Cómo el bullying me hizo reflexionar sobre mi relación con la moda

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Desde que tengo uso de razón, la ropa pareció tener gran importancia para mí. Me gustaba vestirme y asumir personajes, crear historias a través de las prendas. Fui la típica niña que se ponía los zapatos de su mamá, e incluso, me ponía cosas de mi papá y lo imitaba.

Fui creando referentes visuales y hubo prendas o estilos que me fueron marcando, y por supuesto, muchos tenían que ver con la moda de turno que estuviese rondando por mi pequeño círculo social. Es por eso que hay hitos que recuerdo perfecto, como las Skechers de Britney Spears o esas botas horribles que usaba Ximena Abarca en Protagonistas de la Música (que después devinieron en las botas “Vegeta”). Ambas cosas las tuve. Pero había un pequeño problema.

Fui víctima de bullying durante casi toda mi enseñanza básica. Era la “perna” y “matea” del curso, sumado a que era muy introvertida, tímida y recelosa con mi espacio personal y mis cosas, lo que no le gustaba mucho a mis compañeros. Muchas veces me recuerdo intentando integrarme a juegos de mis compañeras y siendo rechazada, me molestaban por ser “demasiado blanca”, “demasiado flaca”, me encontraban egoísta y pesada porque no les compartía las tareas (?) y siempre me insistían con que “tenía que cambiar”. Me tenían al menos dos apodos horribles, que odio tanto que ni siquiera mis papás o mi gente más cercana al día de hoy los saben.

Yo a los 12 años. Evidentemente no era alguien… cool

Cuando eres la perna del curso, la verdad es que no es llegar y usar cualquier cosa. En mi mundo, estaban las niñas lindas y populares, que eran las que lucían regiamente la ropa que estaba de moda. Ellas mismas me miraban raro cuando me veían con mis Skechers de Britney. Recuerdo que un día fui al colegio con ropa de calle y andaba con esas botas horribles de Ximena Abarca, y una niña que supuestamente era mi amiga me dijo que esas botas “no eran para mí”.

Obviamente nunca más las volví a usar.

Ahí fue cuando mi pequeña cabeza en la edad del pavo empezó a buscar la forma de vestirse como quisiera en la medida de lo posible, como diría Aylwin. Desde ese momento, sí usé ropa que me gustaba, pero nunca más volví a ponerme algo que estuviera “a la moda” porque no era mi territorio y lo tenía claro. Terminé volviéndome metalera y vistiendo de negro y verde (mis colores favoritos a los 13-14) y mirando a mi hermana, famosa persona popular, como todo lo que tenía prohibido.

Luego entré a la enseñanza media y vi la variada fauna de lo que después llamaron las “tribus urbanas”: cada quien, de acuerdo al grupo que pertenecía, vestía de cierta forma, y eso también implicaba muchas veces lo poco compatible que podías ser con alguien. Emos, otakus, metaleras, punkies y gente que no estaba ni ahí con nada convivían a una buena distancia, marcada también por la competencia propia de ser adolescente.

Yo a los 14, viviendo el metalbrit(?) con mis colores favoritos de la época.

“Las modas siempre vuelven”

A mediados de 2018, gracias al boom que han tenido las zapatillas “chunky” debido (en parte) a las Balenciaga Triple S, reaparecieron las Skechers D’Lite, esas mismas que usaba Britney, un poco más modernas y cómodas, y con Camila Cabello como rostro. Como diría mi mamá: las modas siempre vuelven.

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Por supuesto que la noticia me triggereó fuerte, y yo, que venía echándole el ojo a unas zapatillas chunky sin saber cuáles prefería, pensé inmediatamente en comprármelas. Pero pasó lo lógico: el recuerdo (y el trauma) de la primera vez que las tuve y todo lo que significó usar cosas muy trendy cuando niña reapareció.

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Eso me hizo pensar en una pregunta que tal vez, en mis casi 28 años amando la ropa, nunca me había hecho ¿Qué es lo que realmente seguimos cuando seguimos una moda?

Obvio que no podía si no pensar en mi propio ejemplo de vida: de metalera, pasé a una especie de look medio pokemón-brit-vintage-noséqué, para terminar vistiéndome como jarcorita, luego volví a lo vintage y finalmente, hoy combino un poco de lo vintage con la onda ulzzang (googlee mija) y todo es muy rosado y cute.

En todos los casos, me acerqué a distintos tipos de personas, construí también una identidad en torno a cierto estilo, y te vas haciendo de referentes, grupos y cosas en común donde puede irse desarrollando una comunidad. El problema es que a veces, es tanto lo que puedes tener en común con otros que pasar de personas únicas a formar parte de un ejército donde el uniforme es el mismo es muy fácil.

Seguir una moda o una tendencia muchas veces implica que (por defecto) hay una estética e incluso un modo de ver la vida que va juntándose con lo que éramos antes. A través de ella, muchas veces expresamos lo que nos gusta o disgusta, las personas que pueden relacionarse con nosotros y quiénes son parte de nuestro círculo. Hasta hace poco tiempo, la ropa incluso era mucho más determinante en la música que escuchábamos o la clase de cultura que consumíamos, pero ¿Se posee identidad propia cuando sigues una moda al pie de la letra? ¿Tener a influencers en tu Instagram te aleja o te acerca a lo que eres o quieres ser, en un sentido más d33p? La dejo ahí nomás.

