Tomarse espacios y resistir: Lesbianas y disidencias desde la “vulva cancha”

De forma autoconvocada, cada viernes de enero, mujeres, lesbianas y disidencias, se reúnen en un sector de la Plaza de la Dignidad. La calle es todes.


Decenas de cuerpos con capuchas, otros con el pañuelo del aborto, o de la bandera LGBTQ+ al cuello, corren pateando un balón por una cancha de fútbol dibujada sobre la calzada sur de Providencia, casi al llegar a Bustamante. Una pelota entre las piernas de alguien. Tibiales de kickboxing cubriendo las de alguien más. 

Tú no me vas a humillar, tú no me vas a gritar / Tú no me vas someter, tú no me vas a golpear / Tú no me vas denigrar, tú no me vas obligar / Tú no me vas a silenciar, tú no me vas a callar

Así es el coro de Antipatriarca, la canción de Ana Tijoux, que musicaliza el video de Elisa Torres (Nosotras Audiovisuales), un registro de la vulva cancha, como llaman a este espacio de resistencia en medio de la Plaza de la Dignidad. Suena el silbato y comienza el partido. La multitud enardece. Las imágenes que siguen muestran personas detrás de una pelota, otras pintando, otras mirando, otras abrazándose y retratan a la perfección uno de los viernes de enero que han dado cita a las Pichangas Feministas y Disidentes.

Era el cuarto viernes. Son las siete de la tarde. 33 grados. Sudor de bigote. La Plaza de la Dignidad está repleta otra vez. Pese a la temperatura, la radiación sobre el pavimento se disipa por la corriente de aire que sube por la avenida y, a ratos, llega un fuerte olor a lacrimógena. Arden los ojos y duele la garganta, pero eso no impide pelotear, hacer sparring o tirar trucos en skate. 

Es seguro. 

Tu normalidad no existe Atte. Resistencia Lésbica, se lee en un lienzo que demarca el costado poniente. Ni un lesbicidio más, declara otro que delimita el frente oriente. “No pasen por la cancha, por favor, si no quieren que les llegue un pelotazo en el rostro”, advierte una voz por megáfono. No falta quien se cruza por la zona definida previamente. Por la calzada norte, desde el metro Salvador, se escucha una batucada y se divisan las orejas de la tía Pikachu en medio de una procesión, junto al Negro Matapacos, que avanza hacia el mar.

Frente al obelisco, entre la multitud, está Catalina Carrillo, delantera de Santiago Morning, con el número 16 y su apellido en la espalda. Un día, viendo un video en vivo de la comediante Paola Molina, se les ocurrió organizar un partido de fútbol feminista. Lo concretaron esa semana. “Las calles y las canchas son nuestras”, escribió al pie de una foto que subió a Instagram con la convocatoria. 

Catalina es apasionada, se nota cuando representa a su equipo, pero también se siente en la vibración de su voz. Ella dice:

“Elegimos la Plaza de la Dignidad para visibilizar que las mujeres, las lesbianas y las disidencias —personas que se identifican fuera de los parámetros de la héterocisnorma y cuyas vivencias se convierten en resistencia, como lesbianas, homosexuales, trans y no binaries— somos parte de esto. Que los prejuicios, son prejuicios y queremos acabar con ellos. Nos juntamos los viernes en la vulva cancha. El llamado es a las seis. Le pusimos así porque el segundo viernes llevamos pintura, y al centro de la cancha dibujamos una vulva para identificarnos y nos tomamos ese espacio”.

“A todas las compañeras y compañeres que se han sumado y que les ha costado soltarse porque dicen que “no saben jugar”, el mensaje es que solo se necesitan las ganas. ¿Tienes ganas? Juguemos. Es bonito ver cómo se realiza la actividad. Un día un señor de 50-60 años lloró al verme, decía que le encantaría tener mi edad para andar jugando en la calle con nosotres, que por favor nos cuidemos. Ha estado la señora Margarita, que anda con su cacerola y le canta a los pacos en la cara, ella va todos los días a vernos. La gente nos conoce, nos saluda y se genera algo súper fuerte. Elisa Torres, de Nosotras Audiovisuales, nos hizo un video, nos contactamos con Ana Tijoux y ella nos prestó Antipatriarca. Es potente. Es hermoso ver cómo entre todas, nosotras y nosotres, podemos hacer cosas así. La fuerza feminista es tan grande, abarca tanto, no hay que soltarla, mientras más se sumen: mejor”.

