¿Recuerdas cuándo creaste tu Facebook?
C.R.
Yo sí. Entrar a la red social que promete conectarte con miles de amigos —que probablemente tuviste, o no— para luego ofrecerte las mejores promociones de cuánto producto te puedas imaginar. Entre ellos figuran los que tienen relación con tu conversación del desayuno, los secretos que le susurraste a tu amiga, las cosas que chatiaste con tu madre e incluso lo que le dijiste a tu gato antes de salir. Todo lo escucha la Siri, una simpática robot que habita en tu Smartphone. Ella no siente.
Veo cómo mis amigos se comparten fotos familiares perfectas, a veces agregan un sentimiento predeterminado por Facebook, se siente encantada, dice, con un emoji al lado. Aquí muestran lo que hacen, comen o cagan. Todo está en su timeline. Algunos hacen test del tipo “Qué personaje de Marvel eres”, otros son de la onda “Qué clase de fruta eres”, y también desfilan en mi scroll los de “Qué frase de MARX eres”. Yo, la verdad, no sé por qué me metí, es la moda. Todos tienen uno y no me voy a quedar fuera, pensé.
¿Qué estás pensando?
Pregunta todo el tiempo. En nada.
Recuerdo que la página me preguntó muchas cosas, entre esas mi país, mis estudios, una cita favorita (la clásica trampa en la que todos caían, detallando una cita amorosa y no una literaria), mis pasatiempos predilectos, una foto representativa de mi cara —supongo— y finalmente mi situación sentimental. Entre las opciones para categorizar cómo entiendo mis sentimientos estaban: soltero(a), casado(a), divorciado(a), viudo(a) y “es complicado”. Estaba por poner la cuarta opción, pero francamente no creo que lo sentimental sea necesariamente amoroso, como lo supuesto en las categorías anterior.
Sentimental viene de sentimiento, que viene de sentir, que viene de sentidos. Si solo pudiera sentir amor romántico estaría probablemente muerta. El problema es mucho más complejo que el amor, porque la situación sentimental, en mi filosofía fundamentada principalmente en los relatos míos y de mis amigas, está compuesta por demasiadas situaciones que afectan para bien o para mal, el sentir.
Sentiste, por ejemplo, que él jalaba en el baño mientras hacías la tarea de lenguaje. Sentiste que mentía cuando prometió que no lo haría más. Sentiste que lo perdías cuando la violencia nubló su mirada y arremetió en tu contra. Sentiste que lo odiabas cuando fuiste mayor. A ratos dejaste de sentir cosas por él, pero la mayor parte del tiempo extrañabas al hombre que te cepillaba el cabello con más suavidad que cualquier persona en el mundo y luego, cuando llegabas del colegio, te daba de premio una elegante leche en polvo. Ese hombre duró poco, los dos se aferraron a un recuerdo: él extraña el amor que le tenías de pequeña y tú extrañas a tu padre antes de valer callampa —o al menos antes de saber que valía callampa—.
El estado de alerta en la casa se sentía como una constate. De vuelta de la escuela ya sabías que iba a pasar, tu mamá te cachetea porque no sabe qué hacer, siente rabia. La odias. Pero, ¿qué otra posibilidad tenía? Si trabajaba todo el día, el hombre del hogar no ayuda en nada, hay deudas, un bebé en camino y está sola. Tú no eres nada más que un mono porfiado, un pushing ballque ayuda a amortiguar su enojo, que no es necesariamente hacia ti, pero ya sabemos que el hombre no hace nada. Entonces, ¿qué más le queda? Te dice que no lo volverá a hacer, los dos están enfermos, enfermos de ira. Sienten ira.
Estabas a punto de tirar. Suena el celular, es un viejo amigo, nunca te llama, entonces sientes que es importante. Te detienes y le contestas. —Hola… —su voz titubea—, ¿estás sentada? –Sí. —Corta y fome, la Cami se murió. Te quedas helada, sentiste todo y nada a la vez, tu corazón se desarmó y tu cara no reflejaba expresión. Es mentira, pensaste. No te sale el llanto, te sientes mal por no llorar, pero estás en el vacío. Es mentira. Necesitas llorar, necesitas que se vaya, pero sientes miedo de quedarte sola. De todas formas no importa, la Cami se fue en el sueño, en otro país, y ya nunca más te acompañará. No estará para ofrecerte un cigarrito, no te llevará a bailar salsa cuando estés triste, no te hará sentir fuerte e importante luego de una relación tóxica, tampoco estará disponible para hablar hasta las seis de la mañana. La mejor consejera del mundo se fue y te quedaste acá sin poder decirle más. Sientes en lo profundo, como en negativo. Te da miedo no poder llorar. No es verdad, no es verdad, no es verdad.
Sentiste que el mundo se caía cuando te patearon. Era la primera, te pateaban. Pensabas que estabas enamorada, que nunca volverías a sentir eso por alguien. Sentiste que tenías depresión por primera vez. En tu propia película te pusiste a llorar, en San Isidro con Alonso Ovalle, al lado del que vende paltas, temiendo que alguien te viera y queriendo ser encontrada. Pensaste que todavía podían volver, que nada era tan en serio. Pero era en serio. Te patearon y volviste. Te cagaron y volviste. Te pusieron en riesgo y volviste. Así de peligroso es el amor romántico, rematas.
Sentiste el agua de la ducha escurrir por tu cara, no entendías mucho, no entendías nada, pero veías su cara aproximándose a la tuya. Negro, ves negro. Un destello de luz te anuncia que están los dos en la ducha, pero no sabes por qué. Negro. Estás en su pieza. Negro: estás en su cama, sientes que te penetra o lo intenta. Negro. Despiertas con la cara herida y estás en soledad. Sales de su alcoba y todos ríen, dicen que te caíste, que él contó eso. Tu ropa, en una olla. Vomitaste y por eso te metieron a la ducha. Esta es su verdad. El día en que sentí tu pene dentro mío y no pude hacer nada por mi estado de ebriedad, probablemente es un comienzo para mi situación sentimental atrofiada, una situación que, si bien nace de un sentimiento, no tiene nada de amorosa. El sentir desemboca en algo que se parece mucho más al asco y al miedo.
¿Cuál es tu situación sentimental?, te pregunta la pantalla, nuevamente. Pulsas “es complicado” y apagas el computador. Te destruyes para volver a armarte mañana y enfrentar un nuevo día cargando esta situación en la espalda, en la mente, en el corazón y en tu sangre, sintiéndola en cada paso que das. Entonces recorre tus venas, está en cada parte de tu cuerpo, en cada pensamiento. Te gustaría botarla en el vómito de la resaca que tuviste después de la ducha, pero no va a pasar, se quedará ahí para siempre.
De ahora en adelante, ¿cómo enfrentas el sentir?