Y ¿quién quiere sentarse a debatir con un amigo de Pinochet?
Cada cierto tiempo, pasa algo que reafirma la idea de que la transición se terminó. Pero terminan siendo sensaciones, un camino lento, pequeños chispazos de que el país avanza para luego ver que todo está tan amarrado que pareciera ser que somos un Fiat 600 tratando de salir de un pozo de barro gigante.
Ayer sentí un nuevo chispazo. Beatriz Sánchez, candidata presidencial por el Frente Amplio, explicó en una entrevista que decidía no asistir a “En Buen Chileno”, programa de debate político de Canal 13, por la presencia de Sergio Melnick como panelista, un ex ministro de la dictadura de Pinochet.
“La razón por la que no voy a En Buen Chileno es valórica. En un país decente un miembro activo de la dictadura no puede tener esa pantalla”
— Beatriz Sánchez (@BeaSanchezYTu) 21 de septiembre de 2017
Luego, comencé a escuchar y a leer una cantidad de estupideces que me hicieron pensar en eso, en que preferimos hundirnos en el barro que usar el cerebro.
La Transición fue el Chino Ríos diciendo ‘no estoy ni ahí’ en la tele, las multinacionales financiando videos de cinco millones de pesos para bandas chilenas, la Crisis Asiática, la privatización del país completo y en el colchón, una prensa conciliadora que exponía que esa era la manera de avanzar. Que la democracia significaba que todos los discursos deben tener espacio, que lo correcto es exponer siempre los dos puntos de vista (aunque uno de los lados sea el de los asesinos).
Esta idea se prolongó hasta el 2017. Y sigue. Es por eso que hay ex CNI (Central Nacional de Informaciones) atendiendo partos en clínicas o haciendo clases. Por eso han habido agentes de la DINA siendo alcaldes y, es por eso también, que hay ministros de la dictadura influyendo en la opinión pública a través de los medios de comunicación. Ese es el caso de Sergio Melnick, quien fue Jefe del Departamento de Inversiones de ODEPLAN (actual Ministerio de Desarrollo Social) al principio de la década del ochenta y luego Ministro de Planificación entre 1987 y el ’89.
De acuerdo a nuestra Constitución (la de 1980, firmada por Pinochet y la Junta Militar <3 ), los Ministros son colaboradores directos del Presidente y cargos de absoluta confianza. Si juntamos estos dos últimos datos, uno más uno: las personas que gozaron (porque sí que gozaron) cargos de alta responsabilidad en la dictadura ¿pueden hoy en día tener voz en la opinión pública? El hecho de que esto exista ¿no significa relativizar lo que una dictadura significa?
Las leyes permiten -en el mejor de los casos- que las sociedades avancen. Al establecer un derecho por medio de la ley, por ejemplo, se obliga a que la cultura se modifique, considerando la cultura como las formas de socialización y también la educación. Pensemos en la ley del divorcio, las leyes antidiscriminación o incluso el aborto. Son leyes que otorgan ciertos derechos y ajustan parámetros de comportamiento y también perspectiva.
¿Por qué Pinochet se murió sin ser castigado por la justicia? ¿Por qué existen los pactos de silencio? ¿Por qué se sigue relativizando el horror que fue la dictadura en Chile aún cuando existen documentos que lo avalan? En primer lugar, porque no existe una ley de Memoria Histórica que modifique la cultura alrededor de ese período histórico. No tenemos nada que nos permita -en orden- establecer, por ejemplo, las responsabilidades tanto de los asesinos como de quienes desarrollaron una institucionalidad que los sustentara.
Sin una ley de Memoria Histórica, se seguirá permitiendo además la completa negligencia de los medios de comunicación respecto a este tema. Una negligencia que hace veinte años justificaban como una manera de reunir al país y velar por la democracia.
Esta negligencia es un colchón que avala la falta de capacidad crítica de quienes están a cargo (directores y editores de medios), a otros les sustenta su flojera y, en otros casos, su puro y duro fascismo. Todavía existe esa idea de que un medio de comunicación debe tener sí o sí a las dos partes presentes, aunque se trate por ejemplo de poner en el mismo nivel el discurso de la madre de un detenido desaparecido con los asesinos de su hijo. Allí no existe un par. Las perspectivas no son igualmente legítimas. Y así se ve con otros temas: un panel de un representante de “El Bus de la Libertad” conversando con una joven trans. Media hora en televisión abierta de violencia. O también, momentos aberrantes como cuando nos preguntaban si Pinochet había sido un dictador o un reformista. A vista y paciencia de todos.
No olvidemos que Sergio Melnick, además, no solo es panelista de este programa de televisión. Ha estado presente en los medios de comunicación desde siempre. Fue director ejecutivo de Canal 11 cuando era Universidad de Chile, fundó La Red, escribía para revista Hoy, comentaba tecnología (?) en TVN, fue panelista de UCV Televisión, de Tolerancia Cero en Chilevisión, del programa Manos Libres de Mega, de radio Agricultura y también escribe en La Segunda y revista Capital. Se ha paseado por todos los canales. Es el Julio César Rodríguez de la dictadura.
Lo que hizo ayer Beatriz Sánchez fue poner en tensión algo de lo que este país no se ha hecho cargo, ni a través de su sistema judicial, como tampoco a través de sus medios de comunicación. ¿Por qué un participante activo y de extrema confianza del dictador tiene que ser un interlocutor válido para hablar de política en el Chile del 2017? Porque esto no se trataba de declinar un debate con alguien de extrema derecha. Se trataba de participar en la validación del punto de vista de la dictadura militar, en televisión abierta, mientras tus cabros chicos desayunan.
Escuché harta subnormalidad ayer. Por ejemplo, “oye, pero si quiere ser presidenta de todos los chilenos, tiene que poder hablar con todos”. Y mira, no. En un país de verdad, un Presidente o Presidenta no establece diálogos con quienes fueron responsables de una dictadura asesina. Otro comentario fue, “oye, pero en la democracia cabe la voz de todos”. Y mira, todo bien con que los últimos bastiones de la CNI y la DINA hagan asados en sus casas y se curen conversando sobre los malditos comunistas, vivimos en un país libre (mentira), pero no pueden tener injerencia en el debate público. Es una idea muy simple. Y la última, para ya no aburrirlos, fue “oye, pero entonces ¿no va a dar entrevistas al Mercurio nunca más? Y ahí ya me fui a la calle a fumar, mejor.
Necesitamos con urgencia un ley de Memoria Histórica para obtener justicia, pero también para que los medios de comunicación si no quieren hacer las cosas de forma correcta por las buenas, tendrán que hacerlo por las malas. Tendrán que entender que hay temas en los que no existen “dos partes legítimas”. Tendrán que atender a que existe una institucionalidad que no les va a permitir tener en televisión abierta a asesinos y cómplices discurseando para seguir como estamos, ahogándonos en el barro.
*En la fotito, a la izquiera Sergio Melnick y a la derecha Álvaro Corbalán -El Faráon de la CNI- en una kermesse de la DINA, para juntar plata para la fiesta de fin de año.