“No sé si podría elegir un momento o una situación que me haya marcado, si no que es todo, es ver cómo un llamado autoconvocado llegó a tanta gente, que te pregunten si lo vas a hacer de nuevo o te agradezcan. Ha pasado que señoras que vienen de la pega, se acercan y preguntan si pueden jugar. Señoras que nunca han jugado fútbol, porque fueron reprimidas por el patriarcado y que se liberen así, jugando o boxeando… Esa es la fuerza feminista que va contra todo, es lo mismo que pasa con Las Tesis. Al empoderarnos en las calles, también se manifiesta esa fuerza. Esa es la importancia de esto, hay que usarla y mostrarnos”. 

“Que nos respeten, que nos valoren. Basta de odio, basta de silenciarnos”.

Karina Prieto, lesbiana y comunicadora, asistió al primer viernes de las Pinchangas Feministas y Disidentes. Se enteró por Instagram y compartió la publicación en el grupo de amigues con que juega fútbol. Son 15, del total solo se animaron dos: ella y otra amiga. El viernes 3 de enero, llegó alrededor de las 18:30 al metro Salvador y desde ahí se movieron a Providencia con Bustamante. De a poco se juntó más y más gente, recuerda.

“Mientras estábamos jugando, llegó una niña como de 11 años, seca para la pelota y la mirábamos con mucha esperanza. Fue cuático. Después se quedó hablando con la Cata. Es súper importante, sobre todo para niñes, que vean que pueden hacer deportes, porque estamos acostumbrades a que todas las hueás las hagan hombres y que todos los espacios sean ocupados por ellos. Las chiquillas están achicando los espacios de ellos y ampliando los de nosotras y nosotres”, dice.

Cuando ella participó de los partidos, el gas lacrimógeno estaba en el aire, pero les chiquilles seguían jugando y para la comunicadora, esto demuestra entereza. “La idea surgió de cabras y se está manteniendo gracias a eso. Y no solo en esta cancha improvisada, o en este ring improvisado, que es la calle: estamos haciendo resistencia también en las paredes, o en colectivas”, afirma. 

Karina ve con ilusión este proceso. Piensa en que, cuando ella creció, le hubiera gustado tener un modelo a seguir. “Que las niñas lesbianas que están creciendo vean que en la calle dice Lesbianas al poder, o Torta resiste, y que la Cata y la Maca estén organizando esto, es importante. Son referentes que cuando yo era chica no tuve y es súper valioso que cuando estás aceptándote a ti misma, sepas que lo que te pasa está bien”, plantea. 

La resistencia es cotidiana

El 3 de enero, Macarena “La Maquinita” Orellana, campeona panamericana de kickboxing, asistió, como acostumbra desde el 18 de octubre, a la Plaza de la Dignidad. Vio a Catalina, a quien admira y a quien conocía por redes sociales, y se sumó a la actividad para hacerse presente desde su disciplina. Las semanas siguientes también lo hizo María José Rojas, seleccionada nacional de skate.

Para Macarena, el espacio conquistado y la resistencia son necesarios. A su juicio, en tiempos de protesta, “se evidencia una violencia que para nosotras y nosotres va más allá de la crisis política”. 

Lo ejemplifica recordando el toque de queda que se decretó —por primera vez en democracia— en octubre de 2019. “Con eso todo el mundo notó un peligro que para nosotras es diario, que no solo tiene que ver con la violencia patriarcal, sino también con la policía, los militares. Por eso la resistencia en nuestros cuerpos es cotidiana y se fundamenta en el existir. Existir. Visibilizar que somos lesbianas, nombrarnos, porque no todas las lesbianas se identifican como mujeres. Por eso existimos, estamos acá, y nos organizamos y tenemos demandas específicas”, continúa. 

Ese “poner el cuerpo” del que habla Macarena, cobra sentido en la ocupación de la vía pública; pues para las mujeres, lesbianas y disidencias la calle nunca ha sido segura. “Se vive en las manifestaciones porque tenemos que preocuparnos no solo de los pacos, no solo de los infiltrados, también de que los ‘compañeros’ nos acosen, o nos violenten. Ayer mismo salió una funa de una compañera que fue tocada por uno de los varones de la primera línea. Imagínate. Por eso tomarse los espacios es fundamental”, dice. 

