Ya No Hablamos #11 – Amor Fati

Si de lastimarse se trata entonces, lleguemos a un acuerdo y abramos la mesa de negociaciones. Con la dureza de quién negocia las paritarias, un aumento o la vajilla que ni usa y, sin dudas, odia. Sin abogados y sin testigos. O con testigos que nada tengan que ver con nosotros. Los que están en la mesa de al lado por ejemplo, que van a intentar escuchar las partes más feroces de nuestro arreglo. Si yo dejo de escribir, entonces vos qué me das a mi. Si vos dejas de ser tan lindo, yo qué te doy a vos. Y así vamos juntando lo que le provoca tristeza al otro, porque falta o porque es mucho, y nos vamos entendiendo.

Pero algo tenemos que comer en el medio porque es todo muy agotador. Si yo abandono las redes sociales entonces vos también. Si me voy, vos te vas, una pena que no sea conmigo. Pero sentáte, negociemos. Lleguemos a un acuerdo que nos rinda a los dos.  Si de estar triste se trata, entonces sentáte y abramos negociaciones. Sin abogados, sin testigos. Como se negocia el cese del fuego en la guerra para llegar a la paz. Si yo la corto, vos también la cortás. Si de dejar de lastimarse se trata entonces, negociemos, sentáte y abramos negociaciones. Sin abogados, sin testigos, sin conocidos. Entre desconocidos funcionales. Entre actores de reparto. Ente vos y yo.

A veces se gana y  a veces se pierde, si la vida es un juego entonces algo de azar hay. Ya no puedo controlarlo todo. Esto también es bueno. Ayer cuando volvía  a casa presencie un choque, fue un segundo. Es como el amor, sucede en un segundo. Donde no había nada, hay amor y en donde había una esquina, hay tragedia. Una camioneta roja se llevó puesta a dos motos.  Como en las películas pero en la vida real. Esto también es parte de lo que ya no hablamos, las irrupciones fatales en la vida cotidiana. Volvía de nadar y sin esperarlo, nació un choque. Por Castro Barros una camioneta roja, por Avenida San Juan dos motos.

Grité con un sonido que no conocía en mí, entonces de la tragedia nace algo nuevo. No es bueno, no es malo. Es.  Antes que te puedas imaginar algo, los golpes, los ruidos y la parálisis del tiempo. Vuela un chico por los aires y cae cruzando la calle, queda en posición fetal,  los brazos no se abren, se abraza a sí mismo y con la cabeza cierra el círculo. Una hilera modesta de autos, tal vez por la hora, evita pasarlo por encima, frenan y se chocan entre sí. No veo la otra moto y la camioneta se detiene a pocos metros de mí.  Un auto gris queda incrustado en un semáforo y a su vez, otro auto, no recuerdo el color, creo que era azul pero no puedo precisar, queda a su vez incrustado sobre el auto gris.

Busco con la mirada al otro conductor de la moto que quedo a mitad de camino. Su posición es otra, quedo como un esgrimista sin arma en el medio del asfalto. No hace ni frío ni calor y el tiempo no pasa. Me meto en el restaurant que hay a mitad de cuadra y llamo al 911. Error debería haber llamado al 107. La gente tiene teléfonos celulares pero extrañamente no los usa. Una mujer con un perro empieza a gritar llamen al SAME, me agarra del brazo y me dice:

-¿Vos los viste? –  habla  con tanta fuerza que creo que el destino mío se está yendo a otra parte. No es bueno, no es malo. Es y sencillamente lo acepto.

– Sí, yo vi todo – y miento porque no vi nada, vi un objeto volar y otro desaparecer y me vi a mí y pensé en vos. Uno ante la tragedia piensa en quién quiere.

– Están las cámaras – dice sin soltarme –  están las cámaras, está todo registrado.

– Sí, es verdad – contesto sin terminar de poder pensar en las cosas que hablamos y en las cuales no vamos a hablar. Ante la fatalidad ajena, uno piensa en la propia. Me entristezco y también me enojo. Si era mi cuerpo el que barrenaba el cemento ¿Vos me ibas a ver al hospital? No lo sé, a lo mejor sí, pero el destino mío fue otro.

– ¿Dónde esta el conductor? No hay que dejar que se vaya – y ahí en ese acto me suelta. Me doy cuenta que tiene un perro y que quiero jugar con él o con ella.

