Como hermanas

Cuando matan a una mujer siento, percibo, que una parte de mí se desprende y se muere. Cada vez tengo menos moléculas, átomos, ADN, sangre, fluidos diversos y dentro de poco me van a ir quedando los órganos, después los huesos, después la piel y finalmente nada. También siento que mi hora, ¿se dice así?, está cada vez más cerca. Percibo, influencia de los mundos distópicos con los que tolero la real realidad, que tengo un contador y cuando me toque…en fin.

Siento, creo que incluso lo sé, que todas tenemos ese contador ya activado y cuando nos toque va a marcar cero. Frente a esto escucho, en la cabeza, la voz de un hombre, cualquiera me da lo mismo, diciendo algo del estilo todos vamos a morir. Lo cual es cierto, es verdad, efectivamente todos vamos a morir. Pero todas mis hermanas se están muriendo antes. Porque yo considero hermanas mías a todas las mujeres incluso a las que detesto, ¿acaso todos los hermanos se llevan bien?, a las que no puedo ni ver, a las que no tolero. Y al revés también, a las que me rechazan por feminista, por pelear, por quejarme, por no ceder más nada, por no estar interesada en comprender un segundo más que le pasa a los hombres, por reclamar lo que es mío. A ellas también las considero mis hermanas. Así que acá estamos. Hablando de la muerte otra vez.

A Melina Romero le gustaba la joda. como a mí cuando tenía su edad. La joda que le tocó a Melina, sin embargo, era diferente y su destino, hoy reducido a una tumba, era otro. De todas maneras a la luz de la juventud, las cosas se ven de otra manera y la arrogancia combinada con la belleza, le otorgaba a Melina otro aire.  Melina, como muchas chicas de su generación, parecía más grande de lo que realmente era. La edad me permite ver a una chica de 15 años como a una nena, porque lo es, o en este caso lo era. Ese morbo que nace en las clases sociales altas – Disney, Nickelodeon, Lolita, las teens – baja como marea a las clases sociales más bajas. Los hombres no dudan en calentarse o alentar la calentura hacia las chicas más jóvenes, en desprecio de las más grandes. Reproducen, lo admitan o no, el mismo uso que le dan a la telefonía celular: un modelo nuevo siempre es mejor. No tienen conciencia de la diferencia de edad, no les importa o es más: los motiva. La cruda necesidad impuesta por el patriarcado  de estar todo el día calientes, sexuados, con la pija parada, listos para la penetración, debería resultarles agotadora. Aún así, eso no sucede y al morbo de la edad en el caso de la hermosa Melina Romero se le sumó el morbo del no.

cronica

Melina Romero se plantó y dijo que no a una fiesta sexual, a que se la enfiestaran tres desagradables, tres hijos sanos del patriarcado, tres cobardes, tres inútiles, tres heterosexuales con sus asuntos sin resolver como la mayoría de los varones heterosexuales,  tres hombres perfectamente seguros y tranquilos de que no iban a pagar las consecuencias de ninguno de sus aberrantes actos.

Después de violarla, golpearla, patearla, volverla a violar, volverla a golpear y volverla a patear, sencillamente la metieron en una bolsa de basura y la tiraron a la vera de un arroyo. Hoy están todos libres y saben que lo pueden volver a hacer. Y nosotras acá boludeando con la astrología o las selfies, porque no nos hicimos cargo de que mataron a una hermana nuestra, porque nuestro feminismo es débil cuando debe ser fuerte y agresivo, porque tenemos miedo de que nos miren mal si contestamos, que nos quiten nuestro sentido de lo femenino y nuestra belleza, si nos plantamos como corresponde.

De que nos quieran menos los varones porque creemos que el amor del varón vale más, sin su amor nos morimos y no nos damos cuenta que amor o no, nos liquidan, nos matan. Tenemos miedo de que nos marginen cuando ya estamos todas hermanadas en la marginalidad absoluta, tenemos miedo de perder cosas cuando ya hemos perdido absolutamente todo, tenemos miedo de que se digan cosas de nosotros cuando todas pasamos por rumores en algún momento de nuestras vidas, tenemos miedo de que nos insulten y nos expongan cuando de todas maneras lo van a hacer. Nos van a decir, gordas, putas, lesbianas, inútiles, vagas, tontas, taradas, boludas, poca cosa. Ya no tenemos nada que perder y la buena noticia, es que cuando no hay nada que perder, hay todo por ganar.

El feminismo liberal no sirve, olvídenlo. Sé que es más cómodo y sé que incluso me pertenece y admito, me tienta. Pero hay que dejarlo pasar, declinar la propuesta. En este mismo sitio, mi hogar junto a cada lectora, tuve una discusión acerca de género y clase social. No acepto dialogar de género sin anteponer la clase social y puedo avalar la publicación textos que lo omiten, pero voy a discutirlos. Porque necesito que dejen de tirarme todas las semanas un cadáver, tengo que anteponer la clase social al género. Tenemos que destrabar eso y hacernos cargo de que no podemos omitir la clase, aunque nos ponga en crisis y contradicción. Tenemos derecho a esa crisis y a esa contradicción, nunca olviden que tenemos derecho a todo.

Tenemos que poner la clase social en juego cada vez que matan a una mujer, porque nosotras nos tenemos que hacer cargo de que miramos para otro lado, o no peleamos lo suficiente, o no gritamos lo suficiente cuando matan a una piba pobre como Melina Romero, porque no nos hacemos cargo de que no nos interesa el destino de una rocha, de una que escucha cumbia y reggaeton, de que la consideramos menos o que es sorda o que es una grasa, de que no le hablaríamos para preguntarle como está o si necesita algo, de que probablemente su madre limpie nuestra casa y después le toque a ella venir a limpiar la nuestra. Nuestras estéticas diferentes no nos tiene que importar, porque al violador o al asesino no le importa. En eso también estamos hermanadas.

