Ni tus amigos se salvan

¿Qué hay que hacer para ir a una tocata, estar tranquila, disfrutarlo y sentirte segura? Llevo más de diez años preguntándome esto ¡como muchas! y nunca llego a una solución satisfactoria. Lo he intentado todo. Primero, adolescente, pensé en masculinizarme. Tratar de comportarme como los que me rodeaban para intentar ganar respeto y una especie de estatus social similar al de ellos, pensando que así podría ganar también esa tranquilidad con la que se pueden mover en estos espacios. Luego, cuando vi que eso era imposible, autodefensa. Pensé “bueno, no puedo ser como ellos, pero puedo sacar fuerzas y pegarle de vuelta si alguien se atreve a hacerme algo”. Finalmente, también entendí que puedo aplicar la fuerza bruta, la denuncia pública y todo lo que se me ocurra pero este problema siempre será más grande que yo y que todas las mujeres que asistimos a espacios de música en vivo.

Ya perdí la cuenta de cuántas veces un enfermo se ha puesto detrás mío a puntearme o cuántas veces me han agarrado una teta. Si hiciéramos una lista entre todas con nuestras experiencias personales y, además, incluyéramos las de nuestras amigas y conocidas, probablemente estaríamos mucho tiempo escribiendo. Todos los días leo sobre experiencias de acoso de alguna mujer, en la micro, en el Metro, en el trabajo, en la calle, en el colegio, en la universidad. En cualquier parte. Los conciertos no son una excepción, desde los festivales hasta tocatas pequeñas, en espacios reducidos, en donde el grupo de personas que asiste y las bandas se conocen o están relacionados de alguna forma u otra.

La última vez que alguien se plantó con muchas ganas detrás mío fue en una de estas tocatas, en la que el público es una cantidad reducida de personas, todos se conocen de algo y si no, inevitablemente pertenecen a círculos que se topan. Además, estos espacios, se revisten de cierta moral basada en el compañerismo, en el trabajo en grupo, en hacer crecer algo que te importa a pulso, pasito a pasito, con la ayuda de tus amigos. He visto de cerca estas dinámicas. Bandas, gestores y público se unen en un bien común y crean instancias, redes de apoyo y todo muy bien, todo bonito.  ¿Cuál es el problema entonces? El de siempre, el que se puede ver en la larga historia de la izquierda en el mundo, por dar un ejemplo: las mujeres muchas veces quedan fuera de aquella construcción y compañerismo.

Anoche dos mujeres fueron acosadas en un concierto de bandas que pertenecen a un grupo social que se diferencia -desde adentro- del resto por levantar ciertas luchas de autogestión, independencia, respeto y compañerismo. Esto está muy bien, pero cuando suceden este tipo de hechos hay que pensar ¿en qué lugar de la lista se encuentra la igualdad de género dentro de esas luchas? En un inicio, me dio mucho gusto ver que en este circuito veía a más mujeres en el público que en otros. La mayoría eran mujeres jóvenes y cuando vi esto, pensé “guá, esto es hermoso, más mujeres de público es potencialmente más mujeres haciendo música, organizando conciertos, montando sellos, escribiendo”, en fin, emocionada de pensar que podría cambiar un área que históricamente ha sido masculina. Aún cuando no veía una participación tan destacada en número de otras mujeres tocando, esto de todas maneras sí era una luz de esperanza.

Cuando fui enterándome un poco más y conociendo gente, esa luz se apagó un poco. Mi idealización inicial se lo atribuyo a que estaba conociendo personas haciendo cosas bonitas y escuchando música linda. Luego, vi que en realidad los vicios que se podían encontrar en círculos del hardcore, el punk y el rock también estaban presentes acá. Pocas mujeres tocando y algunas de ellas, teniendo que soportar comportamientos bastante neardentales por parte de sus compañeros de bandas, mujeres del público sometidas a acoso físico en los conciertos, bueno, lo que siempre hemos visto que pasa en la música.

Volviendo a lo que me trae a escribir hoy sobre este tema. Ayer dos mujeres fueron acosadas y eso sucedió en un espacio compuesto por personas que pelean por igualdad y respeto, en el discurso. El problema, es que si hay mujeres que son acosadas en esos espacios que tanto defiendes, lo que dices es una contradicción. Si nosotros somos los que hacemos los espacios, lo que decimos tiene que reflejarse en los lugares que ocupamos. Peor es cuando ese grupo social se siente moralmente superior a los demás, incluso, en relación a problemáticas de género, sin embargo, siguen naturalizando comportamientos discriminadores con sus compañeras o desestimando denuncias o reclamos. Esto pasa en todos lados. Ni tus conciertos, ni tus amigos favoritos se salvan de ser parte de esto.

Algo bueno, el organizador del evento de ayer pidió identificar a los acosadores para no dejarlos entrar nunca más a un evento producido por ellos. ¿Qué pueden hacer las bandas? Mojarse el culo, mostrar respeto a sus compañeras músicas y exigirle a su público que haga lo mismo. ¿Qué podemos hacer nosotras? Denunciar y no dejar de ir a los conciertos que nos gustan. ¿Qué pueden hacer los hombres del público? Hacer más y hablar menos.

Si este fin de semana alguien se atreve a tocarlas en una tocata, funen. No se queden calladas. Hartas vamos a estar ahí con ustedes.

*Ilustración: Feminista ilustrada

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