¿Por qué las mujeres que sufren de violencia tardan tanto en pedir ayuda?
El tiempo de reflexionar al respecto me lo di a raíz de una situación personal y también al ver -repetidamente y con mucha rabia- que el pilar fundamental del cuestionamiento a una mujer es que “aguantó” la violencia de su pareja durante tanto tiempo antes de denunciar, cuestión que además lleva a gente con profundo desconocimiento de las dinámicas de la violencia a juzgar a la víctima, sí, a la víctima, no al agresor.
Ciclo de la violencia
Puede parecer repetitivo el concepto, pero parece no estar del todo claro, ya que, ante cada ataque a una mujer, tanto sexual, físico, psicológico, hecho por pareja, familiares o desconocidos, se duda de la veracidad del testimonio de la víctima y se llega a insinuar incluso que ella “buscó lo que le sucedió”. En un intento por disminuir esos ataques propongo entender lo siguiente:
Una relación tóxica comienza como una relación normal, donde van apareciendo señales de alerta que por diversas razones la víctima va ignorando o no reconoce. De a poco el agresor va controlando la vida de su pareja con prácticas aceptadas y normalizadas socialmente como lo son los celos, que se presentan como “una demostración de lo mucho que te quiere y el miedo que tiene a perderte”. Bajo el amparo de los celos el agresor aísla a su víctima de su grupo de apoyo, a veces incluso la aísla de su familia con frases conocidas como “ellos no te entienden/quieren como yo”, y la vuelve dependiente de él luego de haber acabado con su red de apoyo.
Lo siguiente que hacen los abusadores es destruir la autoestima de sus parejas, comparándolas con otras mujeres, parejas anteriores, haciéndola sentir inferiores al resto, lo que sumado a los cánones de belleza y lo que significa el rol femenino en esta sociedad, termina por mermar la autoestima de la víctima desde su cuerpo, luego o antes de lo anterior, se comienza a atribuir toda la culpa de lo que no funciona en la relación a lo más profundo de una persona, su personalidad.
No son pocos los agresores que justifican su actuar en la “personalidad” de sus parejas, tratándolas de “histéricas”, “locas”, “insoportables”, lo que, a fin de cuenta, termina en una impresión para sí mismas donde se ven como personas difíciles de querer, “nadie te va a querer/aguantar como yo”, “mira las cosas que me haces hacer”. Y como la justificación constante del agresor es un común denominador de todas las relaciones violentas, estas se pueden basar también en el consumo de sustancias, en el estrés, situaciones difíciles en la infancia del abusador, entre otros, que, en definitiva, por mucho cariño que exista la víctima no tiene como ni porque hacerse cargo de eso, aunque desde pequeñas todas las señales de lo que significa “amor romántico” nos enseñen que sí.
Finalmente, con la víctima alejada de su red de apoyo, desvalorizada, dependiente de su agresor (a veces, incluso económicamente), el victimario puede proceder a dar el primer golpe, aprovechándose de la imagen de él mismo que ha creado en su pareja, como un ser que sabe que es bueno para ella, a quien el mismo dejó desvalida de herramientas. Entonces la víctima, o cede a la negación mental del hecho (porque, es muy difícil procesar que quien dice quererte haga algo así), o con el tiempo incluso justifica ante ella misma a su agresor, llegando a pensar “me merezco esto”. Cabe mencionar, que generalmente la historia familiar y/o relacional de una mujer vulnerable a sufrir este tipo de maltratos hizo todo el trabajo psicológico anterior a la desvalorización y la violencia esta peligrosamente naturalizada en su vida.
Después de este “primer golpe”, que, en casi todos los casos, NO ES EL ÚLTIMO, comienza el ciclo de la violencia física, donde después de la agresión viene una suerte de luna de miel, donde la víctima se refugia emocionalmente en la única persona que tiene en esos momentos (ya sea porque él liquidó su red de apoyo, o porque le da vergüenza pedir ayuda a su entorno), su victimario, el que promete cielo, mar y tierra, cambio y una relación feliz y normal, se echa la culpa, y en el peor de los casos hace escándalos como autolesionarse, llorar, crisis de pánico para que su pareja crea el arrepentimiento. Como sabemos, después de esto viene la tensión nuevamente, el maltrato, el siguiente golpe, la reconciliación, la tensión y golpes cada vez peores y en escalada progresiva hasta la muerte.
