Diario del Bafici #3: conejos, metafísica, terror y más chicos lindos
Hoy vi un pibe tan lindo en el Village Recoleta que me di contra una columna. No me lastimé, pero sí perdí el honor cuando me vino a preguntar si estaba bien. Bien lo que se dice bien estoy, lo digo públicamente porque no se llega al bienestar en diez minutos, pero desde que empecé a mirar la belleza masculina estoy trastornada. Estoy bien y estoy trastornada. Cuando noté que tenía credencial y esa credencial era de periodista, este chico se me afeó un poco, pero la belleza contiene virtud y también defectos ¿o no? De todas maneras, yo veo amor en todas partes y creo que incluso el amor, en su génesis, debe ser lo suficientemente generoso para incluir a los periodistas. Así de fuerte es el amor.
Ahora lo que vi.
Fui a ver Coherence al Arteplex Belgrano, que debe ser uno de los complejos más bonitos de Capital, con muchas expectativas. No miento cuando digo que una de las razones porque las cuales decidí ver Coherence, es Nicholas Brendon y el motivo es su querido, inolvidable, adorable Xander Harris de Buffy the Vampire Slayer. Me tomo un momento para señalar que un personaje como el de Xander Harris hoy es casi imposible en el universo de series actuales, en donde se apela más a convertir a una basura humana en un héroe, que dejar que los héroes tengan y lleven en sí la noble, que tan bien llevaba adelante Brendon.
Dicho esto, Coherence debe estar entre las mejores diez películas de la edición número 16 del Bafici. Con el axioma de que poco es mucho, la cinta navega más que bien los males de la época: la fobia social, la adicción a los celulares, la dependencia a estar conectados, el vacío de una clase media burguesa que parece calcada en cada país. Todos toman vino, todos compran productos orgánicos, todos usan ocasionalmente drogas con un objetivo puramente recreativo, todos tienen un trabajo que les reporta una sólida cantidad de dinero y todos tienen la sensación de que nada de esto alcanza.
Hay algo que denuncia Coherence y es la unitilidad creciente. La gente no sólo está perdiendo hábitos antes normales, como escribir a mano. También hace cosas estúpidas, como cortar el teléfono de línea porque ahora todo es “wireless”. Lo que es el futuro se puede volver el infierno si te cortan la luz o si cae internet. Nadie puede entender lo que pasa porque nadie puede conectarse a Wikipedia, nadie puede tomar decisiones firmes, porque tener criterio propio es algo del siglo XX, nadie puede buscar datos en ningún libro porque ya no se lee.
Entonces ¿qué se hace cuando todas las comunicaciones se caen y hay que pensar? Por momentos parecida a Lost, por momentos deudora de Primer, con un guión fuerte plagado de momentos de humor involuntarios, amable con sus personajes y amable con el público. Tan amable es Coherence con el espectador, que logra que entendamos la teoría del gato de Schrödinger, una breve introducción a la metafísica y algo de la decoherencia cuántica.
¿Cómo logramos los que no sabemos ni trigonometría entender de lo que habla la película? El esfuerzo de su guionista, la tenacidad de su director, las grandes interpretaciones y la negativa total a hacer un cine para pocos, dan como resultado que todos imaginemos la posibilidad de múltiples posibilidades y -de paso- la esperanza. Al menos yo la tengo, soy muy curiosa, de que nos atraviese un cohete Miller a ver qué hacemos. Merece ganar la comptencia de Vanguardia & Género, premio que sólo le puede disputar Big Bad Wolves.
La segunda gran gran gran película que vi es Kumiko The Treasure Hunter.
¡Qué cosa más linda que es Kumiko! Es imposible no quererla, no desear que todo le salga bien, que cada cosa que sueña se le cumpla. La historia es así: Kumiko se obsesiona con Fargo y, convencida de que es una cazadora de tesoros, como los españoles, como ella misma dice, sale a buscarlo. A mitad del siglo XX y con un serio, y entendible, rechazo al siglo XXI , todos los gestos de Kumiko son tan vintage como sus aparatos electrónicos ¿Quién tiene en Japón una videocasetera? ¿Quién está mirando VHS en Japón? Kumiko. Ella hace de esos gestos y de sus diarios una actitud de resistencia y a su manera también de vanguardia.
Sabemos que la soledad y el encierro en Japón son un tema serio, de eso se trata Kumiko y por ello emprende la búsqueda de su tesoro. Basta de jefes misóginos y abusivos, basta de compañeras de trabajo maltratadoras, basta de una madre sin amor, basta de esta vida. Con los maravillosos artefactos que son la fantasía y la fe inquebrantable del que cree que tiene una misión en la vida, Kumiko va a hacer todo lo necesario para encontrar el medio millón de dólares que Steve Buscemi enterró en la nieve. Incluso dejar ir a su adorable conejo rubio Bunzo, para emprender su destino.
Kumiko tiene un aire de leyenda urbana que la protege todo el tiempo y lejos de hacer el ridículo, Rinko Kikuchi encuentra el tono justo, sólo provoca ternura. Querer a Kumiko es un deber, ayudarla es hacer lo correcto. Diez años tardaron los hermanos Zellner en hacer esta película realidad. La fotografía pictórica, lo acertado de la paleta de colores, la impecable fotografía engarzan a la perfección con la música creada por The Octopus Project. Felicidad, belleza y redención es lo que le permiten los Zellner a su criatura Kumiko. Y es tan hermoso de ver, que no puedo creer que exista otra cosa que la búsqueda incansable del tesoro que traiga finalmente la felicidad.
En fin, vi más cosas. Pero no sé si tengo la necesidad de hablar de todo. Sobre la película de Jarmusch no sé qué decir, entonces mejor no decir nada. Me viene dando muchas sensaciones y ninguna se mantiene estable. Ayer justo le comenté a alguien que fue como ir a ver a un ex novio, qué se yo. Sobre el cine de Rita Azevedo Gomes tampoco sé exactamente qué decir. Amerita un análisis riguroso y yo sólo vi una película de ella y dudo poder ver otra. Vi algunos cortos y tampoco hay mucho para decir de mi parte. Mañana veo un documental y también tengo entrada para Cupcakes. Uno de los pibes de la boletería me odia porque no tenía cambio de 100 pesos. Uno no le puede caer bien a todo el mundo, digo yo.
Subo una foto de comida para que Jajonter entienda que no puede no estar acá.
De paso les recomiendo ese libro de Murena que estoy leyendo. El BAFICI tiene el beneficio colateral de que leo mucho. Entre tanto tiempo muerto, viaje de colectivo y viaje de subte lo único que hago es leer. También escucho a la gente, me encantan los dramas de la gente. A veces pienso -perdón si ofendo, en este caso no es la intención, en otros sí- y no digo que sea un valor, que el cine y la música tienen que empezar a escuchar más qué le pasa a la gente. Creo que la clave de que una obra de arte funcione y tenga chances -garantías no hay nunca de ser popular- es poder sintetizar el deseo de la gente común. Sin vulgaridad y sin tomar la palabra común como algo despectivo. Yo soy gente común, al menos parto de esa base. Dejar la posición, muy adolescente en extremo caprichosa, de que no se está siendo comprendido. Eso funcionaba cuando cerrábamos la habitación de nuestro cuarto en repudio a los padres que sí, obviamente, no nos entendían. Ahora, me incluyo, porque tengo mis ambiciones que no pienso negar, hay que invertir la ecuación: hay que hacer un esfuerzo por hacerse entender.
Después paciencia. A veces la gente, una masa encantadora de desconocidos, necesita tiempo.
Paciencia como dicen los Guns.
<3