Ana González de Recabarren: Gracias por tanto, perdón por tan poco

En 1976, la DINA detuvo al marido, a dos hijos y a la nuera embarazada de Ana González de Recabarren. Desde ese momento, la vida de la señora Ana cambió. Se volcó a la calle. Durante más de cuarenta años, luchó de forma incansable por conseguir verdad y justicia, al igual que muchas mujeres a lo largo del territorio, que exigían saber el paradero de sus seres queridos.

En el marco de los 45 años del golpe, la señora Ana dio una entrevista a la excelente periodista Rocío Montes, para el diario El País. En ella, comunicaba algo desalentador para algunos, pero real para todos: “El país está como lo pensó Pinochet. Cuando dicen “le ganamos a Pinochet”… Pienso que no es verdad. No le ganamos. Seguimos divididos y los luchadores de antes se recogieron a sus casas. Para eso fue la dictadura: para silenciar al pueblo que había ganado su libertad”.

En aquellas frases está marcada nuestra historia, como si se trata de un hierro caliente sobre la espalda. Ejemplos para poder aceptarlo hay miles: la constitución de que nos gobierna es la del dictador, como pueblo perdimos la capacidad de pensarnos como tal y así también se disuelve la idea de la fortaleza que aparece si nos aglutinamos. En Chile la gente sin plata, si se enferma, muere y nuestros abuelos trabajan por obligación mas nunca por gusto. La dictadura funcionó. Los derechos son servicios y la disidencia se paga caro.

Pero en esa misma entrevista, Ana González continúa diciendo que tiene esperanza en las generaciones nuevas. ¿Ustedes la tienen? Personalmente, hay días en que esa llama aparece en mi vida y luego se esfuma. La valiente señora Ana dio su vida completa por encontrar la verdad, por encontrar la justicia. Y tanto a ella como a miles de hombres y mujeres, ese derecho sigue siendo negado 45 años después. Y ¿qué vamos a hacer nosotres?

Los nacidos en democracia no tenemos ningún recuerdo sobre vivir en dictadura. Solo tenemos algunas primeras imágenes de esa alegría que no llegó nunca. Esa reubicación de las piezas del puzzle que seguían aglutinándose bajo las estructuras que el equipo del dictador deseó para nosotros. Probablemente, para algunos adolescentes, la figura de Augusto Pinochet es tan lejana que puede ser hasta caricaturizable, porque el trabajo estuvo tan bien hecho, que a veces pensamos que es algo que no podría volver a pasar. Pero ahí están en el Congreso los diputados del dictador. En las clínicas podría atenderte un ginecólogo que décadas atrás torturó. José Antonio Kast se pasea por los canales de televisión y las radios, transmitiendo un discurso de odio, libremente, sin que ningún periodista se atreva a contrapreguntar tamañas burradas, tamaña violencia. Sin que ningún editor vea que está causando un mal mayor, que está plantando una semilla que cuesta vidas, aquí y ahora. No es necesario que ese personaje -no conservador, fascista derechamente- sea presidente. El país ya es violento, en el presente  es cuando ya no tenemos derechos. No es una fantasía, no está lejos. Está pasando frente a nuestras narices.

Tanto Ana González como muchas mujeres salieron a la calle y dedicaron su vida a luchar contra el fascismo, a buscar la verdad. Son décadas de enseñanzas que tenemos -debemos- recoger. ¿Cómo lo hacemos? No tengo respuestas. Siempre pienso que lo primero son las redes, pero no. Sin la memoria, las redes se rompen como si fueran telarañas.

La señora Ana murió sin saber dónde están. Se fue, pero todes nosotres seguimos aquí, por un período indeterminado. ¿Cómo lo vamos a usar? ¿Podremos hacerle honor a su paso por la Tierra? Al menos intentémoslo. Gracias por todo señora Ana. Y perdón por tan poco.

Cuando detienen a los míos, yo dije “no me voy a quebrar”. Pinochet no va a lograr una víctima en mi. Me tengo que reponer de esto. Tengo que buscarlos, salvarles la vida”.

Hay una canción de la masacre de Santa María que dice que es peligroso ser pobre, amigo. Es peligroso ser pobre, sumamente peligroso (…) porque somos más que ellos. El día que nos antoje, no movemos un dedo no más. ¿Quién les va a cuidar a los niños? ¿Quién se los va a llevar a la escuela? ¿Quién les va a hacer la comida? ¿Quién les va a regar el jardín? ¿Quién les va a sacar a pasear a los perros? Somos más poderosos nosotros”.

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