Vi Lady Bird: me quedo con Real Women Have Curves

Tenía quince años cuando vi por primera vez Real Women Have Curves. Fue en el 2003 y se trató de la primera película en la que vi que una adolescente como yo era protagonista y sentía cosas que yo también estaba sintiendo en ese momento.

Por esos mismos años ya consumía mucha cultura pop. Por ejemplo, el videoclip de Complicated de Avril Lavigne (gran canción) . Cada vez que lo veía, cuando la mostraban en primer plano, pensaba “qué bonita su piel, no tiene marcas, no tiene acné. Qué bonitos sus labios con ese brillo. ¿A Avril Lavigne no le salen bigotes?”. Yo llevaba años sacándomelos por consejo de algunas mujeres adultas de mi familia. De hecho, la primera vez que me depilé las piernas, jamás la voy a olvidar. Lo hizo la mamá de una compañera del colegio que tenía un salón, lloré y me salió sangre. Tenía doce años. El mismo año en que me llegó la regla. Fue un año horrible, en el que comencé a sentir que me exigían cosas con las que yo no quería cumplir. Y tampoco entendía esas exigencias.

En Real Women Have Curves, Ana García -interpretada por la maravillosa America Ferrera- cumple 18 años, sale del colegio y quiere ir a la universidad. Ana es mexicana-estadounidense y vive en Los Angeles con su familia. Su madre solo espera que baje de peso para que un hombre le pida matrimonio y nada de estudios, Ana tiene que ayudar en la casa trabajando en la fábrica junto a ella y su hermana.  Ana se rebela frente a todo lo que se le exige, desde su misión como mujer hasta su cuerpo. Ella quiere estudiar, vivir en otra ciudad, acostarse con el novio antes del matrimonio. Vivir otra vida.

Anoche salí de mi lecho de muerte -tengo una gripe horrible, que en verano se siente peor- y fui al cine a ver Lady Bird (me senté lejos de la gente, por si acaso). Cuando salí de la sala, lo primero que le dije a mi novio acompañante fue “¡no podía dejar de pensar en Real Women Have Curves, esa de America Ferrera, es lo mismo!”. Me encontró razón.

Ahora me corrijo. Es lo mismo, pero en realidad no.

En Lady Bird todo es estadounidense y blanco: la directora, el contexto, los personajes (excepto por el hermano de Lady Bird, Miguel). La historia -en lo amplio- es la misma: mujer adolescente no contenta con el entorno ni las estructuras en las que vive comienza a rebelarse, tiene sus primeras experiencias sexuales, su padre la apoya en los objetivos que quiere conseguir, mientras que la batalla es con su madre. Ella es otra mujer que está viendo cómo la vida está cambiando y actúa también desde la confusión y el miedo, aunque por debajo exista el amor. Es decir, la relación entre madres e hijas adolescentes de toda la vida. Algo que me atrevo a decir que es universal.

En Real Women Have Curves, la historia transcurre en un barrio latino, con actores latinos, con una directora y escritora latina (de hecho, era una obra de teatro escrita por Josefina López que Patricia Cardoso llevó al cine) y además de retratar esa historia de la mujer adolescente que lucha, va más allá y habla de la raza, de la clase y de la explotación del sistema con los inmigrantes. Habla de crecer en un choque de tradiciones: puertas adentro la vida para Ana es de una manera y cuando sale, va al colegio o mira el país en el que vive ve que existen otras formas, que se oponen a las normas de la familia.

Mientras veía Lady Bird, solo podía pensar en que la protagonista era una pendeja malcriada y malagradecida. Su mamá también me parecía insufrible, pero sentía lástima por ella. Y mientras la veía, pensaba en Real Women Have Curves y me preguntaba si pensaría exactamente lo mismo de esa niña y de esa madre si volviera a ver la película. La vi hace quince años y solo recordaba que America Ferrera me parecía tremendamente inspiradora y yo quería ser inteligente y fuerte y bonita como ella. Quizás, ahora, yo siendo adulta, la terminaba viendo de otra forma, casi como al personaje de Saoirse Ronan.

Hoy domingo, desperté y encontré Real Women Have Curves en YouTube. Preparé el desayuno y comencé a verla. Mis lágrimas aparecieron en las mismas escenas que hace trece años. Pero se añadió una más. Los conflictos de la madre con el paso del tiempo. Esa lágrima fue nueva.

Sin ser mujer latina en Estados Unidos, sin ser pobre, sin ser adolescente, sigo viéndome en America Ferrera y en Estela, su hermana. Quizás, porque más de alguna vez le escuché a alguna tía de mierda decirme “tienes una cara tan bonita, si bajaras de peso serías espectacular”. O “con ese carácter niña, vas a espantar a los hombres”. O yo sin entender qué tenían de mal mis pelos, mi madre convenciéndome de mi deber de depilarme.

Teniendo yo muchos privilegios, más que otras mujeres, sigo pensando en que Lady Bird es una pendeja malcriada. No sé si tendrá que ver con esa cosa latina de “la mamita es sagrada” y que una aunque se esté rebelando frente a esa figura, igual tiene límites en el trato (en Real Women Have Curves hay una escena en la que esto aparece).

No me parece que Lady Bird sea una mala película. No lo es. De hecho, me gusta mucho cómo retrata la relación madre e hija, tengo que reconocer que me vi ahí, expuesta. Siempre recuerdo que hubo un período de mi vida en el que mi mamá no quería salir a comprar ropa conmigo, porque siempre había alguna pelea. Y ahí estaba anoche, mi experiencia adolescente en las tiendas, puesta en una pantalla grande, porque creo que las luchas entre madres e hijas son universales y cualquiera sea el contexto, la raza o la clase, van a existir.

Si tuviera que recomendar una película sobre esto, no sería Lady Bird. Sería Real Women Have Curves. Esa sí se me tatuó en el corazón. Lo tiene todo. Ana no es perfecta. A veces también es una pendeja malcriada, pero es eso y mucho más. Es una mujer saltando al vacío real.

Saliendo del cine también me pregunté por qué a Lady Bird se le celebra tanto exponer una historia que una directora latina expuso -para mí gusto de una forma mucho más rica y entrañable- hace 16 años atrás. En primer lugar, creo que el hecho de que la distribuya A24 -empresa también encargada de hacerlo con Moonlight (ganadora del Oscar en el 2017), The Disaster Artist, The Florida Project y Good Time- tiene algo que ver. Obviamente, hay una atención dirigida a todo lo que está saliendo de ahí, porque son historias que se salen del canon tradicional de lo que cuenta Hollywood, en general.

También creo que tiene que ver el contexto. Hay más atención puesta en las historias contadas y protagonizadas por mujeres ahora que en el 2002. Y desde aquí se desprende la crisis también. Dudo mucho que Real Women Have Curves, siendo presentada en el 2017 hubiese tenido la atención y las críticas que tuvo Lady Bird, porque las artistas, escritoras y directoras en Hollywood aún no reciben la atención ni los reconocimientos que merecen, a diferencia de las blancas.

Me es imposible no pensar en el feminismo sin clase y sin raza. Y es probablemente eso lo que me hace llorar viendo a America Ferrera rebelarse frente a todo lo que conoce.

Pueden verla acá:

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