Aborto y centennials: lo que nosotras no supimos

Era sábado, habíamos ido a la feria. Al volver a la casa, el pañuelo verde que cuelga de la bolsa de género que uso como cartera hace un par de años, quedó estirado. No le presté mayor atención, pero mi prima, una centennial de 12 años, lo tomó con sus manos y leyó en voz alta: “No bastan tres causales”. 

Lo que vino después fue más o menos así:

—¿Por qué no bastan tres causales?

—¿Sabes de qué es este pañuelo?

—Sí, del aborto.  

—Lo que pasa es que hace unos años, se aprobó la Ley de aborto en tres causales, porque en Chile es ilegal abortar, solo se puede hacer según tres situaciones: por riesgo de muerte de la madre, porque el feto sea incompatible con la vida, o por violación.

—Pero hay más de tres causales po, ¿cómo es eso?

“¿Cómo es eso?”. Quedé pa dentro con lo que me decía una niña de 12 años, que tenía más claro que cualquiera en el Congreso, que cualquier lobbista ultraconservador, o que cualquier persona antiderechos, que las causales son millones. Y me acordé de esa otra niña de 13 años, cuyo caso fue espectacularizado en el primer gobierno de Piñera. 

“¿Cómo es eso?”, me preguntó. 

“Hay infinitas causales”, le dije. “Pero las que permite el Estado, son tres”, continué, y ella respondió imitando a ese emoji con la cara derritiéndose. 

Me sorprendió que lo viera como algo natural y que estuviera consciente de que debe ser un derecho. Esto me llevó a pensar en cómo veía el aborto yo misma a los 12 años, qué sabía, qué no sabía sobre relaciones sexuales, sobre consentimiento, sobre deseo y creo que no supe nada o muy poco, durante toda mi vida previa a la universidad. Entonces ¿mi prima de 12 años piensa en el aborto? ¿Les niñes de su edad hablan de esto? ¿Cómo se enteran si la educación sexual integral en las escuelas no existe y es algo que hace rato exige la Red Docente Feminista? ¿Ver un pañuelo verde como símbolo de una lucha por los derechos humanos es algo tan decidor? ¿De qué forma consumen estos símbolos les jóvenes de hoy? ¿Por Tiktok o Instagram? ¿Cómo permean los cambios sociales y políticos en las nuevas generaciones? No tengo estas respuestas, pero me pareció oportuno cuestionármelo y mirar cómo había sido mi experiencia en comparación a la de la generación de mi prima. 

Mi yo de 12 años no sabía, ni siquiera se preguntaba esto. No sabía nada sobre las relaciones sexuales, porque la educación sexual del colegio fue una pincelada de anatomía, pero nada más. No fue hasta que vimos Juno con unas amigas, en la mansarda de la casa de una de ellas, que me entró la duda. Era 2007 o 2008 y me planteé si quería o no ser madre, decidí que no porque era complicado y yo no sabía cómo serlo. En ese minuto de mi vida era hija, tenía 15 años y la descendencia no ha sido nunca un anhelo para mí. Entendí la decisión de dar en adopción a la guagua que traía al mundo el personaje de Ellen Page, en la película, pero en mi entorno no era tema aún.

Al año siguiente supe que una de mis compañeras de básica iba a ser mamá por primera vez. Tuvo que dejar el liceo y se fue a vivir con el padre de esa guagua. Mi amiga no terminó la enseñanza media y poco después de que parió a su primer hije, tuvo otro más. 

¿Habrá sabido mi compañera que podía abortar? Quizás quería ser mamá y nadie, repito, nadie, puede poner en duda eso, pero me pregunto si habrá tenido la información, porque yo no la tenía. Lo más cerca que estuve del tema fue cuando escuché que una amiga de mi mamá había tenido “varias pérdidas”. Ni me lo cuestioné, no entendí a qué se refería, de hecho debo haber pensado que se le había perdido algo concreto y no que las adultas se referían así a los abortos espontáneos.

