estoy harta de oír que ya no hay tanto machismo, de que exista la expresión calientapollas y no calientacoños, de la imagen agresiva de los productos de uso diario, de que los corazones rosas no se valoren en la estética, de que se menosprecie la cirugía estética, y se avergüence la gente por su usarla, y de tantas y tantas cosas… Estoy harta de tanto juicio fuera de lugar, de verdad.


Dicho esto, me voy a poner mi camisón rosa y voy a dormir feliz, pensando en labores de lana, nubecitas, hello kittys, y maternidad llena de besos y abrazos; no creo que esté reñido con mi gusto por las biografías de asesinos en serie, mi capacidad de discernir lo bueno y malo y mis ganas de empuñar un arma o embestir a mi amante.

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