¿Cómo olvidar?

A ellxs no les basta. No les bastó con desgarrarnos, con disgregarnos, con rompernos, con matarnos. Ellxs siempre van más allá. Siempre.

Fueron más allá por lo que les decían otrxs, fueron más allá, contra su propio pueblo. Por el temor, por el pánico a algo gestado desde lxs mismxs que secuestraban, a quienes despojaban de tanto. Fueron más allá, vinieron más acá, nos llevaron, no sólo en cuerpo, sino también nuestros sentires y pensares. Nos quisieron dejar mudxs, en silencio, conformes, mirando la acera, con un caminar rápido, como cuando se huye, como cuando se teme, como cuando la vida deja de ser vida. Nos quisieron abandonar a nuestra suerte, separando familias, amores, amigos y amigas. Nos quisieron dejar sin abuelxs, sin padres, sin madres, sin hijxs, sin tíxs, sin hermanxs, sin amigxs, sin amores, ni primxs. Nos quisieron dejar en soledad, porque así es más fácil separarnos, asustarnos, hacernos olvidar, hacernos perdonar.

Nos dicen que olvidemos, que avancemos, que miremos hacia delante. Pero eso no es todo: nos piden que perdonemos, pero ¿a quién? Si lxs desconocemos, ¿a quién? Si no sabemos. ¿Y cómo? Si aún hay quienes buscan entre la tierra y la arena, entre el mar y la cordillera.

Nos dicen que hay que reconciliarse, porque así creen que su conciencia descansará, creen que el que está arriba les perdonará. Que cuando les llegue el último día, se les abrirán las puertas del cielo mientras están con sus familiares, aunque a nosotrxs no nos dieron la oportunidad de estar con quienes queríamos, ni de verles, aunque fuese una vez más.

Hoy siguen yendo más allá, con pensiones millonarias, con lujos, cuando tantxs no pueden llegar a fin de mes, cuando el plástico maldito nos salva del momento, pero endeuda con el tiempo. Hoy siguen yendo más allá, cuando se ríen mientras buscamos botones, una pilcha, algo que sea. Siguen yendo más allá cuando nos piden perdón, de ese perdón miserable, lleno de nada, lleno de encubrimiento, de conveniencia, de secretos, de maldad. Si de verdad quisieran nuestro perdón, hablarían con la verdad, nos dirían dónde están. Y le dan, y avanzan más allá, cuando siguen escondidxs, cuando atienden en clínicas, cuando no sabemos sus nombres.

¿Cómo olvidar que miles se fueron y no volverán jamás? ¿Cómo olvidar que nos mutilaron? No sólo el cuerpo, sino también el pensamiento. ¿Cómo olvidar que tantxs no dijeron adiós, no dieron un último beso ni una última mirada? ¿Cómo olvidar a tantxs que prefirieron el dolor a doblegarse? ¿Cómo olvidar tantas casas, tantas camas, tantas manos amigas que, aunque fuese por un minuto, daban tranquilidad? ¿Cómo olvidar sus nombres? Si resuenan como tambores bajo cada latido, bajo el nudo en la garganta. ¿Cómo olvidar que fueron miles? ¿Cómo olvidarles, si jamás podremos saber cómo es la vejez junto a ellxs? ¿Cómo olvidar, cuando lo único que queda son recuerdos, un par de fotos manchadas por un té, por un vino, por un llanto, por la humedad?

¿Cómo olvidar? Aunque nos quieran obligar a no recordar. ¿Cómo olvidar? Si pienso que también pisaste este suelo, miraste al mismo sol y quisiste acostarse en este pasto, mirando esta luna, mientras reías con él, con ella, mientras se abrazaban y algunas veces, pensaban en un mañana. ¿Cómo olvidarte? Porque, aunque tu nombre no esté en los libros de historia, fuiste tú quien la forjó, con tus manos, con tus gritos, con tu vida.

¿Cómo olvidar tantos septiembres, tan helados como este?

¿Cómo olvidar? ¿cómo perdonar? ¿cómo avanzar y no dejarlxs atrás?

Pero nosotrxs también vamos más allá, también iremos más allá. Siempre. Saldremos más allá, no sólo los onces, no sólo en septiembre. Saldremos más allá, aunque sea con pena, con fuego, con rabia, curtidxs por las lágrimas. Iremos más allá, no sólo en cuerpo, sino por todas partes, por todos los lugares en los que se cuela su miseria.

Iremos por tantos, por tantas, por ti, por mí, y por todxs mis compañerxs, porque como dicen por ahí, “la memoria tiene forma de justicia”, y no, no hay cómo olvidar, no hay cómo perdonar.

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