La gente no lincha a nadie y yo soy la gente. Aparece en escena el segundo cuerpo gritando “a mí me dio en la pierna”. Llora. Qué raro es ver a un hombre llorar. Yo nunca te ví llorar. ¿Vos llorás? Supongo que sí, pero si alguien me pregunta no puedo contestar con toda la verdad. Pero seguro llorás y seguro aprendiste a aceptar el azar de la vida antes que yo. Por eso vos estás donde estás y yo estoy donde estoy.

La gente sigue sin usar sus celulares. Algunos cortan la calle y empiezan a sonar las bocinas ¿A dónde quieren ir si es tan tarde? ¿A dónde van con tanto apuro?  No quiero acusar, sin embargo, no quiero acusar siquiera a los acusadores. Renuncio y que el destino venga por mí. Y si viene por mí, que me lleve hasta vos. Y si así no es, que me de fuerzas para aceptarlo.Y para dar el sí en donde quiero gritar no.

Aparece una médica y extrañamente quiero que también me revise a mí, me pasa siempre que veo a un médico. Quiero que me toque ¿Esto significa que entonces acaso siempre te vi como a un médico? Si es así, entonces que mi cura sea infinita. Para vos voy a estar enferma siempre.  El que estaba en posición fetal se desovilla con lentitud mientras llega la policía. Yo llamé a la policía. La gente no usa sus celulares ni para sacar fotos. El conductor no escapa, va a buscar los papeles que le pide la policía. Le quiero brindar una palabra, porque él también esta en shock. Me alienta a un buen destino que nadie quiera lastimarlo, que nadie le grite hasta que todo se rompe y sucede.

-¿Vos te das cuenta de lo que hiciste? ¡Atropellaste a dos personas! – el sonido no sale de mí, viene de atrás mío, me precede. Pero no quiebra mi fe en abandonarme al fin al destino. Digo que sí y lloro porque en ese sí, tu no sé se enaltece.

– Sí señora, ya sé lo que hice – dice el conductor que no está nada bien ¿Él también lee en este orden del destino algo positivo? ¿Él también se va a dejar como me voy a dejar yo? Nena, yo no puedo ser un súper hombre…

Me voy, me tengo que ir. Pienso en vos, que siempre vuelvo. Me voy, te vas,vuelvo yo, siempre es un retorno, nunca es una estadía completa.  ¿Esto es bueno? ¿Acaso esto es malo? Di Benedetto dice: las mujeres siempre tienen con quién. Ojo. Estuve refutando un par de opiniones: si te deja dormir y no hay sexo ¿te quiere? ¿especula? ¿te quiere y aparte también especula? No sé eso tampoco, pero yo creo que sí. Que me quiere.  No estés triste, estoy llegando. Yo no soy las mujeres, soy tu mujer, no ante la ley, no ante lo civil, sí ante la bronca de los que no se pueden meter adentro mío.

Retorno a mi casa, pienso en vos y miro bien al cruzar la calle. Comprendeme en el miedo. Si el destino te planta un accidente así, no voy a poder hablar de la totalidad del mismo. Si te das contra el pavimento y te raspas las rodillas, si lo más grave es que quedan en carne viva, cierro todo, clausuro este compromiso. Ese destino no es para vos, tu destino es otro. Yo voy y vengo, descontálo, como descontá que todo lo que conté acá, solo por esta vez, es cierto. Lo que vi lo vi y cuando lo vi: pensé en vos.

Me cae una luciérnaga desde el techo y me dice que estás triste y que es mi culpa ¿Cómo puede ser? Imposible, vamos a cambiarlo ya mismo. Vos no lo ves, pero yo lo estoy haciendo. Saqué las luces de Navidad y las enredé en la escalera del patio,  compré unos faroles blancos que salen una fortuna y los hice camino de nieve por todo el piso de mi habitación, encendí velas que me serán necesarias el próximo verano pero no me importa, compré flores y están en todos lados, haciendo del color una fuerza y del perfume un vendaval.

Me bañé tres veces y quedé limpia y mis pulgares se hicieron fruta: uvas. Me corté el pelo, puse palo santo para borrar mi accionar cruel, te escribí una canción donde te recuerdo cuan importante es que estés entre todo lo que vive, me puse a llorar y con eso regué las plantas, te extrañé y con el pensamiento te mandé mensajes de amor sin cifrarlos,  algunos son obscenos, otros no tanto. Esperé la noche y sin miedo encendí todas las luces. Mire hacia el cielo y pensé “que este halo de luz llegue hasta la puerta de tu casa y te abrace”. Voy y vengo, ese es mi destino, la permanencia no me fue dada como regalo. Te abrazo con amor, con respeto y con todo el cuerpo.

Te quiero, está bien, lo acepto.

No estés triste, dejame todo a mí, yo estoy triste por los dos.

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