Hay un poco de identidad en tu capitalismo

Entendiendo la moda como algo pasajero y que va cambiando absurdamente según la estación del año, lo que diga Juan Dior que es tendencia o el color del año de Pantone, solo puedo pensar en que una industria, dentro del sistema capitalista en el que vivimos, necesita renovarse y generar novedad constantemente para asegurar ganancias.

Esto hace que mucha gente, famosa y no tan famosa, tenga kilos de ropa que después de un año deja de usar, confirma el FOMO, el miedo a ser “menos válidos” si no compramos esa prenda que nos vuelve parte de un grupo en particular y por consecuencia, seguir la moda como quien va al supermercado con una lista es, al fin y al cabo, ser un perkin del capitalismo.

Y la pregunta cae de cajón: ¿Es necesario ponerse las chunky sneakers para sentirse válido en un grupo social? ¿Por qué al buscar grupos de amigos, mucha gente juzga por la belleza física o la forma de vestir? ¿Es necesario demostrar nuestra identidad a través de la ropa, que es, al fin y al cabo, un producto?

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Probablemente yo no tengo la respuesta correcta, pero sí tengo mi forma de ver las cosas. Llegué a un punto en mi vida donde ya no me visto para los demás: simplemente me produce placer verme a mí misma con algo que me parece estéticamente bonito o que me causa una sensación positiva a la hora de usarlo. Tengo ropa que uso de hace más de siete años, precisamente porque mi comodidad y felicidad está primero que lo que alguien piense.

Mi inspiración los últimos años ha estado en la cultura asiática (sin ánimos de apropiación amigues) y siempre en las flores y lo vintage, los botones lindos o diseños coloridos. He combatido -sin tanto éxito- al retail porque sé cuál es la intención detrás, mezclo lo actual de la moda y lo adapto a mi forma de ser, modifico mi ropa (muchas veces americana) y prefiero a las diseñadoras locales. Me gusta también asumir distintos ¿personajes? (ej. un día quiero ser súper darks y otros parecer no sé, una niña super kawaii) y a través de cómo me visto cada día expreso mi estado de ánimo.

Creo en tomar lo que la sociedad entiende como femenino, volverlo una fortaleza y desafiar esas estructuras. Sí creo en que expresarse a sí mismo a través de la ropa es muy válido, en especial si eso impulsa o refuerza tu seguridad en ti misma y tu forma de ser. Tener accesorios de Sailor Moon me recuerda que no tiene nada de malo ser sensible y llorona, como Usagi (?). Creo también en que la gente puede vestirse como quiera y no me junto con puras personas que se visten con ropa que me gusta, contrario a lo que puedan creer después de leer esto.

También creo en la moda como una expresión de arte más que en algo que simplemente se usa, y tanto como experiencia estética, puede también convertirse en un manifiesto personal: usar colores como el rosado significa, para mí, el abrazar ser mujer después de tanto tiempo diciendo que “ese color no me correspondía” porque “no era como las demás” (saaaa).

Por último, creo firmemente que el bullying y el maltrato de cualquier tipo es una restricción a nuestra propia identidad. Si no fuera por eso, tal vez me hubiese atrevido a cuando más chica a explorar en más cosas o no complicarme cuando ex pololos me molestaban por usar cosas donde me veía “más gorda”, por tener ropa que me quedaba suelta o juzgarme por preocuparme demasiado por mi apariencia. En el fondo, algo que parece tan inocente, como decir que te ves gorda o eres superficial, muestra cosas más grandes, como por ejemplo, la violencia que los hombres usan al darnos su opinión sobre nosotras (sin que se la pidamos, más encima).

Manteniendo todas las proporciones, es todo un desafío lograr la libertad de ser uno mismo, especialmente cuando fuiste muy juzgado por algo: qué tan femenina/o eres, tu color de piel, tu contextura, tu orientación sexual, lo que sea. Juzgar al otro, excluirlo y hacerle sentir que no tiene derecho a ser libremente quien es significa abrir una herida que cuesta sanar, pero que cuando es algo resuelto, logramos ser más felices que aquellos que andan por la vida haciendo de jueces.

Y me las compré po. Mirá de quién te burlaste

Mi consejo y conclusión es: quiéranse mucho y usen la ropa que se les dé la gana. Que nadie les diga qué ponerse y qué no, ni mucho menos: que nadie los trate de superficiales por querer expresarse a través de cómo se visten. Busquen lo que les acomode y sea más fiel con ustedes: si la ropa es solo funcional para ti, por ejemplo, que así sea y filo. Y que los demás sirvan como inspiración, pero no como canon.

Si yo disfruto cosas de mí misma a través de cómo me veo y eso me ayuda a llevar el día a día, o incluso a reflexionar sobre temas como estos, supongo que algo estaré haciendo bien.

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