Mi panfleto no basta: teoría y práctica

Desde que han resurgido (aunque nunca desaparecieron) las protestas en nuestro país, hemos podido ver como miles de personas se atreven a alzar la voz por lo que consideran justo, en contra de la educación mercantil, los proyectos que atentan contra nuestro medioambiente, el machismo y los femicidios, la explotación laboral y los salarios míseros, las AFP que perjudican a las y los adultos mayores… entre otras violencias y desigualdades.

Pero hoy me pregunto, ¿qué he hecho además de marchar? ¿he sido coherente con mi discurso?, esta interpelación no es para nada desde esa derecha conservadora que se cuelga de pequeñeces para denostar a quienes somos críticos (as) con el sistema, todo lo contrario, va en el sentido de poder enseñar no sólo desde nuestro discurso, sino que desde nuestra práctica cotidiana.

Quiero compartirles una experiencia que viví en la casa de estudios en la cual además me organicé, que me hizo sentir la imperiosa necesidad de poder cuestionar todo, no sólo lo que planteamos en la calle, sino que en cada espacio de nuestra vida:

El año 2014 fui candidata a la Federación de la Universidad a la que pertenezco, una de mis amigas fue vocal de mesa y escuchó la siguiente aseveración referida a mí: “¿Cachaste que hay una pendeja que no cacha nada que está en la lista, es súper tonta, seguro llegó ahí porque x está en la lista junto a ella?. Esta opinión, claramente en forma de denostación, fue emitida una mujer de izquierda… y eso me dolió profundamente. No puede ser que entre nosotras ocupemos ese tipo de elementos que reproducen las lógicas machistas que llevan a pensar que hay que atacar a la única mujer que estaba en la mesa federativa de ese proyecto. Es una experiencia personal y quizás por eso duele más, pero hoy me atrevo a contarla por este medio, ya que sé que serán muchas las que habrán vivido algo así en sus espacios de organización, ya que como siempre nosotras salimos desfavorecidas, punto para el patriarcado.

La verdad es que no quiero dedicar esta columna a los hombres, porque no es mi responsabilidad “enseñarles” cómo actuar, no soy la madre de nadie y ese interés debe nacer desde un cuestionamiento personal con miradas hacia un proyecto de emancipación colectiva. Es por eso que nuevamente nos hablo a nosotras… a quienes hemos dudado de la compañera del lado sólo por ser mujer, hablar de cierta forma e incluso por su aspecto físico.

Tampoco voy a hacer una especie de tribunal y apuntar a cada una, sino que todo lo contrario, es desde la solidaridad y la fraternidad, valores con los que pretendemos construir una sociedad distinta, mediante los cuales pretendo referirme hacia todas las que leen.

El 8 de marzo vi a muchas compañeras marchando y cada vez que veo nuevos rostros, mi corazón late fuertemente y me hace sentir que efectivamente podemos enfrentarnos contra el capitalismo y patriarcado, juntas, gritando, organizando instancias de encuentro, creando, preguntando, riendo, equivocándonos, etc. Desde ahí crecemos y vamos haciendo camino, pero no olvidemos que el cartel que levantamos ese y todo los días, es una frase que deberíamos llevar con nosotras junto a nuestra amiga, mamá, vecina o trabajadora del local del frente.

Podría especificar más casos, pero estoy segura que varias tienen en mente situaciones incluso más fuertes de las que han sido parte, específicamente en lugares o con gente a quien consideran cercana. Mi punto no es invalidarles, sino apuntar a que tenemos que tener ojo crítico y no dejar que la corriente nos lleve, tener la capacidad de darnos cuenta cuando nos encontremos asumiendo una posición muy similar a la que estamos atacando.

Atrevámonos a ir siempre con la verdad (aunque cueste), dejemos de lado esa competencia y cinismo tan propios de la idiosincracia actual, entendiendo así que la mujer del lado pasa por problemas muy similares a los míos, cargada de cansancio por el día a día, de amor por lo que hace y rabia por lo que la oprime. Que no logren golpearnos donde más nos duele, que es desde nuestras relaciones y alianzas que generamos con las personas con las que pretendemos cambiar este sucio y feo mundo.

Que el cartel que más hable por nosotras sea nuestro andar.

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