Las chicas

No es fácil hablar del libro de Lena Dunham sin pensar a medida que se avanza que esos no son problemas. Es muy difícil atravesar el libro de la creadora de GIRLS sin pensar al final de cada capítulo, lo que vos ves como un problema para otros es un privilegio. Se hace complicado avanzar en la lectura de una chica que parece solo pensar en si misma y en los complejos de una clase social que no se ve como clase social. Mientras más alta la clase social, más niega la palabra clase. Es complicado incluso no sentirse absolutamente insultada por el aire de afinidad con el que Lena Dunham escribe, como si haber sido criada por artistas y académicos en Nueva York fuera lo mismo que haber sido criada en Buenos Aires por una madre (casi) soltera. La pregunta que me deja finalmente es ¿cuál es la estúpida necesidad de los ricos y privilegiados de parecerse a la clase media? ¿Qué perverso móvil o goce los lleva a emparentarse con gente que considera un lujo entrar en Starbucks una vez por semana y un delirio absoluto hacerlo todos los días? ¿Qué vergüenza ocultan que no pueden ser aquello que son? El libro de Dunham sirve para contestar algunas de esas preguntas y también plantear otras. Por eso,  más allá de su calidad, es un libro útil.

El feminismo tiene dos temas pendiente: la gordura y la belleza. No digo, jamás lo pensaría, que esos temas no fueron abordados. Fueron abordados y hay material al respecto, pero ese material no se ha popularizado o directamente no ha encontrado traducción al castellano. Pero esos son dos temas que, cruzados por la pertenencia social, son deuda del feminismo actual de la región.

Es llamativo que Dunham no hable de su peso y de su belleza con más arbitrariedad, rabia, cinismo y decisión en su libro. Sobretodo porque sí lo hace en la pantalla de HBO,  cuando expone su cuerpo desnudo de manera constante y sus problemas con la belleza de las mujeres que la rodean. El hecho de que no aborde estos dos tópicos con la seguridad que le otorga la fama es notable porque los ilumina aún más.

No hay nada más duro para una mujer que ser llamada gorda y si ese grito es una situación pública, peor. Lo que parece una banalidad es la seguridad absoluta de saber que se está destruyendo y silenciando a la otra persona, mediante la invasión al propio cuerpo. Una persona nunca decide ser gorda porque le gusta en el marco actual de la sociedad. Es gorda porque come mal, es gorda porque está enferma, es gorda porque está deprimida o es gorda por la suma de todos esos factores juntos. Los gordos son todos insanos, inflados por harinas y gaseosas, adictos a la comida chatarra y perezosos, no ejercitan, no corren, no sudan los kilos extras. Los flacos por otro lado son todos sanos, tienen un metabolismo privilegiado, comen bien y son adoradores de su cuerpo. Ya sé que todo esto ya se ha dicho, se ha planteado y se ha escrito en las redes sociales. Pero hay que decirlo más veces hasta que la gente entienda.

Lena Dunham no es flaca y tampoco es bella, muchos podrán decir que lo segundo es una opinión personal y eso está bien.  Pero lo primero es un hecho. Si quieren puedo usar el manual políticamente correcto y decir cosas del tipo “no es gorda es normal”  o “es gorda frente a los standars de Hollywood, pero las mujeres reales son otra cosa” y continuar así toda la tarde, ejerciendo una hipocresía absoluta. Después de todo acá estoy yo que bajé 10 kilos y ni con eso conformé a la sociedad. La sociedad quiere 10 kilos más y, lamento desilusionarlas, esta feminista radical se los va a dar. Porque no puedo mentir y decir que es solo y tan solo por mí. Porque no puedo ocultar el hecho de no ser honesta y decir que si yo hago algo tan natural como comer y después no voy como corresponde al gimnasio, siento culpa de lo ingerido. Porque estoy harta de que me digan o me recomienden comer alimentos absolutametne privativos a mi economía “la carne de ciervo japonés es muy liviana ¡deberías probarla” o “las endividas importadas de la campiña noruega sin químicos de Monsanto son realmente buenas para vos ¡compralas!” o “nada mejor que practicar yoga a 45 grados para bajar lo que comiste demás en estas fiestas, sale 400 pesos la clase ¿no es barato?”  Please bitch….

Entonces.

