La magia del orden: el método Marie Kondo

Mentir no puedo: antes de empezar con la purga “a lo Marie Kondo” no creía en que los efectos fueran posibles y los resultados concretos. Pero ver para creer y me basta ver mi casa para saber que funciona.

Mis amigas me dicen en los chats que eso no es muy yo. Es verdad no es nada yo, pero la pareja tampoco lo es y sin embargo la tuve, la tengo y la tendré. Con el fin de estar bien, algo parecido a ser feliz pero un poco más constante, una va negociando. Esa habilidad, la negociación, mejora si se aprende de los golpes. Después de unas cuantas palizas, sentido figurado por favor, puedo decir que aprendí a agarrarme de lo que me haga bien. Incluso lo que potencialmente, sin pruebas a la vista, me haga bien. Así que acá estamos. Gastando lo último que gané en enero en productos de limpieza, bolsas de consorcio, una estantería, lijas, etc. Easy transitoriamente es mi hogar. Y mi verdad.

Marie Kondo dice que hay que desprenderse de todo aquello que no te de alegría.  Yo que soy defensora acérrima de los sentimientos negativos, anger is my gift, no cuadraba mucho su manera en mi manera. Pero decidí probar en lo privado de mi habitación si las cosas dan o no dan alegría. ¿Una remera da alegría? ¿Un jean da tristeza? ¿Ese saco de COMPLOT me hace más feliz? ¿La campera de AY NOT DEAD que conseguí a un 70% menos en el año 2009 me pone carita triste de emoticon? Dicho así suena ridículo. Pero hay algo más detrás de todo eso. Cuando pones todo lo que tenés sobre la cama y mirás esa pila inamovible de algodón, denim, gasa, lana, cuero….primero no pasa nada, pero después cae la información completa. Y ahí es cuando te das cuenta de muchas cosas, a saber:

1: Que no tenés más de 20 años hace un montón

2: Que el cuerpo después de los 30 cambia

3: Que hay más errores que aciertos

4: Que nunca cambiaste las cosas que te regaló tu mamá

5: Que nunca cambiaste las cosas que te regaló tu novio, aunque cambiaras de novio

mariekondotoallas

Así mientras doblaba la ropa siguiendo su técnica fui repasando qué fue de mi vida todos estos años y haciendo cuentas, buscando fechas, números, años, entendí que llevo diez años viviendo sola. Una década conmigo.

Cuando me mudé a mi casa, mi casa tan querida, tenía un pequeño ropero y un barral. Recordé el momento exacto en el cual colgué un vestido por primera vez. Estaba por llegar la navidad, había salido a comprar algunos regalos al shopping del Abasto y encontré un vestido en Wanama a un precio muy accesible. Algo, la felicidad, me empujó a comprarlo. El placer se fue trasladando a mi casa. Lo conservé algunas horas dentro de su bolsa y luego, de noche, lo saqué. Colgarlo fue un acto placentero en sí mismo. De admiración del objeto, de lo que traía como símbolo, lo que pesaba en sí mismo. No descubro nada. El objeto tiene el peso de la historia y la historia la hice yo. Ese recuerdo es un instante feliz, entonces me lo quedo. Así con todo.

vestido

Es buena la elección de Marie Kondo de empezar por la ropa. De la lista de todas las cosas es la más real y, al mismo, tiempo la más fácil. Siguen después los libros, los objetos de cocina y de baño, los papeles y el desembarco final es la memoria en hechos: fotos, tarjetas, invitaciones, memorabillia.

Lo de los libros fue mi parte más fácil. Estoy segura de lo que tengo y estoy segura de lo que no quiero. Armé varias cajitas. Una cajita para Sebas, una para Luciana, otra para Susana, para Martín, para Alejandra y así. Algunas cosas las tenía dos veces y otras ya no eran para mí. No entraban más en un diálogo, pero al mismo tiempo no eran basura.

Así que el número de libros a regalar trepó a casi cien. Pero no perdí nada.

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Sin embargo, también aparecen las cosas chiquitas. Los bienes de familia, lo que se entiende por herencia. Los juegos de platos, tazas, miniaturas, ollas, adornitos, cuadritos, cacerolas. Y todas se van montando y desmontando en mi memoria. En el lugar donde crecí, Villa Luro, pero también en el lugar donde nací, Caballito, hasta llegar al lugar que habito, Boedo.

Me pregunto ¿necesita una taza Susana? ¿tiene los discos de jazz estos Martin? ¿estos libros de poesía le gustan a Daniel? ¿le entra esto a Florencia? Y armo unas cajitas más. Me despido de los objetos, gracias, hasta siempre.

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Así que el camino es largo y tiene idas y tiene vueltas. Como este texto, que creo se arma y se desarma. No es lineal, pero al mismo tiempo, es ordenado. Al menos así lo siento yo, lo percibo, lo escribo.

Cada habitación ganada, una casa no se termina en unas horas, me lleva uno o dos días. A veces más. Es como ir avanzando sobre la cabeza muy despacito respetando el corazón. Porque el corazón en este proceso se te abre mil veces y se te cierra otras mil. Y la cabeza un poco se te rompe, pero después la recompones.

En todo eso que acumulaste hay mil maneras de ser vos. Eso entendí también aunque no lo procese aún.

Muchas de las cosas que era ya no soy. Por eso lloré. Pero por algunas sinceramente me alegré. No estoy tan enojada con esto que soy hoy. Definirme no puedo: que lo haga el lector que es el que sabe. Que lo hagan los amigos que son los que aman.

Anyway…

Desarmé mi casa después de diez años y la volví a armar. Son diez años viviendo sola. Bancando.

Diez años conmigo.

La veo a mi amiga querida Luciana ponerse una campera. Esa la compré en 47 Street hace diez años, antes de entrar a ver una película en el BAFICI. Le queda hermosa y le digo, si está con vos, está conmigo.

Así cierro yo las cosas.

View Comments (2)
  • Me encantó este artículo. Ojalá sea tan consecuente como para seguir con el método. Además de todo lo otro,¡es la primera vez que entiendo el modo de doblar la ropa!

  • Inconscientemente he hecho esto, muchas muchas veces, a diferencia de que ha sido sólo mi pieza… Aunque con la ropa es complejo jajaja, no sé doblarla bien aún JAJAJAJAJ.

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