Libros: Parando en Todas de María Laura Frecha

Ambientados en la periferia de la ciudad de Buenos Aires, no siempre pero sí la mayoría de los relatos, los trece cuentos del primer libro de María Laura Frecha (Buenos Aires, 1960) sorprenden por su eficacia y por una escritura que, sin pretensiones vanguardistas ni ideológicas, adquiere a lo largo de la lectura un aura de clasicismo. Un clasicismo rioplatense, claro está, con giros coloquiales inconfundibles y una utilización de la lengua popular para beneficio de la trama. Cuenta también con un elenco de personajes de prosapias diversas: militantes, marginales, profesionales, trabajadores, exiliados en tiempos de dictadura militar. Cada uno de ellos, además de cumplir una función en las historias (que se asemejan a episodios de una historia mayor apenas insinuada), aporta la modulación y el acento que los define.

En “La peregrinación de los lisiados”, una parodia sobre la frustrada llegada de Perón a Ezeiza en 1973, narrada sin el humor grotesco en el que otro autor se hubiera zambullido sin dudarlo, el protagonista dice: “Las madres nos cebaban mate y empezamos con los bizcochitos de grasa porque tanto trajín nos había despertado un hambre que no sólo era de justicia”. O el diagnóstico sumario del fiscal desenvuelto del cuento “Relajadito”: “Todos tenían la misma historia. Ocho hermanos, seguro una puta y una boba. Padres desconocidos. Una madre que yiraba o limpiaba por hora, es lo mismo. Consumo y venta de merca mal cortada. Algún robo y quizás hasta algún hijo”. Hay también variaciones introspectivas y sutiles, como la de la madre que visita a su hijo, un preso político, a la cárcel de Devoto: “Él sacó un encendedor del bolsillo y prendió un rubio. Lo agarraba entre el pulgar y el índice con el mismo gesto con el que fumaba su padre. Ella prefería no mirarlo porque la voz era la de siempre y así podía pensar que era antes. Antes de esto. Pensar que aún había un niño en su vida, alguien de quien ocuparse para olvidar la repulsión del mundo”.

taparapando

Frecha no rehúsa el sentimentalismo cuando la trama lo demanda: en el excepcional relato que abre el libro (y que le da título al volumen), varios narradores de varias épocas convergen en la Línea General Roca, el ramal ferroviario que va de Moreno a Once. Allí trabajadores y desocupados (en la estación Liniers), enamorados y sátiros, burgueses y villeros se singularizan en una voz propia, reflexiva y errática. El relato “Parando en todas”, además de contar con una idea tan simple como bella, condensa en episodios en estaciones de tren años de historia argentina, de estilos literarios (que quizás se detienen en los primeros años 90) y de personajes que se hubieran convertido en emblemáticos si la escritura concisa de la autora no hubiera optado por la austeridad.

Parando en todas parece un caso de autora y de libro en el que las propias limitaciones -de invención, de recorte, de situación y de riesgos tomados- juegan a favor del resultado literario. Sin recursos ampulosos, sin ansias de moralejas (aunque sí hay una moral clara en la mayoría de los relatos, una moral que está favor de los que no cuentan con favores en el mundo) y sin apelaciones a la alegoría social, este primer libro recupera una tradición de la literatura nacional (contar historias convincentes sin concesiones) con algunas innovaciones formales y temáticas, como la introducción de ciertas cuestiones sociales (los “pibes chorros”, el genocida militar condenado por la justicia y por la sociedad de “Yerga el ande”, la simpatizante de Montoneros del impactante cuento final) atemperadas por las modulaciones elegidas y por un linaje heterodoxo y al que se alude discretamente: Charles Dickens, Leopoldo Marechal, Álvaro Yunque, el tango y Julio Cortázar.

Parando en todas

María Laura Frecha

Cave Librum

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