La mataron a Lola Chomnalez en Valizas y los medios mienten con Uruguay natural, Rocha seguridad, balnearios tranquilos, pueblos de pescadores, está todo bien. Todos omiten que Valizas es uno de los balnearios con peor fama de la costa de Rocha, en donde se sabe veranean barras bravas y al lado tiene pegado el balneario de la dirigencia sindical también conocido como Aguas Dulces. La costa de Rocha es un lugar salvaje en donde muchos descarriados van a coger y drogarse en modo turismo aventura, celebrar un carnaval en febrero que no saben bien  de qué se trata pero dale que va, jugar a la pobreza de prestado en lugares sin agua potable y sin luz, visitar boliches que en su ciudad de origen no pisarían y tener relaciones fugaces que van a negar hasta el día del juicio final.

Ese aburrimiento burgués eterno es la costa de Rocha que, dotada de una belleza natural arrebatadora y gente que el resto del año trabaja en condiciones indignas, sobrevive con cada uno de esos hijos del capitalismo que quieren buscar emociones fuertes a su vida de porquería. Ese es el contexto donde muere Lola, aunque el intendente de Rocha dice que no, que Lola muere en un contexto de crisis de los valores de la familia argentina. Lola era también como Melina: hermosa, joven, llena de sueños y con toda una vida por delante. Los medios dicen que le gustaba la música, que tenía un aire de bohemia, que gustaba de lo circense y comentan sobre su abuela una reconocida chef. Lola era fina, etérea, delicada y en las fotos se refleja su clase social, su buen gusto y el temprano conocimiento que tenía sobre si misma. La mataron igual.

lola

La muerte de Melina es diferente a la muerte de Lola, pero ambas muertes son feminicidios, porque esa figura remarca y da alerta sobre la debilidad y desigualdad de la víctima. Me cansé de leer en las redes sociales, el basurero de la humanidad como diría Marcus, que frente a la negativa de violación sobre el cuerpo de Lola, no era un feminicidio. Vieron vieron, no la mataron por mujer, la mataron para robarle la mochila nada más. Parece que hay que ir a los extremos, fiesta de diez horas de violación y paliza, para utilizar la palabra feminicidio. Palabra que parece molestar, y mucho, a una porción relevante de la sociedad. Porque es la palabra que nos viene a ayudar, no solo judicialmente, frente a nuestro drama.

El feminicidio le tira en la cara a toda la sociedad que se matan mujeres por ser mujeres, que se eligen víctimas mujeres por su condición de debilidad e inferioridad física y por la noción y naturalización de que somos una entidad de carne y hueso caminando. El femincidio le viene a recordar a la sociedad de que el feminismo es necesario, porque es la noción básica de que somos seres humanos. El feminicidio es la luz una vez acontecida la muerte. El feminismo cuestiona los valores del patriarcado, de la familia y de las creencias religiosas. El feminicidio es una palabra nuestra sobre la cual nos vamos a parar, siempre con nuestra verdad, para defendernos. El feminicidio es el último eslabón de la cadena que neecesariamente tenemos que romper. El feminicidio es el último golpe que aceptamos. El feminicidio es la palabra que nos va a llevar a darnos cuenta de que tenemos que hacer algo para evitar ser parte y obra de un feminicidio.

El feminicidio nos viene a alentar frente a territorios que tenemos que explorar solo para sobrevivir y ganarnos nuestra vida hermosa: defensa personal, krav maga, boxeo, cadena de mails entre amigas alertándonos de un compañero de trabajo violento o de un acoso en situación laboral; red de clínicas de aborto seguras en donde nos traten en nuestra clandestinidad humanamente frente a nuestro terror; avisos de ya llegué, taxis compartidos nunca solas; educación de género para nuestros hijos, hermanos, novios e incluso parejas circunstanciales; cese de maldad abierta y siniestra entre nosotras, abrir la conversación abierta y sin miedo acerca de las dificultades que tenemos para hacer amistades duraderas y sólidas.

Hablar cuando un novio nos maltrata, no ocultarlo. Llorar si nos hicieron daño, si duele una llora. Dar más si nuestra condición social nos permite dar más. Hermanarnos en clase social, pero nunca olvidar que no tenemos derecho a decirle a nadie como debe vivir frente a condiciones sociales desiguales. Unir los puntos en común de nuestro miedo y darnos una mano. No perdernos en nuestro noviazgo, ahí de los hombres hay que apreder. Una con su vida, su universo, sus ganas, sus sueños y sus objetivos por cumplir. Una tiene derecho a ser feliz y enamorarse, amar profundamente a un varón si ese es su gusto, ese es mi gusto, pero que nos amen en condición de igualdad, que nuestros proyectos vengan a la par, que exista equilibrio y balance.

Pero todo eso hay que ganárselo, nadie nos va a regalar nada. No alcanza con igualar los sueldos en una compañía para así tener más dinero para gastar en el gimnasio, las cremas y la ropa para que seguir en el mismo círculo miserable. Si una quiere respeto hay que salir a ganárselo y seleccionar bien cada batalla. No va a ser fácil, no va a pasar mañana, no va a suceder tampoco hoy. Pero acá estamos con todos nuestros logros  sean nuestras batallas dadas o no. Hay que dar el salto de calidad, sin miedo a caer el vacío, con la seguridad y la esperanza de volar más alto y la convicción de que estamos aferradas a la vida.

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