¿Por qué Dunham con toda la plata que tiene no es flaca? ¿Acaso eso no se puede comprar? ¿Por qué Lena no esta comiendo carne de ciervo japonés o practicando yoga a 90 grados? ¿Por qué no tiene un personal trainer? ¿Por qué no se operó? ¿No tiene dinero para viandas naturales y orgánicas? ¿No se puede comprar una pileta de 25 metros y nadar ida y vuelta, ida y vuelta? No sabemos, pero el hecho de que sencillamente no lo haga o de que efectivameten lo haga y no funcione es un atentado en si mismo. Porque molesta, porque no se entiende, porque hay gente que día a día se devana los sesos pensando ¿y cómo esta gorda llegó acá? ¿cómo esta fea está acá entre nosotros? El hecho de que Lena Dunham sea insoportable para mucha gente que detesto y para un comportamiento social que encuentro abominable y para una normativa que encuentro cruel, me sa tis fa ce.

Lena Dunham puede no ser un hecho artístico de alta categoría en si mismo, pero es un hecho político incluso más allá de ella misma y de sus gestos banales, caprichosos y dignos de una elite. En el marco de una elite, en el marco de los privilegios, es aún peor no ser flaca. Porque tiene todo servido para serlo y para comprar maneras de belleza. Pero no, es eso que es y mientras lo siga siendo va a seguir siendo una anomalía.

No podría haber pensando todo esto sin haber leído este libro o quizás sí, pero el hecho de leerlo que forme parte de mi trabajo hablar de él me obliga a (re) estructura pensamiento y honestidad. No podría haber pensado también en el grave atraso del feminismo local y todo aquello que adeuda. De lo necesario que es traducir mucho material que no llega a nuestras manos en castellano. En lo importante que es abordar hechos banales, comprarse ropa, con sinceridad y seguridad. En ese sentido “No soy ese tipo de chica” es útil para confirmar posiciones, re ubicarlas, pensarse en contra y comprender que el feminismo americano lleva, con los serios atrasos que venimos sufriendo en la región, más de 30 años por delante nuestro. Hay que empezar a correr.

No puedo terminar esto sin señalar algo que encuentro vital y debería abrir un debate serio. No fue tomado a la ligera el hecho de que Dunham incluyera un capítulo en donde dice haber molestado a su hermana cuando eran pequeñas y describir como le revisaba su vagina. Fue corrida, como se suele decir, tanto por derecha como por izquierda. El punto fue, y es, que Dunham pudo escribir eso que escribió porque sabe, aunque no lo admita, de los privilegios de ser blanca y pertenecer a una elite cultural y económica. Feministas afroamericanas y latinas se preguntaban, con justa razón y enojo, si ellas hubiesen corrido la misma suerte. La respuesta ya la sabemos: no. Dunham -debo decir esto fue una pena- se defendió con la arrogancia de saber que nada malo va a pasarle y desestimó cualquier tipo de comentario. Hasta que finalmente tuvo que  hablar al respecto.

Ese hecho político, combinado con el libro y combinado con el proceso actual que viene llevando el feminismo; también son postivos. El libro de Dunham por su caracter pop permite salir a pensar libros o formularse preguntas que muchas chicas no se hubiesen hecho. Es un dispositivo de múltiples efectos e inseperadas consecuencias.

Por primera vez en mucho tiempo podemos hablar de nuestra agenda, nuestros temas y nuestras prioridades de manera abierta, frontal y visible. El hecho de discutir contra el libro de Dunham y darle tiempo, subrayado, espacio en el armado de teoría y energía es bienvenido. Tanto a favor, tanto en contra. Su edición en castellano nos permite, también nos obliga, a decidir que queremos, como lo queremos y a qué costo lo queremos.

Libros así ayudan a ubicar el deseo y obligan a buscar conocimientos, material y voces que nos desafíen aún más. Empuja a pensar el grado de hipocresía que tenemos con nuestro propio cuerpo y con la falta o no de belleza. Te hacen preguntarte si te enojas porque en algunas cosas un poco, un poquito, te pareces a ella.

Te habilita a ser arrogante en un mundo en donde la arrogancia femenina es un desafío al status quo.

No es poco.

+

No soy ese tipo de chica

Lena Dunham

Espasa – Grupo Planeta

 

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