Sí, la muerte, porque en una relación violenta, el riesgo de morir asesinada está siempre presente, ya sea porque al agresor “se le pasó la mano” en una golpiza o lo premeditó.
En resumen, las mujeres violentadas no denunciamos en seguida, porque, no reconocemos de primera que estamos sufriendo violencia gracias a las innumerables prácticas machistas y peligrosas normalizadas por la sociedad, porque el agresor nos aleja progresivamente de nuestros círculos de apoyo, porque el trabajo psicológico con la víctima es tan grande que la desvalorización lleva a la inacción y la única esperanza que queda para salir de ese caos es confiar en que nuestro maltratador cambiará con nuestro amor, se acabará la violencia y comenzará el cuento de hadas que nos prometen a todas desde niñas.
Y porque, en muchas ocasiones una denuncia en este sistema judicial que se caracteriza por la desprotección de la denunciante y la impunidad del agresor significa una sobreexposición que termina en revictimización, cuestionamientos al relato y juicios a la forma de vida de la mujer violentada (recordemos el vergonzoso e irresponsable manejo mediático del caso de Nabila Riffo).
Dudar de las denuncias, juzgar a la mujer, tratarla de “estúpida” por dejarse golpear, incluso culparla por las agresiones nos convierte en una sociedad de femicidas, con instituciones femicidas, que no velan por el cumplimiento de las medidas cautelares, que dejan al agresor en libertad, que avalan el machismo en sus distintas formas y que dejan a niñas y mujeres a merced de la violencia.
Es verdad todo lo que dices. Me gustaría agregar que hay personas, también, que culpan a las mujeres de escoger a los hombres maltratadores: esto es erróneo. El patriarcado desde pequeñas les enseña a ellas a seleccionar a dichos maltratadores como pareja, crecen en una sociedad en que mediante películas, libros, o la cultura en general, se les presenta a tales maltratadores como deseables de selección, un ejemplo claro de esto es ese famoso libro, y película, «Las 50 sombras de Grey», donde el vejador es un sádico que se presenta como hombre «deseable». Por esto, culpar a las mujeres de elegirlos violentos no es justo: solamente una pequeña porción de ellas, las que por una u otra razón, han logrado un grado mayor de consciencia consiguen percatarse de esto y no preferir, con ello, a hombres agresivos en cualquier sentido. Cada elección que realizamos como seres humanos está determinada por algo, no se realiza porque sí, o porque realmente deseemos algo. En este sentido, existe un filósofo llamado Paul Ricoeur que pone a Marx, Freud y Nietzsche en un mismo grupo, asimilándolos con el apodo de «maestros de la sospecha». Lo que quiere decir con esto Ricoeur es que, para ellos, las elecciones que realiza un ser humano están determinadas por algún u otro factor, y no es, jamás, una selección «propia» o intrínsecamente propia. Para Marx las elecciones de los seres humanos están determinadas por las condiciones materiales; para Freud por la necesidad de tener sexo; y para Nietzsche por los valores inculcados por la sociedad. Con esto quiero demostrar que no es descabellado pensar que, efectivamente, las mujeres escogen a hombres maltratadores debido a las enseñanzas que desde pequeñas reciben del mismo patriarcado. Asimismo, Una vez leí a un sociólogo que analizaba una situación que se da mucho entre los más jóvenes, el asunto de la «friendzone» (que es una estupidez y una niñería, pero que tiene un trasfondo muy importante según aquel sociólogo), según él tantos chicos que se consideran «no maltratadores» o «buenos» no son tomados en cuenta por las mujeres debido a lo mismo que describía más atrás: las mujeres son entrenadas desde niñas, por el patriarcado, mediante la cultura, para elegir a los hombres violentos, y por eso, los que no lo son, simplemente, no tienen pareja o les cuesta mucho conseguirla.
Un saludo