Besito chau, Feria Mix

Antes del cambio en la industria musical a raíz de las descargas, las disquerías eran espacios de educación absoluta. Ir a una no era un mero proceso de intercambio de plata por un disco, significó algo más y esto no es un texto nostálgico sobre algún tiempo mejor. Podías estar horas oyendo álbums, aprendiendo y conversando con amigos, compradores e incluso los encargados que, si te veían interesado, generalmente te atendían bien y te ayudaban. Yo era súper chica  las primeras veces que fui (nací el ’88) y siempre salía con mucha información en la cabeza, además de algún disco en la bolsa.

Creo que la existencia de estas cadenas de venta de discos tuvo un lado positivo y otro negativo. Por una parte, en términos concretos, apareció otro espacio de distribución de música. Es una idea que puede parecer muy ingenua, porque los catálogos disponibles respondían a géneros, discográficas y artistas, la mayoría de las veces masivos. No ibas a encontrar todo lo que se te ocurriera pero, al menos en ese momento -a mi edad- era un lugar al que podías ir, poner un disco en los dispositivos colgados en la pared y oírlos completos, si querías. Tenías eso y la radio, así todo servía.

El problema del decaimiento -que creo que fue natural y obvio- es que estas tiendas respondían al modelo de negocios de la industria pre internet. Cuando el negocio comenzó a cambiar de forma drástica, las cadenas no supieron adecuarse, al igual que los sellos e incluso muchos artistas. Estas compañías no supieron cómo hacer que los discos siguieran siendo un objeto atractivo, tampoco pudieron transformarse en un espacio donde encontraras novedades más rápido que en internet, joyas o algo que realmente valiera la pena conseguir. Títulos que no pudieras tener  en línea y, por supuesto, los precios a veces abusivos tampoco ayudaron, hasta ahora: es imposible que repuntaran si la poca gente que compra discos, actualmente, sabe que encargándolos por Amazon son más baratos.

fotolog
http://cl.fotolog.com/x_the_chano_x/43700801/

Creo que la venta de discos digitales jamás va a reemplazar a las tiendas físicas. Es un método completamente diferente, que envuelve otros contextos, necesidades y situaciones. Puedes bajar un disco en buena calidad, con la portada, con tags correctos y sin virus de por medio, sí. Pero no puedes oler el libro de canciones que acompaña al álbum y no puedes hacer montañas con tu colección en el suelo de tu casa. Tampoco puedes hablar con un desconocido sobre canciones que a los dos los afectaron por motivos distintos. A través de iTunes, nunca vas a poder escuchar anécdotas de personas que vieron conciertos que tú no y así un largo etc. Las disquerías entregan una experiencia en otros niveles y, en tiempos en que la sobreinformación transforma todas las rutinas en algo vertiginoso, el objeto a veces pasa a ser un ancla, porque necesitas una pausa para saber aprovecharlo.

Nunca se va a dejar de vender música. Podrá ser más o menos, pero nunca se va a dejar de verla como un producto porque, a menos que hubiese un holocausto y se tuviera que reconstruir el mundo, los productos culturales ya están definidos como tal y estamos sumergidos en un sistema con la cultura de masas como principal motor.

Si tuviera que hacer futurología, creo que la venta de música se volverá más orgánica. O al menos eso espero. Que gracias a las nuevas tecnologías, se generalice aquella idea de comprar un disco tal como se le compra el pan a la señora del negocio de barrio. Escucho tu disco por streaming, me gusta, quiero comprártelo a ti, directamente. Una de las cosas que más me gustan de internet es que la interacción entre el artista y el público es directa. Para algunos esto mata un poco ese tópico del rock star inalcanzable, lo que me parece muy bien, porque hace rato que teníamos que superar el guión de Casi Famosos.

View Comments (0)

Leave a Reply

Your email address will not be published.

esmifiestamag.com 2013 - 2023