Ningún hombre violento es un buen hombre

Ayer nos enterábamos a través de un audio que se viralizó sobre la violencia de género que recibía una mujer a manos de su pareja. El maltratador es Matías Huerta, presidente de la juventud del partido Unión Demócrata Independiente (UDI) y candidato a concejal por Talca, por el mismo partido.

El repudio, por supuesto, no se hizo esperar y tampoco las declaraciones públicas tanto de él como de su partido. Partamos con la de su partido (muy mal escrita, además):

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Con esto nos queda claro que la UDI considera que mujer y persona no son sinónimos. Y también que se colocan a disposición de la afectada. Luego, publicaron un nuevo texto, igual de mal escrito, pero sacando “persona” y dejando solo “mujer”.

A continuación, las declaraciones del propio Huerta:

“Hace algunos días se han conocido hechos que me involucran directamente, que no tienen justificación alguna y frente a los cuales siento una profunda vergüenza. Tal como hace algún tiempo le he pedido perdón directamente a la persona afectada, hoy también quiero pedir disculpas a todas las personas que durante años han confiado en mí y hoy viven una enorme decepción”, dijo en un comunicado.

Matías Huerta no muestra arrepentimiento por haber ejercido la violencia. Sólo siente vergüenza de que lo hayan descubierto y pide disculpas, no porque pegarle a una mujer está mal, sino porque lo descubrieron y le trae problemas a su carrera política. Pero el sentido aberrante de todo esto no es extraño si leemos las declaraciones del diputado UDI Pedro Álvarez-Salamanca:

“Él ahora más que nada necesita ayuda, tiene 24 años y honestamente hablando, él es bien buena persona, un muy buen tipo. Es lamentable su salida porque nos ha ayudado mucho en Talca”.

¿Cómo se puede salir de círculos de violencia si públicamente otros hombres se cuadran en defensa de un golpeador? Un hombre que le pega a una mujer y la degrada no es una buena persona. No es un buen tipo. Es muy peligroso que, a partir de hechos que se hacen conocidos como este, otro hombre público intente sensibilizar y poner en el papel de víctima a otro que, claramente, es quien cumple con el papel contrario.

Siempre me ha parecido detestable el término pro vida con el que se titular a sí mismos los sectores más conservadores. Esos que piensan que evitar que las mujeres ejerzan su legítimo derecho a decidir sobre su cuerpo es un valor, en realidad va en la misma línea de violencia. Yo soy dueño de ti. Eso es lo que aparece, entre otras cosas, en las palabras de Huerta:

Escucha, escúchame. Mírame. Yo te saqué la mierda. Mírame ¿A dónde te vas a ir? Mírame. Yo te saqué la mierda y que él venga pa acá. Él, porque yo te voy a seguir sacando la mierda todas las veces que te vea”*.

Me da rabia, por eso te saco la mierda porque eri una mentirosa, si dijerai las hueás de frente hueón, sabí que te tengo que contar esta hueá, nunca reconocí las hueas, eri una puta hueón.  Voh no cobrai, eri peor”*.

“Te querí poco zorra, te querí poco hueón, si esa es la hueá, te teni poco cariño a voh misma, andai toda hedionda, toda está hueá, mira está hueá, está hueá antes no la teníai hueón, en las fotos salí hinchá, por qué estai así, si tu no erí así, tu no erai así, por qué estai así, mira la cara echa mierda, de carretiá, porqué teni esa cara, si tu no tení porqué tener esa cara, oye…”*. 

Pero no nos equivoquemos. Este enfermo no es un hombre golpeador sólo por ajustarse a determinada ideología. Si recordamos las asambleas en nuestras universidades, las tomas, las reuniones en partidos de izquierda, la violencia es la misma. Desde hacerte callar porque tu opinión no es válida para un colectivo, hasta sacudirte y agarrarte de las muñecas o empujarte, en medio del patio de la facultad. La vemos en hombres como Dante Palma, lo vemos en instituciones como Carabineros, lo vemos en declaraciones pelotudas como las de Gustavo Cordera y en todos nuestros espacios a los que los medios de comunicación no llegan. Día tras día.

Amigas que piden ayuda. Luego se arrepienten. Mientras el mundo piensa que ese hombre es “un buen tipo”, su compañera se siente insegura. Mientras el mundo piensa que ese hombre es un excelente profesor, una alumna no sabe a quién acudir para terminar con el acoso. Mientras el mundo piensa que ese hombre es un buen esposo y padre, una mujer que trabaja como dueña de casa se aguanta callada los golpes y la humillación, porque piensa que no puede mantener un hogar sola.

Estos hombres están en todos lados. En la UDI, en la izquierda, en el Congreso, en tu universidad, en tu trabajo y en el piso de arriba de tu edificio. ¿Cómo romper las cadenas de la violencia? En primer lugar, que los hombres a través de los medios de comunicación dejen de sensibilizarnos con la imagen del tipo bueno que necesita ayuda. ¿Qué víctima querrá denunciar a su victimario si sabe lo que se viene? Esto es claro. Ningún hombre violento es un buen hombre. Partamos por ahí.

*Transcripción de la grabación publicada por El Desconcierto

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