No siempre se crece para el mismo lado

El universo de la niñez es un lugar recurrente en el que mucho buscan refugio. No sería siempre así. Es agradable cuando se piensa desde el punto de vista de lo nuevo, lo que está por desarrollarse, la multiplicidad de posibilidades que hay por delante, pero la idea de una mirada pura no es algo feliz sino todo lo contrario. Lo puro es salvaje , libre de todo afeite y de filtros, que ponen en peligro tanto al infante mismo como a lo que lo rodea. La recopilación que se hace en Las Nenas, de Angélica Gorodischer, con ese título explícito y transparente, que no deja dudas de lo que hay entre tapa y tapa, tiene personajes activos al borde de la cornisa.

La totalidad del libro tiene carácter de autoconsciente. Gorodischer, entre cuento y cuento, interviene, hace su explicación de porque ese texto está puesto ahí y se delata a causa de uno repetido de una edición anterior. También hay algo de taller cuando nos dice que hay dos cuentos que son parecidos pero con final distinto, de nenas envenedadoras, y que, al no decidirse por ninguno en particular, son incluidos páginas de por medio.

La escritura transparente y aireada entre palabra y palabra no es la del niño extasiado por lo que descubre en el mundo, sino el carácter directo de las decisiones que toma sobre el mundo, aún a riesgo de morir. Todavía me río y Sustancias peligrosas tratan de lo mismo, las antedichas niñas envenenadoras, aunque con resultados diferentes. En el primero, la crueldad infantil que subsiste en el adulto quita todo remordimiento al recuerdo, y en el segundo concluye en un terror parecido al enterramiento vivo de Poe.  En otros dos cuentos, hay nenas acosadas por pederastas con resultados diferentes. Mientras que en uno la protagonista elude el mal con el asesinato, aunque de manera tan inocente que termina en un paso de comedia, en el otro la adulta-niña mata lentamente a su antiguo entregador, declarando que es mentira que el odio afecte a quien lo ejerce; puede sanar y exiliarse en el que comete el mal. Es un acto de crueldad pero también de extrema pureza, porque, de algún modo, actúa como la nena que sigue conviviendo dentro de ella, eludiendo los lugares comunes de la letra fría. Un ida y vuelta en el tiempo que vuelve  atemporales a los relatos y los aleja de Piaget.

El contrapunto a tanta pureza son algunos títulos, Absit, Strelitzias, Langestremias e Hisophilas, Abila y Calpe, que obligan a la enciclopedia más cercana, intervenciones ilustradas para no perder de vista que esto es un libro para adultos, no para nenas. El doblez madurez-inmadurez, cultura-pureza es el eje. La chica que recuerda su obsesión con la palabra “Scotland Yard”, y con las palabras en general, es el escape a las formas culturales que las letras escritas y habladas imponen. Cuando entra la razón y el mundo físico se termina porque ya no sorprende, lo único que queda por hacer es convertir a las letras en territorio para que no sean meramente instrumentos. Lo fantástico que para un niño es cualquier objeto que lo rodea puede continuar en la adultez cuando las palabras pierden su objetividad y se convierten en lugares extraños por conocer. La rebeldía de las nenas de Gorodischer ante el encasillamiento no se expresa en clichés de como se debe ser un rebelde de manual. En el ida y vuelta entre la pura inocencia y la autoconciencia se construyen sus elecciones.

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Las Nenas

Angélica Gorodischer

emece

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