Apuntes sobre el 31 Encuentro Nacional de Mujeres*
El bus salió de noche desde la Facultad de Filosofía para aterrizar frente a la Escuela Pública Almabuena a eso de las siete de la mañana. Éramos nosotras más varias delegaciones de mujeres compartiendo una cocina donde sólo se podía calentar agua y un baño sin ducha.
Setenta mujeres en el mismo lugar. Durmiendo en el piso, sobre colchones inflables o aislantes para el frío que daba en la noche. De quince a sesenta años. Biomujeres y trans. Y eso entre 60 mil otras que desde el 8 hasta el 10 de octubre ocuparon la ciudad de Rosario.
Las calles del centro llenas de chicas de diversas organizaciones políticas, todas identificadas con poleras (Pan y Rosas, Plenario de trabajadores, La Cámpora, Tupac Amaru, Partido Obrero, etc, etc, etc), lo que me hizo pensar que así deben ser festivales tipo Lollapalooza, o un mundial de fútbol: filas para donde quiera que vayas. Baños colapsados, dificultad para encontrar lugares para comer.
Ese fondo incómodo, sin embargo, sostiene la realización de talleres que funcionan como asambleas donde los temas toman la dirección que les otorgue el grupo que lo conforma: en Mujeres y poder político, hacia el apoyo transversal a la activista Milagro Sala, investigada por casos de corrupción, que acusa persecución política, o también el pensar el cupo paritario que consiguió la provincia de Buenos Aires, que para la próxima elección estrenará el una y uno, es decir, la obligatoriedad de contar con listas que tengan 50% de integrantes mujeres.
La discusión que se dio entonces es si acaso debemos ocupar los espacios del poder institucionalizado o construir otros espacios de poder. Y si hacemos lo primero, cómo lograr que sean nuestras representantes las que ocupen esos lugares y no las mujeres burguesas que participan de la lógica masculina del poder.
En otro taller, Políticas del cuerpo, la discusión transitó entre la experiencia personal y el análisis intelectual. Sin embargo, en experiencias como esta, este último prueba ser insuficiente. Hay temas donde las abstracciones intelectuales sobran.
Cuando hablamos de políticas del cuerpo hablamos de las lógicas que diariamente actúan sobre nuestros cuerpos y la manera en que nos configuran en lo público. Diversas intervenciones que daban cuenta de la existencia de un modelo de belleza inalcanzable que genera baja autoestima y frustración, además de prácticas como el “arreglarse” o la depilación que las mujeres ejercemos cuando vamos a mostrarnos en público, más aún si vamos a encontrarnos con un varón.
Una construcción capturada por la mirada masculina, que nos construye como deseo para el otro. Instituciones como la medicina que nos piensan desde nuestra potencialidad reproductiva, guiando la salud ginecológica hacia la salud de nuestro útero antes que hacia una salud sexual integral.
Al confrontar tan diversas experiencias, con mujeres que vienen de toda Argentina, de todas las edades, es que una puede situarse como feminista. Decir: soy un cuadro desorganizado en tanto no milito en una organización. Soy una feminista intelectual, que se dedica a conceptualizar violencias y subalternidades. Una freelance del feminismo.
El taller de transexualidad fue uno de los más concurridos, con una audiencia que superaba por mucho la capacidad del lugar que se le destinó. La lucha trans se plantea como una de las más interesantes cuando se escucha hablar a una de las voceras del movimiento trans argentino, Alba Rueda, que plantea la pelea por la implementación del cupo laboral trans. Entonces aparece una verdad del porte de un buque: la trans son personas, no son drag queens. No pelean por el derecho a ponerse tacos, sino por el derecho a trabajar. A vivir bajo condiciones dignas. Muchas trans están lejos del espectáculo, marginadas al trabajo sexual o estético, incapaces de realizar una de las promesas de la sociedad liberal: disfrutar de la infinitud de oportunidades.
La lucha trans excede hoy por mucho la lucha sexual. Es un discurso donde se ve de manera mucho más clara la relación de género y clase. Ya que la transexualidad está marcada por la pobreza, donde la suma de otras identidades subalternas se pliega a otras luchas, tanto de género como de clase, planteando un nuevo espacio desde el cual llevar a cabo la revolución de la clase trabajadora y precarizada.
En la tercera jornada de los talleres se alcanzan las conclusiones que luego son leídas en el acto de cierre, donde se proclama la sede del próximo encuentro, que se decide por consenso**. Hoy ese consenso es cuestionado por agrupaciones como Pan y Rosas por no considerarlo democrático. Las que lo defienden apuntan a la tradición del encuentro, que se realiza hace más de treinta años reuniendo a las organizaciones de mujeres.
Más allá de las rencillas internas, el espacio plantea la necesidad de devolvernos a nuestros territorios con una agenda programática, sin embargo, el solo hecho de estar ahí es enriquecedor. Vivir por tres días en un universo de mujeres con distintas experiencias, algunas que se plantean como feministas, otras que simplemente consideran necesario el pelear nuestros derechos como mujeres. Ver cómo hoy la lucha trans le pone el hombro al feminismo, comprobar que el movimiento lésbico hoy pide una educación sexual integral que se implemente en los colegios.
Darse cuenta que no hay un solo feminismo, y que a la vez todos son necesarios para luchar contra el patriarcado capitalista y clerical que es, a mi parecer, la razón por la que nos reunimos y buscamos convergencias.
Se hace evidente que la lucha feminista no se construye en solitario. Se necesita la organización y la conducción de la lucha hacia objetivos claros. De otra forma, se perderá el potencial de nuestra revolución.
*Realizado en la ciudad de Rosario, a cuatro horas de Buenos Aires.
**El próximo año se realizará en Chaco.