Patriarcado y capital, alianza criminal

El 8 de marzo se conmemora el Día de la Mujer Trabajadora, con el fin de recordar el cruel asesinato de un centenar mujeres textileras en Nueva York, Estados Unidos, que se encontraban peleando por  la disminución de la jornada laboral a diez horas, igualdad salarial y mejores condiciones al interior de la empresa. Fue por esta reivindicación que sus jefes mandaron a quemar a las trabajadoras que se encontraban en huelga al interior de la fábrica. Así de mal, así que cuando vea que por ésta fecha le regalan una lavadora en la muni o traen a Américo, piense que mejor deberíamos exigir tener una vida digna y que no nos anden intentando cambiar el ocho de marzo a una fecha linda  y comercial.

Este grave hecho se constituye como uno de los hitos más relevantes y conocidos en relación a la opresión de la mujer trabajadora (desde 1800 en adelante, ya que antes fue aún peor, ej.: inquisición), pero me gustaría primero poner en debate lo siguiente: las mujeres hemos trabajado durante toda la historia, ya sea ejerciendo labores al interior de nuestro hogar (crianza, aseo, cocina, etc.) o fuera de él, en trabajos informales (no reconocidos dentro de relaciones contractuales o donde haya un salario fijo), por lo que nuestra transición hacia el trabajo no debe ser tomado como un fenómeno de los últimos años, sino que debe ser analizado desde la larga data que posee.

Por lo tanto, si bien este es un proceso muy largo en el que hemos sido campesinas, recolectoras, chinganeras, médicas, textileras, lavanderas, profesoras, trabajadoras de casa particular, estudiantes, abogadas, etc., lo que quiero recalcar es la vigencia de la explotación de la mujer, tanto desde lo que se nos ha impuesto como género, como así también a nivel de clase, ya que al ser parte de Latinoamérica y de un pueblo que tiene al 15% de las mujeres de éste país bajo la línea de la pobreza, el aspecto socioeconómico no puede quedar de lado. Más aún, para dimensionar esta grave situación, es que les cuento que el 93,1% recibe una pensión de vejez de $147.763 o menos. Es decir, la situación para la mujer pobre ha variado, pero se ha mantenido con otras formas de desigualdad.

La división sexual del trabajo, muy presente en nuestros tiempos, sigue ligando el perfil “racional y capaz” a lo masculino  (el ámbito público)  y el “débil y delicado” a la mujer,  por lo tanto, en el trabajo formal se da una mayor presencia del género masculino y la mayoría de los trabajos y profesiones y tradicionales como medicina, derecho, ingeniería, etc. están compuestas por ellos. Lo contrario pasa con aquellas que se asocian al “cuidado” de la sociedad (por ejemplo, las educadoras) o al mantenimiento de los roles preestablecidos, asociados a la femenidad, principalmente inclinadas hacia el espacio privado. En el caso de Chile, se puede observar como la creciente terciarización de la economía (asociada al sector de servicios), está compuesto principalmente por mujeres, las que debido a la flexibilización y precarización del trabajo actual, poseen condiciones que no les permiten vivir de manera óptima, como es el caso de quienes trabajan de manera subcontratada, a honorarios, o incluso de palabra, sin ningún derecho o resguardo de su vida en su jornada laboral.

A todo lo anterior se suma el fenómeno de la “multimujer”, que consiste lisa y llanamente en que las mujeres HACEMOS TODO, sí, en el trabajo no sólo cumplimos nuestro rol, sino que además debemos estar haciendo múltiples tareas, que “demuestren” que podemos, porque no, nuestras capacidades, títulos o herramientas no bastan, una mujer siempre tiene que hacer el esfuerzo para ser validada por los y las demás. Así que luego, llegamos a nuestra casa y quienes tienen hijos, crían (el 84% de los hogares monoparentales en Chile están dirigidos por mujeres) y levantan una casa a punta de malabares para llegar a fin de mes, mientras lavan la ropa e intentan dejar comida para la semana.

—¿Con que el capitalismo y patriarcado ya no existen?

—Sí, en tu mente.

—Ya y ¿por qué dicen ambos se conjugan y enlazan de una manera perfecta?

Ambos se conjugan y perpetuan la subyugación y opresión de las personas, con el fin de mantener las  relaciones de poder en la que la clase alta y el hombre capitalista se enriquece, en base a la explotación de nuestros cuerpos y el medio ambiente, entre otros. El capitalismo establece una relación (asimétrica)  entre el/la trabajador/a y el capitalista, extrae la plusvalía de su trabajo y de esa forma su jefe (o dueño de la empresa) aumenta su capital. Esto, obviamente, en base a pésimas condiciones de trabajo, sueldos bajísimos y pensiones aún peores. Como siempre nos ponen a nosotras por debajo de las cifras ya bastante desalentadoras. (Si quieres saber más, lee acerca de la teoría del valor y además el libro “Calibán y la Bruja” de Silvia Federici).

Bueno y nos queda el patriarcado… uff. Este es utilizado por el capitalismo como una forma de asegurar la reproducción de la mano de obra barata para su funcionamiento (una de cada cuatro niñas/os en Chile es pobre). Además de cosificar a la mujer y su cuerpo como un elemento que asegura el sometimiento y perpetuación de estereotipos asociados a una belleza inalcanzable, hace que el negocio de la cosmética aumente cada vez más. Los ejemplos acá también sobran, la imposibilidad de decidir sobre nuestra sexualidad, la doble moral que nos imponen entre ser “señorita” y un cuerpo para consumo masculino, el que sólo por ser mujer vivamos el miedo de salir solas a la calle y así…

Y bueno, además de reproducir la mano de obra barata, a nosotras nos utilizan como tal. La brecha salarial es de un 17,2% aproximadamente, en desmedro nuestro, por supuesto. También existe la vulnerabilidad a la que estamos expuestas por el hecho de “poder quedar embarazadas” (y luego estarlo) o simplemente por encontrarnos dentro de una oficina, en la cual se expresa cada vez de manera más exponencial, el acoso sexual laboral, donde jefes o compañeros de trabajo, abusan verbal o físicamente de una mujer, amparados por un “ella usa falda corta” o el “¿qué se queja si es una talla?”. Si bien las condiciones de explotación también corren para ellos, debemos develar que nosotras vivimos algunas de las cuales ellos son partícipes, por lo que es necesario dejar de silenciarlos y comenzar a poner éstos temas sobre la mesa.