Cuando cumplí 25 años, mi mamá confesó que había abortado cuando tenía 14 o 15. Le contó a mi abuela y abuelo, la ayudaron como pudieron, pero sin contención emocional. “Supe que era ilegal cuando mi mamá me llevó a un control con su doctor de confianza sin dar explicaciones, ya no había rastros, no teníamos que dejar rastros”, dijo esa vez. 

Del aborto y lo que sucedía con los cuerpos gestantes a mi alrededor (porque no solo las mujeres heterosexuales pueden embarazarse, también bisexuales, lesbianas y les trans), tuve certezas cuando tuve más de 20 años, cuando algunas amigas comenzaron a contar sus experiencias de haber abortado y cómo, o de haber acompañado un aborto. Esto se daba de forma cotidiana en los almuerzos de la pega, en el taller de lectura, en los chats, en los carretes, en el parque, o mientras esperábamos el Metro o la micro. En esas conversaciones adquirí conciencia real de que era urgente garantizar el aborto legal, seguro y gratuito para todas y todes. Lo vi rayado en las calles. Lo confirmé cuando varios 25 de julio, o varios 8 de marzo, marchamos de la mano por la Alameda, o esa vez afuera de la embajada de Argentina -que estábamos alentando a las compañeras al otro lado de la cordillera-, y gritamos aborto sí, aborto no, eso lo decido yo, hasta que nos mojó el guanaco. 

Foto por Dragomir Yankovic/Aton Chile

Entonces, ¿cómo se muestra visualmente el aborto cuando se habla de él? ¿Tiene una llegada masiva? ¿Está en las películas o en las series? ¿Cómo se problematiza? ¿Mi prima o las chicas más jóvenes están expuestas a esta información? 

Una podría pensar que no ha visto películas sobre el aborto, o que no hay material, pero hay hartas referencias. En Psicóticas Inseguras (2016), en la primera temporada, la Pame decide abortar. La Javi la acompaña en todo momento. Guglean misoprostol y se reúnen con una persona anónima. Si le pasó a la Pame, me podía pasar a mí, le podía pasar a mis amigas, ¿tendríamos que hacer lo mismo? ¿De dónde sacan plata universitarias que tienen que dejar debiendo fotocopias, o que cuentan las chauchas para cargar el pase de estudiante? ¿Cómo pagan el bono para una ecografía? La serie se lanzó en 2016, y es una de las pocas representaciones audiovisuales chilenas sobre este tema, junto con 7 semanas (2016), de Constanza Figari y Las demás (2019), de Alexandra Hyland. 

Esta realidad sigue ocurriendo, todavía existe la clandestinidad, todavía se criminaliza y estigmatiza a quienes buscan abortar aun cuando sus casos caben en la ley (insuficiente) que cumple tres años de vigencia. Y no solo ocurre en este pedazo de tierra que habitamos. En algunos estados de otros países las personas antiderechos se paran afuera de las clínicas para escupir, insultar o atacar a quienes acuden allí. En Never rarely sometimes always (2020), una película de Eliza Hittman, que se estrenó en Sundance y ganó el Oso de plata en el Festival de cine de Berlín, la protagonista lo vive. Esta película es una muy buena muestra de cómo se realizan los abortos hoy, de la precariedad, de la estigmatización del procedimiento, de la labor de Planned Parenthood y, también de la relevancia de la hermandad entre mujeres. Algo similar a esto último se ve en Portrait of a lady on fire (2019), de Céline Sciamma, cuando las protagonistas acompañan a otra mujer a abortar. 

Hice un pequeño sondeo entre adolescentes, para saber qué piensan en torno a este tema. La sobrina de una amiga, que acaba de entrar a estudiar Obstetricia en la Usach, tuvo que hacer un trabajo difundiendo información acerca de un tema de salud que eligiera. Lo hizo sobre aborto y citó a la Red chilena de profesionales por el derecho a decidir y a Con las amigas y en la casa.