Macarena relata que la gente les pregunta si se pegan de verdad, —¡claro que nos pegamos de verdad, es el deporte que practicamos!—. La kickboxer lo entiende como un prejuicio, pues este deporte siempre ha sido territorio de hombres heterosexuales cisgénero. “Tienen la imagen de que si una conecta un golpe, la otra se va a picar. Eso pasa entre varones, pero lo bonito del deporte entre mujeres y disidencias, es que si alguien tiene buena técnica, lo celebramos”, cuenta. 

La calle grita lo que la prensa calla

Sobre el metal que blinda el edificio Telefónica, hay rayados que reclaman Justicia para Nicole Saavedra, junto a otro que pide + Lesbianas – Pacas, o la respuesta a ¿Quién mató a Ana Cook?. Otros como Torta resiste, El presente no es binario, Furia marika, Revolución travesti, son algunos que es posible encontrar en las calles con más frecuencia, desde que estalló la crisis. 

Francisca Orrego Canale, creadora de MuraLes (@lesbianas_en_la_pared), una cuenta de Instagram que recopila grafitis de difusión lesbofeminista, y que nació como parte de VisibLes, agrupación lésbica que ayudó a conformar en sus inicios, cree que ha sido exponencial. “Desde octubre se generó una explosión de contenido gráfico y artístico en las calles. Las lesbianas comenzamos a visibilizarnos a través de la protesta gráfica y me pareció interesante reunirlo en este perfil”, dice. El contenido se compone de imágenes de frases que ella misma captura, además de otras que llegan como aporte. 

De todas estas frases que tapizan los muros, según Francisca, el que más destaca es Lesbiana resiste. “Es bastante repetitivo y tiene que ver con la lucha histórica, pero que diga ‘resiste’ es para demostrar que ahora nos ven, pero siempre hemos estado en la lucha. Para nosotras no es nueva, tenemos experiencia en la resistencia”, manifiesta. 

Siempre hemos habitado la primera línea

Acuerparse, conversar, reunirse en jornadas a discutir sobre la realidad, es también una forma de resistencia. La organización y resiliencia también se viven de forma colectiva. Desde la Asamblea Lesbofeminista RM, se han articulado desde la memoria en los distintos territorios. 

Durante la crisis social, la Asamblea se ha reunido “en respuesta a un movimiento que saltó torniquetes estructurales”. Han oído, experimentado, reflexionado y protestado: “Hemos sido cuerpa en intervenciones culturales, encuentros, conversatorios, pichangas, marchas y recorridos en el espacio público heterocentrado”, dicen.

“Las mujeres, lesbianas y disidencias siempre hemos habitado la primera línea”, dicen quienes conforman esta agrupación. También se identifican con el concepto de “poner el cuerpo”, en su caso, desde la “interseccionalidad”, entendida como “el resultado del peso de las categorías sociales en nuestra existencia, muchas veces desestimada, coartada y acallada”. 

En lugar de demandas, la Asamblea prefiere referirse a “mínimos éticos para la reformulación de políticas del país” y con ello su principal preocupación es “mantenernos vivas y no permitir más impunidad para violadores de Derechos Humanos, partiendo por la destitución o renuncia de Piñera, y el reconocimiento de Asambleas Territoriales Constituyentes como la legítima fuente de la soberanía de nuestro territorio”. 

“Las lesbianas somos un decidido quiebre a la heteronorma. Tomarnos la mano, por ejemplo, es un acto político, al igual que vestirnos y vernos como nos plazca”, sentencian. Es por eso que procuran renunciar y denunciar el mandato de género que se les impone a través de la autonomía del lesbofeminismo. “Vivimos en el patriarcado que nos quiere desaparecer o ‘corregir’, entramos por las grietas de sus blindajes”, declaran.

—¿Cuáles espacios son de resistencia y qué significa desde la experiencia de ser lesbiana en Chile?

“Todos los espacios en los que nos situamos son de resistencia, tanto la calle, jugando fútbol, como en nuestras familias y comunidades de origen, trabajos y escuelas”. 

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