¿Por qué nos molestan las guaguas lloronas de Lavín?
Esta semana vi una noticia que anunciaba que Joaquín Lavín, alcalde de Las Condes, implementó un programa para la prevención del embarazo adolescente: la entrega de muñecas a estudiantes de 15 y 16 años en los establecimientos públicos de la comuna. Herví. El programa se llama “Aprendiendo a vivir” y no encontré información en la página web de la municipalidad. Lamentable. Así que opinaré desde lo poco que pude leer en prensa.
Lo primero que pensé fue “qué rabia que se gasten fondos públicos en una medida que traumatiza la experiencia de la maternidad y paternidad”. Las notas que leí, señalan que las guaguas lloran, hay que mudarlas, les da hambre, entre otros, y que los adolescentes deben hacer frente a esto. Sabemos que es difícil cuidar a una guagua y que ellas exigen muchos cuidados, “que nadie nace sabiendo”. Pero enfrentar a un adolescente en modo “plan piloto maternidad” no me hace sentido, ya que no se hace cargo del problema de fondo: la falta de educación sexual realista que no se limite a la biologización de esta.
Para mí, el mensaje oculto de este programa es “mira lo difícil que es tener una guagua, piénsalo antes de tirar”. Pero tener sexo no solo conlleva la posibilidad de tener guagua. Ese es un enfoque que nos ha hecho muy mal, porque genera una correlación de la vida sexual con el riesgo y peligro de la maternidad, quedando el goce, el deseo y el placer de lado. Se limita a esa concepción de la sexualidad en el hecho de procrear, de tener descendencia, de formar familia. La sexualidad es más que eso, y Lavín con su equipo la reducen al centro del conservadurismo: como el fin de procrear.
Por un lado, la experiencia sexual debiese ser vivida desde el deseo y el placer, en un contexto de seguro en cuanto a tener conocimiento y conciencia de las posibles consecuencias de ese acto. Y no me refiero solo al embarazo no deseado o la posibilidad de contraer una ITS, sino a las consecuencias emocionales que puede traer (como el a veces indeseado “si te he visto, no me acuerdo”, por ejemplo). Por otro lado, no veo la existencia de una reflexión sobre el proyecto de vida de los adolescentes, lo cual es fundamental para la formación de sujetos conscientes de su realidad. El tener un proyecto de vida y objetivos que cumplir hace que nos focalicemos en eso y que nuestras decisiones se vean afectadas por tales metas. Que el adolescente tenga todo el abanico de posibilidades y posibles escenarios cuando decide tener sexo, y que su decisión no se base sólo en el miedo a tener una hija o un hijo.
Esto es síntoma de la negación de las y los adolescentes como sujetos, tratando a las niñas y niños -que también son negados como agentes- como in-fante (el que no habla), fijándolos en una posición que se sustenta en una visión basada en la incapacidad que tendrían para reflexionar y opinar sobre un fenómeno que les atañe directamente. En otras palabras, hay una nulidad de las y los adolescentes como sujetos con capacidad de acción, que inciden en el contexto sociocultural, siendo invisibilizados desde el adultocentrismo. En ese sentido, este es un programa que se sitúa desde lo externo, imponiendo una forma de ver el mundo que no dialoga con los sujetos a los cuales se les “aplica” un modelo de vida (el programa se llama “Aprendiendo a vivir”; me pregunto, ¿aprendiendo a vivir cómo? ¿aprendiendo a vivir desde qué sustento, desde qué visión de mundo?), sin preguntarse sobre sus percepciones e ideas al respecto.
Programas como este son perpetuación, e incluso un retroceso, respecto a la formación de adolescentes autoconscientes de su sexualidad. La fórmula “sexo igual a embarazo” viene a estigmatizar una práctica que nos da placer y que nos ayuda a conocernos a nosotras mismas y a nuestros cuerpos. Al mismo tiempo, posiciona el embarazo como el único posible riesgo de tener sexo, y no visibiliza las ITS que se pueden transmitir. Ya sabemos que la tasa de VIH en jóvenes ha aumentado mucho en Chile (en un 125% entre 1999 y 2013), así también la gonorrea (en un 208,3% entre 2010 y 2015; y en el primer semestre de 2016 aumentó en un 5,8%, según estudio del ISP).
El sexo no es sólo embarazo. El sexo debe abordarse desde la afectividad, el deseo, el placer, el autoconocimiento y los proyectos de vida. No todas quieren ser mamás, no todos quieren ser papás. Limitar un programa de educación sexual a eso, es no entender nada y no conocer la realidad de nuestro país, ignorar lo que tienen que decir los adolescentes respecto a sus sentimientos, sensaciones y vivencias, reduciéndolos a en su calidad de sujetos.