Ya No Hablamos #9 – Violencia, música y fracaso
Ayer escuché como mataban a un animal y no hice nada. Como cuando vos me matabas a mí y nadie hacía nada. Lo escuché muy claro a pesar de las paredes, el departamento al fondo y la música bien alta. Ayer escuché como mataban a un animal y no hice nada. Podría haber hecho de todo y no hice nada.
Entre las risas del sadismo y los chillidos del animal, se colaba la música y entraba desde el techo la memoria. Ayer mataron a un animal en la puerta de mi casa y no hice nada. No sé si fue para ofrendárselo a la luna o simplemente por diversión. Las cosas como sabes están muy bravas. En el medio de la noche pasa cualquier cosa. Vos lo sabés pero no te importa. No te importó dejarme en la calle. Ayer mataron a un animal en la puerta de mi casa y yo no hice nada. Escuché y caminé por el pasillo, que es casi una cuadra entera. Intenté…no sé. Advertirles que iban a salir con una escopeta. Pero no tengo una escopeta y tampoco tengo una pistola. Me tengo a mí como única arma.
Me hubiese gustado igual tener y disparar sin mucha vuelta. El maltrato animal está penado por la ley. Y un intento de violación en banda y muerte como defensa personal suena muy real. Ayer mataron a un animal en la puerta de mi casa y yo no hice nada. Pero me desperté y no había sangre, no había nada, en la cerradura, en las escaleras, en las paredes. Ayer mataron un animal en la puerta de mi casa y no hice nada. Fue un fragmento dividido en el tiempo, un error de cálculo, me falló el sistema.
Ayer mataron a un animal en la puerta de mi casa y yo no hice nada. De verdad. Ayer mataron un animal en la puerta de mi casa y yo no hice nada. No tengo por qué hacerlo. El sentido que tenía de la misericordia se fue cuando sin dudar me dijiste que todo estaba en mi imaginación, que conmigo no se puede hablar, que todo es una mentira. Por eso ayer mataron un animal en la puerta de mi casa y yo no hice nada. Parálisis ante el dolor, cese de las funciones de la empatía, fin del bienestar común, Se terminó. Empezó la matanza.
Pobre bicho igual. No se merecía el ataque del lumpenaje siniestro. De todas maneras son cosas que pasan. Estuve haciendo canciones otra vez, no sé si te interesa. Son tan lindas que no parecen inspiradas en vos. Es como si la fealdad de tu mera existencia, la densidad de tu forma física horripilante, se reflejaran en mí con amor y simpatía. Te juro que parecen canciones de gente que se quiere de verdad. Es más te juro que parecen canciones de una persona que fue querida de verdad. Es más, te juro que parecen canciones de una persona que fue querida de verdad, por alguien que quiere de verdad y no por vos. Pero la música tiene la capacidad de transformar lo que estaba muerto en algo que esta vivo y tiene destino de perdurar. Pero igual vos no sabés de eso. Porque la música es tu gran fracaso. Y vos te habrás llevado puesto mi corazón, pero yo me quedo con la gloria.
Martín hace casi dos años en su casa me dijo “Helena ya está, sos grande disfruta de las cosas”. Yo quise con toda la intensidad del mundo entender y abrazar eso, pero no pude. Puedo recién ahora cuando ya es tarde para todo. Pero que más da. Siempre que pienso que no vale la pena hacer tal cosa, me doy cuenta de que me voy a morir y la hago igual. Basta que pase frente a un geriátrico para que haga exactamente lo que no tengo que hacer.
Otro single, otro disco, otro vestido nuevo, otra entrada a este blog. Si la vida se me está yendo de la manos, que se me vaya con todas las posibilidades posibles exploradas. Si me voy a fracasar, voy a fracasar a lo grande. Pero vos tendrías que conocer la felicidad que encierra hacer lo que uno más ama. No es lo mismo que amar, no se compara. Es como si el verbo amar se dividiera en dos para representar lo mismo, la inmortalidad, en planos diferentes de la vida. Una cosa es amar a una persona y otra cosa es amar a una entidad.
La generosidad no cae en saco roto cuando es entregada a la música. No es una ofrenda, yo no soy pasiva cuando me entrego a la música. Por eso en un punto es mejor entregarse a la música que entregarse a vos. Entregarse a vos requería pasividad, no había música entre nosotros y si la había, era de fondo para confundir a los vecinos. En cambio cuando finalmente vuelvo a entregarme a la música, lo que hay es un vínculo de iguales. No es dar, dar, dar y seguir dando para encontrarse con una persona que no contesta un mail porque, cito textual así quedas como el pelotudo que sos, “se siente muy exigido”.
La música nunca se siente exigida, ni demandada. No tiene complejo de relevancia, no trastoca su total intrascendencia a nivel mundial en la cosa más relevante del mundo. La música devuelve y la amo porque nunca me falla. La amo porque me fue convirtiendo de a poco en mejor persona. La amo porque me permite transformar la violencia con la que me trataste en notas musicales. Es la lectura de los sentimientos y el compromiso con la verdad. Puedo mentir mucho en la vida. Pero jamás en mis letras.
Me superas, técnicamente, en cada instrumento que tocas pero nunca pudiste hacer una canción. No conociste la magia del estudio de grabación. No te sentaste en soledad con los auriculares y escuchaste la música, encima la propia música, con la calidad que se debe. No sabes lo que es eso. Aún así, no puedo negar que me da entre ternura y un poco de lástima, siempre te comportaste como si supieras más que yo.
Y yo te dejé en el último rastro de compasión que recuerdo haber tenido. Te dejé mentirte porque vos mentiste mucho en la vida, pero no tenés la capacidad de decir la verdad en tus letras. Porque no escribís, porque no sabés escribir. Porque en el transcurso de estos días me fui dando cuenta que esa voz impostada de palabras, melodramáticamente difíciles, no son otra cosa que el holograma de que no tenés una voz propia. Sí, es verdad. Yo carezco de técnica y mi única guía con la guitarra es la intuitiva. No voy a negar eso, uno no puede negar lo que es. Pero vos tampoco estés más, un segundo más, frente a mí negando lo que sos: el resultado de una larga cadena de fracasos.
El arte no fue, ni será ya a esta altura, el lugar en dónde puedas liquidar las cuentas pendientes de tu vida. No podés matar en la literatura y no podés volver a dar la vida en la música. Ambas cosas te han liquidado por igual, demostrándote que no te quieren. Que te desprecian. Porque una cosa es mentir en la vida y otra cosa muy distinta es mentir en el arte. Ahí es cuando me di cuenta. Cuando rastreé tu pobre obra me di cuenta. ¿Qué estuve haciendo todo este tiempo? Estuve queriendo, con todo el calor que concentra mi cuerpo, a una persona que lejos de encontrar la verdad en el arte, fabrica la mentira y lo único que deja es una estela de mediocridad que, como humo líquido, se aleja cada vez más de la constelación de mi triunfo.
Igual no temas. Anoche no mataron un animal en la puerta de mi casa. Anoche nadie murió en la puerta de mi casa. Pero tenés que entender que con el amor no alcanza. Como también tenes que aceptar -no grites, que no hace falta- que tu lugar en el mundo no es el de producir arte. Ya por favor, aléjate de este teclado. Tu función es inspirarla. Y de alguna manera, a tu manera pasiva y silenciosa, también estás embelleciendo más el mundo. Es una lástima saber que nunca vas a poder contarlo con tus propias palabras.