¿Están más concientizades les jóvenes de hoy? ¿Tienen más acceso a la información que lo que teníamos hace algún tiempo? Pues claro que sí y qué bueno ¿no es cierto? Quizás hay menos personas muriendo por abortar con un gancho de ropa, con un atado de ruda o con palillos de tejer. Por supuesto que eso no quiere decir que este problema de salud (que debiera ser tratado de forma interseccional) se haya terminado, o que se haya dejado de poner en riesgo la vida de cuerpos gestantes, o que no existan vendedores de misotrol falso, pues siempre son aquelles que se encuentran en condiciones más vulnerables, o de pobreza, quienes llegan a embarazos no deseados, o no planificados y, además se enfrenten con menos recursos y herramientas, ante esto, lo que sin duda se debe agudizar en la pandemia. Así también, la escasez de medicamentos disponibles, o la dificultad de acudir a centros de salud, continúan siendo barreras de acceso.

¿Será que ya estamos viendo los frutos de las marchas feministas, y del trabajo de las organizaciones feministas de las últimas décadas? ¿Fue porque hubo revuelo en la región cuando creíamos que a las hermanas argentinas por fin les aprobarían el proyecto por el que han peleado años? ¿O es que el hecho de hablar de aborto de forma pública ha generado un cambio? Es muy probable.

Otra adolescente de 14 años contestó por Whatsapp a un par de preguntas, y dijo que empezó a conocer más de los derechos reproductivos y de la sexualidad, a través de redes sociales y los movimientos que surgieron en su liceo. “Debería ser algo legal, todxs deberían tener la opción de optar a un aborto si así quieren, que no se les impida por problemas económicos, de desinformación, familiares, etc. El aborto siempre va a existir, sea legal o no, la diferencia es quienes pueden optar a hacerlo de forma segura”, escribió y luego envió un meme aludiendo a que era “mucho texto”, burlándose de sí misma. ¿Son las redes sociales las que permiten que la información respecto a este tema tan tabú durante años salga a la luz por fin como algo que ha sido siempre parte de la vida? 

Eso espero. 

La narrativa de escenas de aborto están presentes en referencias audiovisuales desde hace mucho, será que ¿también lo que se comunica ha abierto espacio a este asunto recurrente? Pedí ayuda a través de Instagram, para que amigues me colaborarán con una lista y varias personas nombraron escenas de Grey’s Anatomy, Please Like Me, Euphoria y Sex Education, el documental Reversing Roe (2018), todo eso Netflix. Además de algunas películas: If these walls could talk (1996), con Cher como directora y Demi Moore como protagonista; 4 months, 3 weeks and 2 days (2007); Obvious child (2014), protagonizada por Jenny Slate y Unpregnant (2020), con Rachel Lee Goldberg y Barbie Ferreira.

Por eso siempre llevo conmigo el pañuelo verde, en mi banano, o en mi mochila, es una declaración: mi pequeño activismo. He perdido varios pañuelos, pero he encontrado otros y hace poco mi mamá también comenzó a llevar uno. Por eso siempre que puedo recomiendo “Y tú, ¿tan feliz?”, un libro que escribió Bárbara Carvacho, que cuenta en primera persona su experiencia de abortar de forma clandestina en Chile, uno de los pocos países en el mundo en que las personas gestantes no pueden decidir sobre sus cuerpos. No existe en este territorio otro libro como ese. Lo piden de Alto Hospicio, de Punta Arenas, de Hualqui, o de Paihuano, al interior de la región de Coquimbo y se va a publicar en España en unos meses. 

aborto y centennials

Por eso siempre que puedo, comparto información de este tópico en redes sociales, o en los espacios en los que me muevo, o con las personas con quienes me relaciono, por si mi prima lo ve, por si alguna amiga de mi prima lo lee, por si una hermana, por si una tía, por si la amiga de la amiga de mi prima, o de quien sea, llegara a necesitarlo. 

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