David Bowie (1947 – 2016)

Muchos de los que estábamos esperando con ansias el nuevo trabajo de David Bowie Black Star, sabíamos con amarga resignación que se iba a tratar a la postre la última obra del inglés. Pero al mismo tiempo que nos hacíamos la idea de una inexorable partida del mundo terrenal, también escuchábamos maravillados los dos adelantos, el track que titula el álbum y “Lazarus”, contentos y satisfechos de que la despedida de Bowie iba acorde con su estatura como artista.

Bowie es un artista total, que trascendió su campo de acción en la música y se metió en el cine, las artes escénicas y las plásticas, motivado por la curiosidad y la necesidad de nuevos estímulos para reinventar y regenerarse, a si mismo y a su paleta sonora. Lo que muchos veían como vampirismo, en Bowie era simplemente su modo de andar por la vida y la creación. Bowie absorbía de su entorno y devolvía su relectura, al mismo tiempo que uno podía también detectar cómo iba conformando un núcleo sólido de canciones que permanece indemne a la corrosión del tiempo. El folk inicial de “Space Oddity”, los puñetazos glam de “Ziggy Stardust”, “Rebel Rebel” y “Jean Genie”, el decadentismo de “Rock and Roll Suicide”, los experimentos berlineses de “Heroes” o “Be My Wife”, sus devaneos con la musica soul y funk en “Young Americans” o “Fame”, el pop de “Let’s Dance” o “Modern Love”, la reinvención de su carrera con la banda Tin Machine, sus intromisiones con la música electrónica y su último conjunto de álbumes, adultos y al mismo tiempo vitales; un rápido repaso por una obra mutante y al mismo tiempo consistente y a la que todavía se sigue volviendo.

Reconocedor de influencias (sus homenajes a Bob Dylan, The Rolling Stones, Andy Warhol, Morrissey, entre otros, o su declarada admiración por Scott Walker) al mismo tiempo fue un influenciador absoluto de los más variados artistas de las últimas tres décadas (versionado por Bauhaus, Alice In Chains, Nirvana, Oasis, Placebo, Smashing Pumpkins, Beck); David Bowie es una figura imposible de evitar a la hora de hablar del desarrollo del rock and roll desde su irrupción con Space Oddity. Un buen epitafio sería, retomando los versos de “Ashes To Ashes”:

I never done good things
I never done bad things
I never did anything out of the blue

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