Lorde: el deber ser de una adolescente
¿Por qué Lorde llama tanto la atención? Hay varios motivos incluso antes de las características de su show en vivo. En primer lugar, están sus canciones. Está ‘Royals’, single con el que comenzó a sonar en todas las radios alrededor del mundo, aunque muchos ya blogueaban sobre ella, cuando ‘Tennis Court’ comenzó a viralizarse en internet.
Las contradicciones de las letras de Lorde son las que la unen con su público, que se compone principalmente por adolescentes y jóvenes que recién comienzan sus veintes y que, en la actualidad, son aquellos que forman las filas de la Generación Tumblr. Es así como esta plataforma en internet se transformó en el rincón virtual de una generación hiperestimulada, egoísta y volátil (el porcentaje de usuarios menores de 25 años es la mayoría en esta red). Una generación que venera la imagen por sobre el texto y que consume el exitismo inmediato que les entregan sus ídolos, de forma cada vez más directa, a través de las redes sociales.
Cuando hablamos de contradicciones, es porque al mismo tiempo que consumen este tipo de información y desean ser parte de aquello, surge un cansancio. Surge esa impotencia o frustración por no lograrlo y es cuando letras como ‘Royals’ calan hondo en sus cabezas. Para Lorde, esta contradicción también es cada vez más potente. Gana premios Grammys, está fichada por un sello multinacional desde los 12 años (le ofrecieron un contrato para hacer covers soul y ella dijo que sólo aceptaría, si le permitían hacer canciones propias) y firma contratos millonarios para escribir canciones para otros artistas. Pero al final, prefiere subir fotos a su Instagram con sus amigos cuando está en Nueva Zelanda, pide que no retoquen su cara con acné de las fotografías promocionales -aunque no le hacen caso- y cada vez que puede, indica tener un temor horrible a crecer y ser adulta.
Lorde ofrece un descanso, ofrece una salida a la sobreinformación y al deber ser del adolescente de la segunda década del dos mil. Este es el motivo por el cual llama la atención, sobre todo, al hacerlo desde una alta tarima, pasando de posteos de blogs sobre música a portales como The Guardian, siendo parte de fiestas que ofrece David Bowie o llenando un escenario secundario dentro de un festival, mientras tocan nombres de peso, como Vampire Weekend o Pixies.
Algunos pueden pensar que la cantante es un experimento, pero a estas alturas ¿realmente importa esa etiqueta? ¿No son los adolescentes un experimento en sí mismos? Lorde escribe sobre lo que le sucede y no utiliza el tópico del amor -sea o no correspondido- como bandera de lucha en su disco, al menos hasta ahora. Y todas esas letras van de la mano de un sonido que se ha cultivado en más de un estudio de grabación durante el último tiempo, pero, digámoslo ¿cuál no?
Si hay algo que no puedo evitar pensar cada vez que la escucho -algo que también me sucede con James Blake y The xx- es que es una forma de hacer música que sabe aprovechar los silencios. Algo que mi profesor de canto me enseñó hace algunos años y no comprendí bien hasta que escuché a estos artistas. Algo que era sinónimo de riqueza.
Lorde sabe aprovechar los silencios. Sabe aprovechar su incomodidad adolescente, sabe aprovechar su rareza. Esa que se vuelve física en sus movimientos al ritmo de las bases, sobre el escenario, y que es posible percibir en el momento en que detiene el repertorio para contar una de sus experiencias, sobre una alocada fiesta que hizo en su casa y cuya conclusión fue estar aterrada por el futuro, pero al mismo tiempo, remarcar que los adolescentes sí tienen responsabilidades. El deber ser.