¿Recuerdan el caso de Ripley con sus poleras para el 25 de noviembre? Bueno, ése es un ejemplo concreto de ésta perfecta y horrible asociación entre ambos ¿Pero cómo, si regalaron las poleras? Bueno, cada like que le diste a ese evento o un compartir, llevó a que la marca se extendiera y que por lo tanto, hiciera promoción de sí misma, así que no, no fue un acto de buena fe y para nada adhiero a grandes marcas que explotan a sus trabajadoras y trabajadores y luego salen sacando propagandas bonitas con un falso feminismo light y acomodado. O desde la misma institucionalidad, ¿de qué sirve que se hable en lindos discursos por televisión de los avances que hemos tenido como mujeres, cuando tenemos a Lorenza Cayuhan, Machi Franscica Linconao y tantas más, presas por pelear por lo justo?.

Lamentablemente, no sólo nos intentan crear un príncipe azul, tiran piropos en la calle o matan por celos, no, además nos tratan peor en nuestros trabajos y nos dan sueldos indignos. Si, ya sé, todo lo que menciono es desalentador y en estos momentos les están dando ganas de tomar el computador o celular y mandarlo a la cresta. Pero no lo hagan todavía, porque desde que tengo doce años he venido pensando como cambiar esta realidad para mi mamá, mi tía, vecina o la señora con la que me siento en la micro, y afortunadamente he encontrado en el camino a compañeras y compañeros con los que hemos concluido que la organización y la articulación son la solución, aquí van algunas ideas:

1) Solas mirando Facebook no vamos a cambiar nada, así que levántense y llamen a su compañera de trabajo más cercana, organícense, armen reuniones, fijen temas de interés común en relación a su espacio laboral y su situación como mujeres, ya verán como de a poco irán saliendo cuestionamientos, ideas y otras cosas maravillosas que creamos cuando nos apoyamos entre nosotras.

Crear un sindicato es una gran opción, si jefecito, leíste bien, S-I-N-D-I-C-A-T-O, en donde puedan generar discusiones y debates en torno a sus problemáticas y que puedan resolver de manera colectiva. Una forma de hacer ésto es pensando en los puntos que generan mayor conflicto al interior de su trabajo y trabajarlas en una asamblea, en la cual cada una de ustedes pueda exponer sus puntos de vista en relación a cómo cambiar el trabajo y la terrible forma en la que se manifiesta en ésta sociedad.

2) Si trabajas en el hogar ejerciendo tareas domésticas, también te puedes organizar. Habla con tu vecina, piensen en las cosas que las hacen sentir incómodas al interior de su propia casa y cámbienlas. Nadie las “ayuda” a limpiar o cocinar, todo lo contrario, cumplen con su deber por vivir allí haciendo ese tipo de tareas, por lo tanto, no acepten llevarse todo este trabajo no remunerado solas. No les deben nada a nadie, no están descansando, sino que esta labor no está reconocida socialmente y ya es hora de que no sólo tú te hagas cargo de éstas labores, sino que entendamos que debe ser una tarea que debemos asumir todos.

3) Si eres estudiante, discute, lee y fórmate en los contenidos que quieras, pero también aporta en tu liceo, universidad, CFT, etc.. No nos quedemos solo con lo que nos da la academia y repensemos lo que dice allí, armemos grupos de estudio, de carácter artístico cultural, de ciencias, de deportes, entre otras, en todas éstas áreas han habido grandes mujeres aportando desde sus conocimientos y habilidades, con el fin de llegar a otras que por la desigualdad que ya hablamos, no tienen acceso a éstas herramientas, ¡es hora de socializar lo que sabemos y aportar!

La mejor arma que tenemos para cambiarlo todo, somos nosotras, con nuestra fuerza y compromiso podemos cambiar todas esas cifras y datos negativos que a veces duele tanto ver, pero que siguen allí aunque cerremos los ojos. Por favor, no seamos esa mujer silenciada que tanto quieren y atrevámonos a sacar la voz y construir una sociedad distinta, donde viva la mujer nueva, feliz, libre, sin esa carga que duele en el pecho a las 03.00 AM, que pesa cuando vamos tarde en la micro, al volver cansadas del trabajo… yo sé que no nos sobra tiempo y que cada vez es menos lo que tenemos, pero invertir quince minutos al día en conversar y trabajar junto a personas que tengan los mismos sueños que nosotras, podría hacer una diferencia.

Compañeras, este 8 de marzo quiero verlas en las calles, gritando, protestando desde ese esa rabia inmensa que nos causa ver cómo nos están matando, pero también espero que todos todos los días haciendo algo en contra de ello, atrevámonos a ser las que hicieron historia y no las que sólo se quedaron en hitos, necesitamos dar un paso, necesitamos infinitamente cambiarlo absolutamente todo.

¡Por ti, por mí y por todas mis compañeras!

“Te digo mañana es tarde

te digo que el tiempo apremia,

Te digo mujer que es tarde

Oye el tiempo apremia …” (Mujer, Amparo Ochoa)

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