Llámame

Hay una edad en donde el deseo es elocuente pero no imperioso. Yo creía estar todavía en esa edad, me creía capaz de saborear pacientemetne mis impaciencias. Pero después, cuando Pedro se hubo alejado, cuando desfalleciendo un poco me apoyé contra el espejo del ascensor, cuando me eché vestida sobre la cama y sentí que una especie de grito mudo subía por mis entrañas y se ahogaba en mi garganta, sólo entonces supe que había llegado para mi la edad de las urgencias.

Silvina Bullrich

Teléfono Ocupado

Silvina Bullirch escribió 45 libros y sus números de ventas oscilaron entre los 12 mil ejemplares con “Mañana digo basta” y los 60 mil con “Los Burgueses”. En una entrevista a colores  en 1980, Bullrich dice que ya no sabe dónde está la barrera entre la ficción en la realidad, ya que ha escrito tantas novelas que desconoce el límite. El tono de Bullrich, aristocrático, describe en esa entrevista la soledad de sus memorias y la relación con su dinero. “A la gente no le importa tanto los viajes y mis amores, le importa el dinero”. El remate de la frase es con una risa que también remite a algo que cada vez se convierte más en una leyenda urbana: la capacidad de saber reír de uno mismo.

Hace meses que mi teléfono de línea ya no suena y ya solo recuerdo frases que hoy encuentro plagadas de romanticismo: te llamé y no estabas, te dejé un mensaje, te dejé varios mensajes, llamame por favor, llamame cualquier cosa, llamame a cualquier hora yo voy a estar. Eran promesas cargadas de vehemencia y de carácter, se chocaban sin querer con la literatura de Carver y Bullrich y también con el cine, el cine del teléfono blanco. Hoy parece haber una fobia desatada contra el teléfono fijo, como si de repente recibir un llamado alterara las grandes empresas que se están llevando a cabo en privado. Cargar una serie, mirar el timeline del Facebook, revisar el cada vez más abandonado correo electrónico, rematar el tiempo. Morir.

Hay algo también que se ha perdido frente a la guerra que se le declara al teléfono fijo: el sobresalto. Recibir un llamado a las 3 de la mañana solo puede responder a dos órdenes y estos son la fatalidad o la felicidad. Deseando siempre el segundo, nos olvidamos que es hijo del primero. Ningún amor sano nace de la invasión al sueño mediante el sonido del teléfono a horas erróneas. Nada puede derivar en felicidad si se tiene la fatalidad de estar enamorada de un hombre, todos los hombres, que necesita que el amor tenga tortura. Sacarte del sueño es una manera de torturarte pero ¿a quién no le gusta un poco de dolor?

Ese amor es el núcleo de #TO y es el que lleva a su protagonista Clara Costa de Aguilar, a recibir mediante la línea de teléfono una descarga de violencia, terror y también de vida. Clara es como casi todas las mujeres de Bullrich, una criatura que se debate entre lo que es y lo que debe ser. Clara es una cosa (liberal, arrojada, atrevida, libre de prejuicios, conserva algunos rasgos que le arrebata al danysmo que pertenece a los hombres, se las sabe arreglar sola, es antes que nada un bambi que persigue sus deseos) pero deriva en otra (una diva con ondas al agua en el pelo, encerrada en su casa, presa de la neurosis más irrelevante de todas la del matrimonio, martirizada por la peor de las pesadillas: el propio yo al que supo renunciar sin que nadie la obligara a menos que nadie sea las sociedad) que la termina dejando en un lugar que ella detesta, el lugar común, relegada a atender vulgaridades.

Por un lado está presente eso, la psicología unida a un drama femenino clásico, pero por el otro, aparece una delicada trama policial que sostiene la nouvelle entre zozobras y cierto martirio que se le puede atribuir a las sufridas actrices de Hitchcock o a la Gena Rowlands de “A Child is Waiting”. Ensamblada la novela en esas dos corrientes, que incluso parecen discutir entre sí, Bullrich logra el tan reconocido thriller psicológico que también explotarán directores como Roman Polanski.

Clara ve asaltado su presente mediante un chantaje que ocurre vía telefónica. Una mujer se decide a quitarle una suma importante de dinero al comunicarle que tiene cartas de su más querido amante en su poder, en el caso de que Clara no acceda a los pedidos de esta mujer que deja su identidad reservada, ese amor (pasional y arrebatado) le será develado a su actual marido. Clara, que casi no recuerda lo que era capaz de hacer, se sumerge en una crisis de angustia y tendrá que volver a resolver algo por sí misma, luego de años de no hacerlo. Cuando uno abandona la práctica de algo que sabía hacer muy bien no se puede recurrir al cerebro, se debe recurrir al cuerpo y su memoria física. Pero el nivel de neurosis de Clara -¿acaso existe otra manera de ser esposa de alguien?- la deja presa del peor de los destinos, defender con el discurso. Esa batalla es la que narra #TO que proponiéndoselo o no, funciona también como advertencia.  Ninguna mujer debe olvidar nunca lo que es capaz de hacer con tal de sobrevivir.

La visión de una literatura como la de Bullrich es moderna sin ser adelantada, su drama es clásico y su sesgo policial también lo es. Eso le ha permitido a lo largo de todos estos años envejecer desafiando el tiempo, torciéndole la mano, incluso ganando la batalla que libran sus mujeres. Bullrich en su literatura es siempre joven.

Bullrich supo escribir:

“Hoy, exactamente hoy, diecinueve de diciembre cumplo cuarenta y nueve años. Nadie ha previsto que algún día una mujer puede cumplir cuarenta y nueve años y los que siguen. Todos los que siguen antes de la vejez y de la muerte pero ya no pertenecen exactamente a la vida. El año próximo entro a los cincuenta, cifra fatal”.

Es merecido el rescate (palabra poco elegante pero justa para este momento) de Bullrich. Ha hecho mucho por la literatura, ha sabido reinar como dueña de best seller el panorama literario argentino y después fue un poco olvidada. Que vuelva como lo que es: dueña de lo mejor de la literatura, barriendo con “lo mejor de la literatura argentina”, para ubicarse en un panorama internacional, como lo que supo ser, una mujer de mundo, una mujer que se lanzó con sus miedos como carga a conquistar el planeta y que nos dice hoy que este mundo es mucho más grande que nuestra pequeña sociedad y que quizás nos merecemos explorar otras costas, otros mares, otros territorios.

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