Lucía Berlin: No hay justicia alguna en una vida injusta

Puede ser que Manual para mujeres de la limpieza de Lucía Berlin no sea el mejor libro del mundo, y puede ser que, detrás de su regreso -el peor de los regresos: el del olvido absoluto-, exista una fina estrategia de marketing para posicionar a una autora que tiene todo para ser maldita. Desde el cielo hasta el infierno, los rastros de la vida de Berlin visitan ambos estadios. Sufrida, mas no como Plath, y trabajadora; Lucía desarrolla su vida en diferentes escenarios, en los cuales se presenta bajo diferentes nombres, ya que ni en el momento en el cual abandona la primera persona deja de ser ella misma.

Rastreando su vida en diferentes publicaciones, se van uniendo los sucesos de la real con los narrados en la ficción. Pero estos no son los diarios de Plath y tampoco son los pensamientos profundos de Woolf. Esto es otra cosa que puede ser llamada menor pero, de ser así, el tono sería despectivo. Esto es algo más chiquito. Se podría tomar el riesgo de decir que es lo íntimo de lo íntimo. Parece ser que Berlin no se guardó nada para sí y tampoco lo tamizó de alegres palabras y de finales felices. Contó las cosas como son y las cosas están mal.

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Ante eso se abre  la fascinación por la morbosidad (ni una sola reseña o comentario deja de señalar la pobreza de Berlin, su alcoholismo, sus trabajos muy por debajo de su intelecto, su soledad, su vida enferma) en un momento álgido de la cuestión feminista que muchas veces se confunde con la cuestión femenina. Ambas a veces se cruzan, se chocan y conviven. Pero nunca son lo mismo. Aparecen notas tituladas “El curioso caso de Lucia Berlin“, cuando nada tiene de curioso que una vida se desbarranque terminando en el olvido. Y menos curiosidad hay en que la prosa de una mujer tienda a ser olvidada y se abra paso, literalmente, desde la tumba. La vida de Berlin no es curiosa y tampoco es maldita. Es la vida de una mujer que paga los platos rotos de sus elecciones en supuesta libertad. La de tener hijos en el marco de la liberación sexual, pero tenerlos, criarlos y mantenerlos sola. La de no ser tomada en serio. La de no ser leída. Una vida más entre tantas que no termina de ser sepultada, porque la belleza a la larga se impone. De eso hay mucho y bastante variado en sus cuentos.

Tomando los momentos más destacables de Manual para mujeres de limpieza podemos empezar por uno de los relatos que son corazón del libro. “Buenos y malos” aparece en la página 147 con uno de los momentos narrativos más altos en la prosa de Berlin. Desde el punto de vista de una jovencita malcriada y de clase alta, la autora se encarga de contar los momentos más álgidos en la política chilena y el choque de clases. De los campos de golf a las villas locales, de la clase dominante a la clase trabajadora.  La narración la lleva adelante con un tono implacable que se palpa frío en el libro. La descripción de una profesora americana que se precia de comunista y los límites que tiene pero que no nota, sintetizan la cadena de contradicciones que llevan adelante aquellos que quieren hermanarse a como dé lugar bajo el mote del clasismo. Berlin consigue aquí dos triunfos: el estético y el político.

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“Dentelladas de tigre” es un enorme título para un relato que se encarga del aborto. Lo que podría ser una bajeza es un cuento de terror. Si bien Berlin no maneja la literatura de género, en este relato parece servirse del terror para dar cuenta del interior de una clínica de abortos y la sangre con la que hay que lidiar. Oscuro, encerrado en sí mismo y al mismo tiempo, sin bajada de línea feminista o reivindicación de género. Con la verdad alcanza y sobra.

Hay rastros de luminosidad en este libro. Son fugaces y están siempre condicionados por un dolor que los antecede. Pero existen y se muestran generosamente en “Toda luna, todo año” momento de verano, playa y riesgos. Narración sencilla, pedacito de intimidad, anécdotas hilvanadas en unos días frente al mar.

Despunta también la ternura en la brevedad de “Mi Jockey” y el tironeo adolescente  en otro gran momento, el momento de “El Tim” que de ser una novela, sería una gran novela de iniciación y la cultura masculina.

Se le puede poner a cada cuento un detalle, una lectura, una recomendación. Se puede también abrir el libro en cualquier momento del día y sencillamente brindarse a leer. Se puede sentir profunda tristeza y también miedo, miedo a lo que viene.  Se puede sentir cierta melancolía y volver a momentos que se prefieren jamás recordar.

Pero se puede hacer otra cosa con Lucia Berlin y es tomarla de ejemplo para no olvidar y para leer un poquito a las mujeres que tenemos al lado. Leerlas, reseñarlas, criticarlas duramente si es necesario. Evitar los grandes funerales literarios y las largas notas de justicia poética. No hay justicia alguna en una vida injusta.  Las mujeres existen y existen también cuando están con vida. La crítica literaria, los lectores, las editoriales, todos. No olviden eso.

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