Historias de verano y amor propio (y canciones)

Recuerdo que en mi infancia ir a la playa siempre era sinónimo de diversión. Construir castillos de arena, jugar con mi hermano, hacer figuras con conchitas y mi actividad favorita: adentrarnos en el agua con mi papá.

Tal vez lo último no suene como lo más divertido del mundo, pero para alguien que medía un poco más de la mitad que su papá, era emocionante. Tomados de la mano, entrábamos al agua y caminábamos hacia el extremo, dirigiéndonos hacia lo más lejos posible. El límite siempre era designado por mi altura. Nuestro afán era recibir la llegada de las olas, nos remecían y transformaban todo a su paso.

En algún momento, durante mi paso de la niñez a la adolescencia, ir a la playa dejó de ser tan divertido y se tornó una situación incómoda y humillante. Me sentí presionada. Era como si algo me dijera que mi cuerpo no era lo suficiente delgado como para poder sentirme bien usando un traje de baño. Así que cambié los bañadores por shorts y poleras, algo que no me permitía entrar al agua con mi papá.

Nunca había visto a una modelo gorda, ni una Barbie que tuviera barriga. Aunque cada vez se veía más en los medios, seguía siendo algo fuera de lo común. Y pese a que mi talla no era la más grande, tampoco me sentía conforme, ya que el modelo de belleza parecía ser único e inalcanzable: delgadez, cabello largo, nariz pequeña, tez clara y juventud eterna, algo imposible de obtener. La presión social era mucha y la representación poca.

No obstante, me dije ‘ya basta’. Es demasiado. No hay nada malo con la gordura, piel oscura o pelo corto. Esta es una invitación -que también me hice a mí misma- a dejar los cánones de belleza de lado. Una invitación a estar cómodas en nuestros propios cuerpos y aceptarnos tal y cual somos, más allá de lo que diga o sienta el resto porque necesitemos la validación de alguien. La única que necesitamos es la nuestra. Olvidemos de una vez esos estándares que únicamente sirven para vender. Quiero que todas tengamos la opción de ser felices y sentirnos tan seguras como yo lo hice cuando pequeña, tomada de la mano de mi papá en la playa.

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